27 de octubre de 2025

Foto: Federico Imas
En la sala Raúl González Tuñón del CCC Floreal Gorini se proyectó La sociedad del afecto, documental que narra el trabajo con las infancias de María de los Ángeles «Chiqui» González (abogada, docente, gestora cultural y exministra de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe), dirigido por Alejandra Marino y Marcela Marcolini. González es una figura que sobresale en el ámbito de la cultura santafesina. A lo largo de décadas de trayectoria, fue artífice de proyectos como el Tríptico de la Infancia, de la ciudad de Rosario, espacios pedagógicos y lúdicos de referencia a nivel mundial.
Luego de la proyección se realizó una conversación con la protagonista y las guionistas y directoras. Presentó Julia Morena Guido, asistente del departamento de Educación del CCC. «En el mes de abril, a principios de año cuando se declaró de interés cultural en la Legislatura de acá la película, coincidió con que algunos compañeros del departamento y otros de una de las instituciones que nos acompaña, el Bachi Crespo, compartimos el gusto de haber visto este film. Ahí surgió la inquietud de traer la peli y del contacto con Chiqui y la posibilidad de que ella nos acompañe también».
También se pensó la actividad para estudiantes del profesorado de Historia de Ramos Mejía (Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N° 46) y del profesorado de Educación Inicial de la Escuela Normal Superior N°9 (CABA). Asimismo, estuvieron presentes en la proyección integrantes del Frente Educativo del Partido Solidario.
«Pensamos que esta actividad no sea simplemente la proyección de la película sino también poder reivindicar el lugar de Chiqui como referente en pensar desde y para las infancias, lo pedagógico, lo político».
Luego de la proyección, González señaló: «El juego fue una forma de supervivencia. Cualquier objeto comunicacional que hable de lo humano –que no sea un objeto para llenarte de mentiras–, o cualquier obra de arte o cualquier investigación científica tienen una base de juego». Y continuó: «A mí me gusta el juego creativo, me gusta el juego como camino, te lleva a la posibilidad de transformar la vida y a la posibilidad de preguntarte qué es vivir». Y añadió: «Y hay muchas buenas experiencias en lugares que lo necesitan y lugares muy pobres, pero no ha terminado esta nueva idea de ser humano, si va a haber un cambio de era civilizatoria tenemos que volver a pensar qué es vivir».
A su turno, Marcolini señaló: «Una de las cosas por las cuales nos enamoramos al hacer esta película fue que en el momento que estábamos haciendo investigación, cuando íbamos con Ale a la Isla de los Inventos (uno de los espacios del Tríptico de la Infancia) era transitar esos lugares gracias a esta mujer que te hace ver cómo es una metáfora puesta en el espacio, o sea, ahí lo entendés y te querés meter y querés jugar y querés participar junto con los chicos de cada uno de esos espacios». Y añadió: «Además de lo colectivo están también la necesidad de no perder esto, porque que seamos grandes no significa que no podamos ponernos a jugar todo el tiempo, así como la manera en cómo nos encontremos con los chicos».
«Cuando hicimos esta película –dijo Marino– no pensamos en este camino político que está teniendo; pero ahora vamos de pueblo en pueblo y a todos lados. Tratamos de estar, de poner el cuerpo. Es importante poner el cuerpo porque ahora lo que siento es la necesidad de multiplicar, de unir, de tomar las ideas, de hacerlas propias».
