25 de julio de 2018
Si la historia está compuesta de paradojas, Haití –el país más pobre de América– es un compendio de ellas. Paradoja 1. Después del terremoto de 2010 que dejó más de 200.000 muertos y cientos de miles sin hogares inmersos en ríos de destrucción y muerte, llegaron a la isla La Española decenas de organizaciones no gubernamentales (ONG) para ayudar a los afectados y contribuir a poner en pie lo mínimo para aliviar la desesperación de los más necesitados. Quienes tuvimos la oportunidad de ver el trabajo de algunas de estas ONG no podíamos dejar de sorprendernos de los cuantiosos recursos destinados a sostener estructuras manejadas por extranjeros que desconocían el terreno y que no reparaban en gastos para ellos. Paradojas de la historia, los ricos llegaban para ayudar a los pobres, pero gastaban fortunas en equipamientos modernos y camionetas 4×4 que no usaban los haitianos.
Paradoja 2. Naciones Unidas se mostró dispuesta a ayudar y armó un comité especial para la reconstrucción del país, pero puso al frente al expresidente estadounidense Bill Clinton, el mismo que reconoció que sus exigencias a gobiernos anteriores para que abrieran el mercado del arroz local para favorecer a sus productores de arroz había sido desastrosa para los campesinos haitianos.
Paradoja 3. El Fondo Monetario Internacional, comandado por economistas que ganan más de 10.000 dólares al mes, le impone al gobierno del presidente Jovenel Moise una reducción drástica de los subsidios a los combustibles y afecta a los más pobres que no ganan ni 100 dólares por mes. Para justificarlo, dicen que los subsidios benefician a los más ricos, como si los aumentos de precios de todos los productos subsidiados no afectaran a los más pobres. Sin embargo, los haitianos más pobres se levantaron masivamente contra las exigencias del FMI. Parece que se cansaron de las paradojas.