24 de octubre de 2025
Argentina va a las urnas con nueva boleta, injerencia abierta de EE.UU., una situación económica y social crítica para la mayoría de la población y un Gobierno que anuncia cambios en la gestión para los próximos dos años.

Decisión clave. Se vota en todo el país para renovar la mitad de la Cámara de diputados y un tercio del Senado.
Foto: Pablo Caprarulo
La elección de este domingo se terminó convirtiendo en un plebiscito sobre la gestión del primer Gobierno libertario en la historia argentina y una bisagra hacia el futuro del país. No tanto por imposición de los sectores de la oposición como por el propio oficialismo, un poco por errores propios y otro por estrategias contradictorias en distritos clave y en la marcha de la economía. Como sea, esta convocatoria presenta algunas características disruptivas: será la primera vez que se vote con Boleta Única de Papel (BUP) y quién sabe si no será la última, habida cuenta del embrollo que se registra cuando un candidato deja de estar en la lista por razones políticas y la permanencia de su imagen puede ser «piantavotos». Por otro lado, este domingo se verá qué tanto complica ese tipo de novedad a la hora de emitir los sufragios y al momento de contarlos. Quizás se descubra que lo viejo puede funcionar mejor.
Pero esa no será la particularidad más descollante de este 26 de octubre. Estas elecciones llegan en medio de una profunda crisis de gestión, con un Gobierno que debió recurrir a los salvavidas –por momentos enmarañados– de la Casa Blanca. Una ayuda de la que se terminará de revelar su utilidad con los números que arrojen las urnas, es decir, desde el lunes.
Si bien la influencia estadounidense directa o indirecta siempre tuvo lugar en elecciones argentinas, nunca fue tan explícita ni desembozada como en esta ocasión. Baste decir que lo sustancial de la «ayuda» que vendría del norte, y de la que no se conocen detalles, está condicionada por el resultado del comicio, según especificó claramente el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y detalló crudamente Donald Trump. Como el «sponsor» de este proceso también tiene sus problemas –el cierre en EE.UU. del Gobierno por el rechazo de los demócratas a un acuerdo presupuestario no es poca cosa–, la estrategia derivó en un posible megacrédito diseñado por bancos privados, entre los que descuella el JP Morgan, que no por casualidad celebró en Buenos Aires una cumbre de sus principales dirigentes, con el CEO de la banca más grande del continente y hombre fuerte de Wall Street, Jamie Dimon, a la cabeza.
El JP Morgan alcanzó tal influencia en el mundo que dirigentes políticos de relieve logran conchabo al terminar sus pasos por la gestión pública. «Puerta giratoria», se lo llama con acidez. «Gloriosa JP», dice algún viejo peronista con no menos mordacidad. Es el caso de dos de los visitantes de estos días, el ex primer ministro británico Tony Blair y la ex consejera de Seguridad, y luego secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que se sumaron a un cónclave en el Teatro Colon con el expresidente Mauricio Macri y los titulares de los mayores grupos económicos nacionales, eso que se conoce como «Círculo rojo». Dato: Rice y Blair fueron partícipes necesarios de la invasión de EE.UU. a Irak en 2003 en busca de «armas de destrucción masiva» que jamás aparecieron y ahora tienen lugarcitos en el directorio del megabanco.
En la Argentina, la cúpula del Ministerio de Economía (Luis Caputo; José Luis Daza, su vice) y el Banco Central (Santiago Bausili y su vice, Vladimir Werning) son ex JP Morgan. Otro hombre de ese selecto equipo financiero, como Pablo Quirno, pasó de Economía a la Cancillería tras la intempestiva renuncia de Gerardo Werthein. Toda una señal sobre un estado de cosas en una campaña electoral.
Milei ya había adelantado lo obvio: que luego del 26 habría cambios en el gabinete. Algunos, como el caso de Patricia Bullrich y Luis Petri, porque se candidatean en CABA y Mendoza respectivamente y se sabía que lo de ellos no sería testimonial. Otros, por el desgaste de una gestión complicada, la necesidad de oxigenar lo que queda de mandato y de tejer alianzas de gobernabilidad según como caigan las fichas este domingo. Se especulaba que Luis Caputo se iría del Gobierno y también que habría cambios en Justicia. Chisporroteos entre el otro Caputo, Santiago, y el ministro de Relaciones Exteriores hacían presumir que allí también habría cambios. Lo mismo se supone con el cargo de Guillermo Francos en la jefatura de Gabinete. Pero Werthein decidió dar un portazo el miércoles y horas más tarde Mariano Cúneo Libarona dijo que esta vaciando los cajones de su escritorio. Algo quisieron decir.
Todos los números
Más allá de previsiones sobre posibles resultados que nunca conviene tomar en serio, dados los gruesos errores en los últimos sondeos preelectorales, el domingo a la noche se comprobará nuevamente que la matemática no es una ciencia tan exacta. Porque según cómo se presenten los guarismos, todos podrán mostrar un triunfo. La polarización existe, y es entre LLA con sus socios locales en cada provincia y el peronismo, con sus distintas variaciones distritales. Nada indica que un tercero en discordia –como las diversas marcas de Provincias Unidas– pueda hacer cosquillas a nivel nacional. Milei dijo que se conformaría con lograr un tercio de legisladores para poder transitar aceitadamente el resto de su período. Y se lanzó aceleradamente a presentar como ejes para lo que vendrá a las reformas laboral, impositiva y previsional, «reformas de segunda generación» las denominó, mientras su ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, avisó que va por un decreto 70 Bis. Pero todos advierten que una de las claves estará en el ausentismo, que fue creciendo en las elecciones adelantadas que hubo en el interior, en CABA y en la provincia de Buenos Aires. Se entiende que quienes eligieron quedarse en casa eran votantes del oficialismo, mayoritariamente jóvenes, y desde la Casa Rosada instan con insistencia a acudir a las urnas. Según la Cámara Nacional Electoral, hay 1.139.315 jóvenes de entre 16 y 17 años habilitados para ir a las urnas por primera vez, un 3,2% del padrón. En total, son 36.477.204 los ciudadanos empadronados para este domingo. Se renueva la mitad de la Cámara Baja nacional y un tercio del Senado. En total van a consulta 127 bancas de diputados nacionales y los puesto de senador por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Chaco, Entre Ríos, Neuquén, Río Negro, Salta y Tierra del Fuego. En Santiago del Estero, además, se elegirá gobernador y legisladores provinciales y municipales.
En Diputados, el peronismo –que tiene 98 bancas– arriesga 46, mientras que en el Senado disputa 15 de 34 lugares. El PRO tiene 35 curules en diputados y debe renovar 21, y en la Cámara Alta expone dos de siete senadores. Algunos de sus representantes ahora van en la alianza con LLA, como quien quedó en primer lugar en la lista, Diego Santilli. El recuento de amigos del Gobierno será intrincado. Donde habrá más incertidumbre es en la UCR, que saca a la cancha 11 de 14 diputados. LLA llega a los comicios con apenas ocho de sus 39 bancas de diputados en juego y ninguna en el Senado, por lo tanto, seguramente engrosará su bloque actual de 37 y 6 bancas respectivamente. Es en la cámara alta donde más arriesga Fuerza Patria, o el peronismo como principal fuerza de oposición. Son 15 los puestos que renueva y difícilmente logre revalidar a todos.
De todas maneras, la inédita colaboración de la Casa Blanca con Milei y de los popes de Wall Street junto a los «dueños de la Argentina» revelan que hay mucho más en juego este domingo que solo lugares en el Congreso nacional o la gobernabilidad de un presidente. Los porotos definirán qué país se dibujará desde el lunes 27. Y en ese sentido, verdaderamente estamos ante una elección crucial.
