Mundo | AMÉRICA LATINA

No al Alca, la resistencia que vive

Tiempo de lectura: ...
Telma Luzzani

20 años después, la cumbre de Mar del Plata revive como símbolo de soberanía y unidad latinoamericana frente al proyecto de dominación de EE.UU. La posición argentina, de Néstor Kirchner a Milei.

Rechazo. Las calles de Mar del Plata fueron testigo de una masiva concentración contra el ALCA, el 4 de noviembre de 2005.

Foto: NA

El 5 de noviembre de 2005, la historia de Nuestra América dio un salto emancipatorio inesperado y, acaso, irreversible.

Aquel día de primavera, en Mar del Plata, cinco presidentes sudamericanos se unieron para decir «No al Alca»  y, en ese gesto, hicieron naufragar el viejo y acariciado proyecto de Estados Unidos que apuntaba a adueñarse definitivamente de nuestra región, pero ahora legalmente.

La epopeya de nuestros líderes sudamericanos no es menor. Después del colapso de la Unión Soviética (1991), Estados Unidos, sin desafíos a la vista, se veía a sí mismo como dueño de las verdades y las decisiones mundiales. En ese marco se instaló, a nivel global, una forma de pensamiento único cuyo lema era «No hay alternativa» (There is no alternative, TINA) y cuya doctrina afirmaba que el neoliberalismo era el mejor y el único sistema económico posible para todo el planeta. 

Estados Unidos se propuso, entonces, cumplir con su antiguo objetivo de tener el control total sobre nuestros países y nuestras riquezas, estableciendo un mercado continental, sin barreras, que abarcara desde Alaska a Tierra del Fuego, pero sin Cuba. Lo llamó Área del Libre Comercio de las Américas (ALCA). 

Nada menos que esa hegemonía prepotente, representada en aquel momento por el presidente George Bush Jr., fue la que desafiaron el argentino Néstor Kirchner, el brasileño Lula da Silva, el venezolano Hugo Chávez, el uruguayo Tabaré Vázquez y el paraguayo Nicanor Duarte Frutos, en la cumbre de Mar del Plata.

La asimetría entre la economía de la primera potencia mundial y la del resto de los países americanos era tan escandalosa que, de haberse firmado el ALCA, la servidumbre económica, financiera y (como lo estamos viendo en estos días en Argentina), política de nuestras naciones con Washington hubiera sido absoluta.

Estados Unidos dio el primer paso en 1994. Ese año el presidente Bill Clinton firmó con México y Canadá el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (Nafta) e instaló las llamadas «Cumbre de las Américas» cuyo fin último era forzar al resto de los países americanos a firmar el ALCA.

Pocos años después, al culminar el siglo XX, los primeros efectos del neoliberalismo –creciente desigualdad, pérdida de derechos laborales, precarización y desprotección social– empezaron a sentirse en Occidente. Numerosos grupos –que se denominaron «globalifóbicos»– empezaron a protestar en las calles de los países más desarrollados y a criticar duramente las supuestas bondades del «libre mercado». 

La primera gran insurrección fue en Seattle (EE.UU.) en 1999. Las manifestaciones se multiplicaron en varias ciudades de Occidente pero terminaron abruptamente el 11 de septiembre de 2001 cuando, a partir de los atentados en Washington y Nueva York, la Casa Blanca sancionó una de las leyes más represivas del último medio siglo para el control interno de su sociedad, La Ley Patriótica o Patriotic Act.

Miradas opuestas. Néstor Kirchner observa a George Bush Jr., en uno de los plenarios de la IV Cumbre de las Américas.

Foto: NA

La Resistencia del SUR
La asunción de Hugo Chávez como presidente de Venezuela en febrero de 1999 operó un giro rotundo en el panorama americano y fue clave para que la región pudiera mostrar un perfil propio y romper con el alineamiento automático con Washington.

En la III Cumbre de las Américas de 2001, en Quebec, dos acontecimientos anticiparon el futuro fracaso del ALCA y la progresiva pérdida de influencia de Estados Unidos en Nuestra América y, posteriormente, en el mundo. El primero, fue la magnitud de las protestas en la llamada «Cumbre de los Pueblos», encuentros multitudinarios que se desarrollaban paralelamente al encuentro de los presidentes.

A pesar de la fuerte represión del Gobierno de Canadá contra los manifestantes, la reunión de mandatarios tuvo que postergarse varias horas ya que muchos de ellos –los más impopulares– no podían salir de los hoteles cercados por una multitud. 

El segundo hecho es más importante aún: por primera vez en ese tipo de cumbre un presidente, Hugo Chávez, firmó la declaración final en disidencia, aclarando que no estaba de acuerdo con el ALCA por ser un pacto desigual, dañino, muy negativo para nuestros países.

Cuando en 2005 se organizó la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, estaban dadas las condiciones para que nuestros Gobiernos protagonizaran –con el respaldo masivo de las organizaciones sociales en la Cumbre de los Pueblos– una gesta antiimperialista y soberana sin precedentes. Después de muchas décadas nuestra región recuperaba la dignidad y varios países de América Latina exigían respeto y autonomía.

El presidente Kirchner, como anfitrión, desnudó sin vueltas al menos dos puntos esenciales de oposición entre las aspiraciones de nuestros países y las propuestas de Washington: primero la integración con desigualdad y segundo, la imposición del neoliberalismo como sistema económico.

«La igualdad es un concepto valioso y necesario, pero solo aplicable a los que son iguales», comenzó Néstor Kirchner ante la mirada enfurecida de Bush. «Igual tratamiento entre países poderosos y débiles; entre economías altamente desarrolladas y economías emergentes, no solo es una mentira, sino que, además, resulta una trampa mortal», agregó.

«La integración posible –continuó Kirchner en Mar del Plata– será aquella que reconozca las asimetrías y permita los beneficios mutuos. Un acuerdo no puede ser un camino de prosperidad en una sola dirección. Un acuerdo no puede resultar de una imposición en base a las relativas posiciones de fuerza».

«La posición argentina de no ceder siempre fue la misma», recordó años más tarde Jorge Taiana, en aquel momento vicecanciller y coordinador nacional de la cumbre. «La línea de resistencia en toda la negociación fue: “Acá no puede haber ninguna mención positiva al ALCA porque para nosotros el ALCA no es positivo”».

El segundo gran desafío fue impugnar, frente al presidente estadounidense, las supuestas virtudes de la economía de libre mercado. Bush, entre la indignación y el asombro, no podía creer el trato de igual a igual que le dispensaba su par argentino.

«Nuestro continente, en general, y nuestro país, en particular, es prueba trágica del fracaso de la “teoría del derrame”», dijo Kirchner, respaldado por los gestos de satisfacción de Lula y Chávez. «Las consecuencias nefastas que las políticas de ajuste estructural y del endeudamiento externo tuvieron para el pleno ejercicio de los derechos humanos, en especial los derechos económicos, sociales y culturales, viven y recorren trágicamente el mapa de la inestabilidad latinoamericana».

Pasión. Chávez y Maradona, animadores de un histórico acto en el estadio Minella de Mar del Plata.

Foto: NA

Con agenda propia
Argentina, como destacó Kirchner, era la prueba viva de fracaso del neoliberalismo y si se aprobaba el ALCA, el desastre se iba multiplicar. «No se trata de ideología, ni siquiera de política se trata de hechos y de resultados –continuó Kirchner–. La experiencia demuestra que lo aconsejable es dejar que cada país pueda elegir su mejor camino para el desarrollo con inclusión social».

Horas antes y en versión popular, Hugo Chávez había sintetizado nuestra propuesta regional con una frase que hizo historia: «ALCA, ALCA al carajo», dijo ante una multitud que lo celebraba en el estadio Mundialista de Mar del Plata. Además de organizaciones sociales de toda América Latina lo acompañaban las Madres de Plaza de Mayo; el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel; el ídolo del fútbol Diego Maradona; el líder sindical Evo Morales (faltaba un año para que fuera presidente); el cantante cubano Silvio Rodríguez; entre muchísimos otros.

Sobre las ruinas del ALCA, se afianzó la unidad sudamericana y los proyectos soberanos de integración. Se crearon la Unasur y Celac, una organización que incluía a la bloqueada Cuba pero no a Estados Unidos y Canadá. 

No obstante, como era de esperarse, la contraofensiva imperial (ya en marcha con el fracasado golpe de Estado contra Chávez en 2002) se multiplicó. Golpes blandos y de los tradicionales, intentos de magnicidio contra nuestros presidentes y procesos de persecución y cárcel contra ellos, Estados Unidos usó y sigue usando todas las herramientas posibles para evitar la emancipación y la unidad latinoamericana.

Distinto tiempo
En este 2025, como hace 20 años atrás con el NO al ALCA, Argentina se ha convertido en el centro de atención mundial. Ahora por razones diametralmente opuestas. El actual mandatario, Javier Milei, ha atado los destinos de la Patria a una servidumbre voluntaria deshonrosa. Por la ubicación estratégica que ocupa nuestro país en América del Sur, por nuestras riquezas, por nuestra vecindad con Brasil, Estados Unidos necesita convertir a la Argentina en un modelo de sumisión y entrega.

Es un tiempo oscuro y difícil, aunque los vientos pueden cambiar ni bien se observa el contexto internacional. Entre otras cosas porque los dados ya están echados, la decadencia imperial es notoria y el aprendizaje de los pueblos latinoamericanos en los años del NO al ALCA está ahí, sigue viva.

Estás leyendo:

Mundo AMÉRICA LATINA

No al Alca, la resistencia que vive