La desobediencia paraguaya

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La decisión del presidente del Paraguay, Mario Abdo Benítez, de trasladar nuevamente su embajada en Israel sorprendió a propios y ajenos.
Poco antes de abandonar la presidencia, Horacio Cartes había decidido mudarla de Tel Aviv a Jerusalén en sintonía con Donald Trump. Apenas Guatemala y Paraguay siguieron los pasos de la Casa Blanca. El resto de los países considera que la resolución de Trump modifica el escenario y contribuye a paralizar la negociación entre israelíes y palestinos.
En la guerra de 1967, el ejército israelí ocupó la parte oriental de Jerusalén, que desde el armisticio de 1949 estaba en poder de Jordania, mientras Israel controlaba la parte occidental.
Las Naciones Unidas nunca reconocieron la ocupación y la resolución 242 del Consejo de Seguridad conmina a Israel a retirarse de esos territorios, algo que no sucedió hasta ahora.
Las diversas administraciones estadounidenses han avalado la política de hechos consumados de Israel que –además– decidió que Jerusalén fuera su capital «eterna e indivisible».
Trump, en un gesto de apoyo incondicional, anunció que llevaría su embajada a Jerusalén para ratificar la alianza con Israel, aunque los palestinos claman por un Estado propio con Jerusalén oriental como su capital.
El gobierno israelí respondió a la nueva mudanza ordenando el cierre de su embajada en Asunción. Acto seguido, el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, se comunicó con Abdo para que revirtiera el decreto .
Algunos leen la medida del mandatario paraguayo como una revancha hacia Cartes, con quien mantiene diferencias. Pero desató la furia de dos poderosos con quienes no se juega. ¿Lo sabrá Abdo?

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