19 de noviembre de 2025
Presidenta de Familiares, Graciela Lois fue homenajeada por la Legislatura porteña. El legado de Lita Boitano y el desafío de transmitir la memoria a los jóvenes, a 50 años del último golpe de Estado.

Graciela Palacio de Lois es una de las mujeres que encarna la memoria viva de la Argentina. El 7 de noviembre de 1976, la dictadura secuestró a su compañero, Ricardo Lois, con quien militaba en la Juventud Universitaria Peronista, en la Facultad de Arquitectura de la UBA. Desde aquel día, la vida de Graciela se transformó: no se trataba solo de una pérdida personal, sino del compromiso con una generación entera.
Hoy es presidenta del organismo Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas; y dirige el área de Memoria, Verdad y Justicia en la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires. Fue pionera, junto a Laura Bonaparte, en presentar el amparo judicial que impidió la demolición del predio de la exESMA en 1998 y que permitió que hoy funcione allí un Espacio para la Memoria. También fue una de las promotoras de los juicios de lesa humanidad que se abrieron en España.
La Legislatura porteña la declaró el pasado 14 de noviembre como Personalidad Destacada en Derechos Humanos. En diálogo con Acción, reconstruye los primeros años de Familiares y el legado de Lita Boitano. Además, reflexiona sobre la necesidad de trabajar con las juventudes en la transmisión de la memoria histórica, en el marco de los 50 años del último golpe de Estado que se cumplirán el próximo 24 de marzo.
–¿Qué representa que la ciudad en la que naciste y siempre viviste te reconozca como Personalidad Destacada en Derechos Humanos?
–Nada de lo que yo empecé a hacer lo hice con miras a un objetivo. Cuando comencé con lo que hoy denominamos «derechos humanos» fue a raíz del secuestro y desaparición de Ricardo en 1976, más concretamente el 7 de noviembre. A partir de esa semana, a partir de ese día, mi vida cambió absolutamente. Mi objetivo fue dedicarme a la búsqueda de ellos. Porque después supe que, junto con él, habían secuestrado a varios de mis compañeros. La necesidad de saber es lo que me hizo emprender un camino que llega hasta el día de hoy. Todo lo hice instintivamente e instantáneamente, sin pensarlo dos veces. Fue hecho así, a prueba y error.
–Muchas veces hablamos de la épica y del coraje de los organismos. Tenías una hija chiquita, Victoria, de dos meses y medio. Y la dictadura estaba en su fase más alta del poder, ¿cómo se supera el temor para seguir luchando?
–Fue una cosa instintiva, hay muchas cosas que no recuerdo de los primeros días. Me dicen que yo ni comía nada, apenas ingería líquidos por el estado emocional en que me encontraba. No tenía dónde dormir, estuve una noche haciendo con mi hija el recorrido del colectivo 60, ida y vuelta. Esa es la parte no contada a veces, me da pudor, hubo muchas desgracias, mucho dolor. Tenía miedo en ese momento, pero lo tapaba, porque, no sé, hice cosas que pienso a la distancia y creo que ahora no podría hacer.
«En Familiares encontré el mismo lenguaje, la misma ansiedad de saber. Justamente para mí Familiares fue la familia, una familia ampliada que compartía todo.»
–¿Qué era lo que te impulsaba?
–Saber. Quería saber adónde se los habían llevado, llegaban noticias muy dispersas. Hasta que confirmé que a Ricardo lo habían llevado a la ESMA pasó mucho tiempo, mucho tiempo. Mientras tanto iba detrás de cualquier pista. Y llegué a Familiares y me preguntaron si me quería quedar, empecé a tomar denuncias, a organizar el archivo y así. La ventaja que teníamos como Familiares era que teníamos un lugar físico donde poder juntarnos. La Liga Argentina por los Derechos del Hombre nos había dado un espacio. Y eso nos daba más ventajas, que era poder hacer el archivo, tomar las denuncias.
–¿Qué encontraste en Familiares?
–El mismo dolor. Es decir, el poder compartir algo que a veces no podías compartir con la familia, porque les parecía que era pesado, que los comprometías, varias cosas que había que ir superando o aguantando. Y en Familiares encontré el mismo lenguaje, la misma ansiedad de saber. Justamente para mí Familiares fue la familia, una familia ampliada que compartía todo.

«El Espacio Memoria fue un triunfo, lograr que todos puedan saber lo que ahí pasó, que es el último lugar donde estuvieron mis compañeros. Es el triunfo de la verdad sobre el ocultamiento.»
–En 1998 presentaron junto a la Madre de Plaza de Mayo Laura Bonaparte un amparo para impedir el proyecto oficial para demoler la ESMA. ¿Qué representa que ahí, desde 2004, funcione el Espacio Memoria?
–Ni Laura ni yo pensamos que iba a pasar eso, lamentablemente Laura no lo pudo ver. Nosotras lo que no queríamos es que se tirara abajo. Nunca pensamos que iba a tener tanta repercusión internacional ni lo que sucedió después. Más allá de que ahora el Gobierno lo desfinancie, el Espacio Memoria fue un triunfo, lograr que todos puedan entrar libremente y saber lo que ahí pasó, que es el último lugar donde estuvieron mis compañeros. Es el triunfo de la verdad sobre el ocultamiento. Yo integro una organización italiana que se llama Libera y que trabaja para recuperar los bienes incautados al crimen organizado y restituírselos a la sociedad. Y la ESMA es eso: es un bien que logramos restituir para la sociedad.
–En 2024 murió Lita Boitano, histórica referente de Familiares y con quien dieron juntas mil batallas. Este año tus compañeros te eligieron como nueva presidenta del organismo, ¿cómo se continúa con ese legado?
–Lita era una persona muy particular, con mucho carisma y alegría de vivir, a pesar de que la vida la maltrató mucho. Fue viuda muy joven, tuvo que criar sola a sus dos hijos y luego ambos fueron desaparecidos por la dictadura. Lita transformó todo ese dolor en una lucha real, ella era una sonrisa que nos llenaba todo, con ese carisma especial, reivindicando su pertenencia al peronismo. Lita era sinónimo de vida. Entonces, me resulta pesadito el legado, pero lo honro pensando en Adriana y en Migue, que son sus dos hijos. Ella siempre me dijo que cuando no estuviera tenía que seguir llevando adelante el nombre de ellos, Migue era compañero mío de la facultad, a Adriana también la conocía. Trataremos de hacerle honor a ese legado.
«Si nuestro legado no termina ahí, tenemos la esperanza de que tal vez dentro de otros 50 años se pueda seguir hablando de lo que pasó en este país.»
–El año próximo se cumplen 50 años del último golpe de Estado y 50 años de Familiares. ¿Cómo se hace para mantener viva la memoria, en especial entre los jóvenes?
–En la Defensoría tengo a mi cargo el área de Memoria, Verdad y Justicia y justamente estamos pensando en actividades por los 50 años, especialmente destinadas a los jóvenes. ¿Cómo llegamos, cómo incidimos y cómo transmitimos? Ahí es donde creo que tenemos un grave problema, que es la transmisión, porque vivimos tiempos donde todo es rápido y es inmediato. Hoy todo el mundo tiene un límite de tiempo de atención y estamos viendo qué cosas vamos a hacer, pero dirigidas a esa población de jóvenes. Ellos son el legado, son los que tienen que transmitir. Si nuestro legado no termina ahí, tenemos la esperanza de que tal vez dentro de otros 50 años se pueda seguir hablando de lo que pasó en este país.
