14 de noviembre de 2025
Claves de la elección de un triunvirato moderado para la central sindical en medio de tensiones internas, mientras el Gobierno impulsa con determinación su proyecto de reforma laboral.

Té para tres. Octavio Argüello, Jorge Sola y Cristian Jerónimo, el triunvirato que conduce la CGT.
Foto: NA
En medio de tensiones por el posicionamiento que la central deberá exponer ante la avanzada del Gobierno por la «reforma laboral», que implicaría el recorte de derechos de los trabajadores en pos de una supuesta «modernización», la Confederación General del Trabajo (CGT) eligió autoridades, ratificando el esquema de triunvirato que venía llevando adelante.
La nueva CGT surgida del Congreso Nacional Ordinario reflejó la apariencia de una renovación que solo buscó demorar decisiones y postergar los enfrentamientos que es factible que se susciten con el correr de los meses. Tras la contundente derrota de quienes proponían regresar al modelo único, Omar Maturano de La Fraternidad y el gastronómico José Luis Barrionuevo, quienes proponían regresar al modelo histórico del líder único y después de un duro pero breve debate que terminó por diluirse, se conformó la lista Azul y Blanca a la que terminaron adhiriendo más de 1.800 delegados de todas las corrientes.
Así fueron electos para el período 2025/2029 los triunviros Jorge Sola, del gremio del Seguro; Octavio Arguello, de Camioneros; y Cristian Jerónimo, del sindicato del Vidrio, cuyo nombramiento motivó el portazo del jefe de la UTA, Roberto Fernández. Hugo Moyano, que está enfrentado con su hijo Pablo, se convirtió sorpresivamente para algunos en uno de los negociadores de la variopinta confluencia, secundado por el canillita Omar Plaini. Asimismo, tuvieron una activa participación Gerardo Martínez de la construcción, el ferroviario José Sasia y el eterno colaboracionista José Luis Lingieri, de Obras Sanitarias. Cabe señalar que se retiraron de las deliberaciones unos 500 delegados, disconformes con las medidas que se adoptaron y no prosperaron las bulliciosas protestas de otras tantas representantes femeninas que pretendían el nombramiento como triunvira de la judicial Maia Volcovinsky. La cosecha de las mujeres sindicalistas fue exigua, apenas 3 cargos sobre unos 60 que se repartían.
La corriente combativa que había proyectado en su momento la posibilidad de constituir una lista propia y planteaba la vuelta a una secretaría general única resolvió finalmente desensillar hasta que aclare ante el clima de época evidenciado en la ola moderada que involucró a la mayoría de las organizaciones. Se sumó así por fuerza de las circunstancias a la postura de Gordos e Independientes que habían operado fuertemente para elaborar una fórmula de conciliación que permitiera evitar colisiones con la excusa de fortalecer internamente a la CGT para la pulseada con el mileísmo.
No obstante, sus principales representantes, el metalúrgico Abel Furlán; el titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, Juan Carlos Schmid; el bancario Sergio Palazzo; y el mecánico Francisco «Paco» Manrique se abstuvieron de ocupar posiciones importantes y dejaron esos lugares para las segundas líneas. En cambio, Héctor Daer, integrante de la anterior conducción. se quedó con la estratégica Secretaría del Interior que controla las delegaciones regionales.

Opiniones divididas. Más de 1.800 delegados apoyaron la lista única. 500 se fueron del congreso antes de votar.
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Sin plan de acción
Lo que sucedió para que las cosas se dieran de ese modo fue que el buen desempeño electoral de La Libertad Avanza dejó el camino expedito para que el Gobierno de Javier Milei le diera un fuerte impulso a la reforma laboral y ese factor determinó que el sector más conciliador del sindicalismo se hiciera fuerte e impusiera un criterio que consiste en negociar con habilidad y destreza aquellas cuestiones que interesan prioritariamente a la dirigencia tradicional. Basta con señalar que dos hombres que se caracterizaron siempre por su disposición a dialogar incondicionalmente con el oficialismo de turno, Andrés Rodríguez, de Unión del Personal Civil de la Nación, y Gerardo Martínez, ocuparán los cargos de Secretario General adjunto y la secretaría de Relaciones Internacionales, respectivamente. Por otra parte, era un secreto a voces en el recinto que tanto Martínez como Lingieri, ya habían comenzado a conversar con autoridades nacionales y gobernadores provinciales para morigerar o eliminar los puntos más ríspidos del proyecto de ley que ya están elaborando Federico Sturzenegger y el «círculo rojo», al punto de que el jefe de la Uocra se mostró dispuesto a discutir la flexibilización en el mismísimo Consejo de Mayo. No es casual, por lo tanto, que en el Congreso cegetista no se haya mencionado ningún plan de acción o medida de lucha.
A la hora de los discursos los oradores compitieron por mostrarse irreductibles en su oposición a la reforma laboral, aunque esa postura estuviera lejos de sus verdaderas intenciones. Jerónimo –estrechamente ligado a Gerardo Martínez– definió a la actual coyuntura como «crítica para el país y especialmente para la clase trabajadora» y aseguró: «No vamos a retroceder un solo paso en las conquistas y los derechos adquiridos por el movimiento obrero argentino porque la historia lo marca así». A su turno, Sola se mostró declarativamente más amigable. Después de remarcar «no nos van a correr diciendo que la libertad no necesita de justicia social», matizó: «Somos conscientes de que el mundo laboral ha cambiado. Las nuevas tecnologías, la robótica, la inteligencia artificial, nos atraviesan a veces sin pedirnos permiso», y añadió: «Por eso tenemos que mirar el futuro, pero no con el espejo retrovisor».
En otro segmento de su alocución disparó una frase que generó evidentes gestos de preocupación entre muchos de los delegados. Fue cuando en un claro mensaje al Gobierno precisó: «Estamos para incorporarnos a la discusión que sea necesaria» y definió como «tensión constructiva», la postura que adoptará la CGT. Como si el concepto no hubiese quedado claro, subrayó: «No le vamos a escapar al conflicto porque el conflicto en algún momento requiere una solución, pero rechazamos el enfrentamiento que lo que pretende es destruir al que está enfrente». Así las cosas, el devenir de los acontecimientos dirá si la «pax romana» podrá prolongarse, aunque todo indica que se aproximan tiempos tormentosos.
