Después de dos décadas, la liga italiana se ubica como una de las atracciones de Europa debido al arribo de Ronaldo a la Juventus. Con 33 años, afronta la misión de revalidar sus conquistas en Real Madrid. Los réditos económicos detrás de la transferencia.
27 de agosto de 2018
Destino de gol. Luego de nueve temporadas en la Casa Blanca, el portugués recibe el afecto de los aficionados en su llegada a Turín. (MEDINA/AFP/DACHARY)
Alas pocas horas de que la Juventus pusiera a la venta la camiseta de Cristiano Ronaldo, su nueva estrella, la tienda digital del club italiano sufrió un colapso. El sitio oficial se saturó de visitas, todos querían la camiseta 7, el número que le cedería el colombiano Juan Guillermo Cuadrado. La congestión produjo que la web no estuviera disponible por varias horas. Fue una buena señal, los primeros indicios de que el golpe estaba dado y de que el marketing comenzaba a dar sus frutos. Una heladería ya había incluido entre sus gustos el CR7, como se lo conoce al portugués. Los medios hablaban de la ronaldomanía.
También del negocio del siglo. ¿Lo era? Podría discutirse, pero lo que estaba claro era que el calcio, el fútbol italiano, regresaba después de al menos dos décadas a la centralidad de Europa.
Se supone que todo empezó con Diego Maradona en 1984 cuando pasó del Barcelona al Napoli. Desde ahí, el fútbol italiano fue el paraíso de los millones, una danza de la fortuna en la que cada club apostaba cada vez más. Un año antes, Udinese le había comprado el pase de Zico al Flamengo por cuatro millones de dólares. El Napoli acordó con el Barcelona quedarse con Diego por siete millones y medio de dólares, un pase récord. En el calcio estaban las figuras italianas, las que nacían en ese fútbol, como Roberto Baggio y Gianluca Vialli, pero llegarían más de afuera, como el argentino Claudio Caniggia y los holandeses Ruud Gullit y Marco Van Basten, estrellas del Milan que construía el magnate Silvio Berlusconi, quien también contrató jugadores que defraudaron como Gianluigi Lentini.
Escalada y crisis
Eran épocas doradas, con los comienzos de las transmisiones internacionales en vivo; el fútbol italiano era el fútbol que se quería ver. Todavía se recuerdan en la Argentina los partidos de los domingos por la mañana en la pantalla de Canal 9. La expansión del negocio en los 90 llevó a las nubes los mercados de pases. Berlusconi engordaba al Milan, pero Vittorio Cecchi Gori, empresario cinematográfico, compraba a Gabriel Batistuta para la Fiorentina. Sergio Cragnotti mandaba a la Lazio a cotizar en la Bolsa. Y Parmalat, el gigante lácteo, inyectaba dineros en el Parma, que ascendió desde la Serie C hacia el trono europeo. Calisto Tanzi, fundador de Parmalat, consiguió reunir a Tino Asprilla, al arquero brasileño Taffarel, al búlgaro Hristo Stoichkov, al italiano Gianfranco Zola con los argentinos Hernán Crespo y Juan Sebastián Verón, por el que pagó cuatro veces lo que había pagado la Sampdoria. Los jugadores podían usar el yate personal de Tanzi o su avión privado. Lo hacía Asprilla. Parmalat movía el 1% del Producto Bruto Interno de Italia.
Todo esa ostentación de riqueza se derrumbó. El desfalco de Parmalat, su quiebra, arrastró al equipo, que tuvo que refundarse bajo el nombre de Parma Calcio 1913. Recién esta temporada volverán a la Serie A después de haber penado en las categorías más bajas. Deberán enfrentar a Cristiano. Parece casi un resumen del calcio, que en todos esos años atravesó diversas crisis, con escándalos de dóping y arreglos de partidos, donde la Juve también fue protagonista. A eso había que sumarle que también se perdía el interés por el juego y la competencia. Las últimas siete ligas quedaron en manos de la Juventus. Y en las últimas quince temporadas solo fueron campeones Juventus (ocho veces), Inter (cinco) y Milan (dos).
Cuestión de marcas
Tal vez el pase de Cristiano a la Juventus sostenga esa hegemonía. Pero también rompa con la distancia que otras ligas europeas le sacaban a la italiana. En los últimos años, con Barcelona y Real Madrid, creció la española. Pero también la Premier League y la Bundesliga. Incluso la francesa, que ahora tiene a la selección campeona del mundo. Italia, además, ni siquiera estuvo presente en Rusia 2018. Esa ausencia resultó una paradoja cuando en la última semana del Mundial –al que se lo caracterizó por haber sido más de equipos que de estrellas– llegó desde Italia el anuncio del golpe de mercado de la Juventus con el portugués, los 100 millones de euros a cambio de que se mude de Madrid a Turín.
Madrid. Gol a la Juve por la Champions. (SORIANO/AFP/DACHARY)
Hasta ese momento, el último gran pase del fútbol italiano –el único en casi dos décadas–había sido el de Gonzalo Higuaín, en 2016, desde el Napoli hacia la Juventus. Con la llegada de Cristiano, el goleador franco-argentino se mudó al Milan. A Cristiano le quedará otro socio argentino, Paulo Dybala, uno de los primeros compañeros en saludarlo en las redes sociales y con el que comparte los ejercicios en las prácticas. «Cristiano ofrecerá una gran contribución técnica a Juventus y aumentará el nivel general del campeonato», analizó el exentrenador Dino Zoff. Lo que impone Cristiano es jerarquía.
Ganador de tres Balones de Oro, se convirtió en leyenda del Real Madrid al haberse quedado con otra Champions League. Por eso también es arriesgada la jugada de Cristiano, que a los 33 años, siendo ya una gloria merengue se fue de un club del que creyó que no lo valoraron lo suficiente y para el que hizo 50 goles por temporada durante nueve cursos seguidos, con dieciséis títulos. Una desmesura que será difícil de igualar en la Juventus. Y ahí también las dudas surgen sobre si el club de Turín hizo bien en poner ese dinero por un jugador que, aunque mantenga su nivel, posiblemente no iguale lo que hizo en Madrid y, mucho menos, tenga algún tipo de poder de reventa. Pero, en todo caso, ¿es lo que importa? ¿O lo que importa es el golpe? ¿O los negocios llegan por otro lado?
La familia Agnelli, que además de controlar la Juventus controla Fiat, pero además posee paquetes accionarios en Ferrari y Chrysler, sabe que Cristiano representa una apertura a otros negocios. Andrea Agnelli, el nuevo jefe del portugués, hace cuentas con la venta de camisetas, pero también con el posicionamiento de la marca. En Italia, algunos recordaron lo que significó para Ferrari tener al alemán Michael Schumacher como piloto de F1. Pero, además, también se relamen sus rivales. La prensa hizo cálculos: el fútbol italiano podría aspirar a aumentar sus ingresos por derechos televisivos en un 30%.
Con Cristiano, que ganará 30 millones de euros neto por cada temporada de las cuatro que firmó, la Juventus espera mantener su dominio en las dos principales competencias locales y, sobre todo, conquistar la Champions League después de 22 años. Y también aumentar en 400.000 por año su venta de camisetas, lo que le representaría solo en ese ítem una ganancia que supera el dinero del contrato del portugués.
El furor por Cristiano hizo que se vendieran 50 millones de euros en el primer día, cuando colapsó la tienda digital, signo claro de la ronaldomanía.