De los 26 participantes de la Superliga, 11 no son de Buenos Aires y varios de ellos vienen ganando terreno en el ámbito local e internacional. Los casos de Godoy Cruz, de Mendoza, Atlético Tucumán, Talleres de Córdoba, Colón y Unión de Santa Fe.
14 de noviembre de 2018
De primera. Ángel González, delantero del Tomba, define ante Nereo Fernández, arquero tatengue, en un duelo entre dos animadores en Santa Fe. (Télam)
l 16 de octubre de 1968, cuando Estudiantes de La Plata ganó la Copa Intercontinental frente al Manchester United en Inglaterra, algo se rompió. Lo primero que aparece cuando se recuerda ese episodio es que el triunfo del equipo de Osvaldo Zubeldía abrió –o ensanchó– una grieta en el fútbol argentino. Pero por encima de eso, esa victoria en tierra inglesa significó el triunfo del pequeño contra el poderoso. Se cumplieron cincuenta años el mes pasado. Y así lo eligieron pensar algunos, casi como si se tratara de un tramo más del 68, ese año insurrecto. Estudiantes fue el primer equipo argentino considerado chico que se subía a la élite del fútbol mundial. Fue, además, el que quebró la hegemonía porteña y conurbana. Aunque no es lo que se llamaría el interior, desde la sede de Estudiantes había que marcar un prefijo de larga distancia para llamar a la AFA, un ente que siempre se reivindicó federal, pero que mantuvo una centralidad en Capital y alrededores.
Eran años en los que se jugaba el Metropolitano y el Nacional, una estructura de torneos que se desmontó en 1985 y que intentaba abarcar diferentes rincones del fútbol del país. Pero todo siempre volvía a los cincos grandes, a lo porteñocéntrico, a la provincia de Buenos Aires, el territorio con más estadios de fútbol del país. Sin embargo, a fuerza de triunfos, a veces a los codazos, el interior se hace lugar en el mapa de la pelota. De los veintiseis equipos que disputan la Superliga, once no son de Ciudad y provincia de Buenos Aires. Y al menos tres de ellos animan el campeonato. Son Atlético Tucumán, Unión de Santa Fe y Godoy Cruz, de Mendoza, que ya acostumbró a todos a mostrarse arriba.
Pasado y presente
Tucumán es la mejor expresión de esta historia. Hasta expone el pasado porque muestra, incluso, cómo impactaba el campeonato Nacional en las provincias. Atlético es un fenómeno aparte. Pero el ascenso de San Martín de Tucumán, a mediados de año, generó la segunda plaza para los tucumanos en primera división. En diciembre, cuando se juegue por la 14º fecha de la Superliga el clásico provincial, será la primera vez que eso suceda desde la reestructuración de los campeonatos de 1985. Es decir, desde el final del Nacional, un torneo que reunía a los clubes que se clasificaban desde el Metropolitano con los de las ligas provinciales y regionales. Y San Martín, a la vez, encontró en primera a su clásico de homónimos: el San Martín de San Juan, que acompaña a Godoy Cruz en la representación de la región cuyana en primera división.
Atlético Tucumán, por su parte, ascendió hace tres años. Más que un ascenso, fue una escalada. Clasificaciones a Copa Sudamericana y Libertadores, con actuaciones épicas, como la de Quito frente a El Nacional de Ecuador el año pasado. En la actual edición de la Libertadores avanzó hasta los cuartos de final, donde perdió con Gremio. Y a la vez no descuidó el torneo local, donde se ubica en las primeras posiciones. Tucumán se mueve a su ritmo. El equipo de Ricardo Zielinski muestra personalidad y hasta su figura parece salida de un cuento. Luis Rodríguez, la Pulga, goleador de la Copa Sudamericana 2017, es la representación del equipo. De un humilde que no le tiene miedo a nada. «Nosotros podemos hacer buenas campañas que de todas maneras casi nadie habla de lo que generamos», le dijo hace un tiempo Zielinski a la publicación El Enganche. Y concluyó: «El federalismo no existe, ni en el fútbol ni en la política».
El caso de Atlético Tucumán puede asemejarse al de Godoy Cruz, un equipo que puso a jugar a Mendoza entre los grandes. A los que, además, les dio pelea. Ascendió hace doce años y aunque volvió a caer a la B Nacional en la temporada siguiente, se levantó al año. Desde ahí logró clasificar a la Copa Sudamericana (2011 y 2014) y también a la Copa Libertadores (2011, 2012 y 2017), aunque un dato muestra mejor que ninguno su regularidad: está cuarto en la tabla de los promedios, detrás de Boca, Racing y River, sobre todo gracias al último torneo, donde terminó en la segunda posición, atrás del equipo de Guillermo Barros Schelotto, por lo que además jugará la próxima Copa Libertadores.
Tradición reforzada
Pero si Tucumán y Mendoza pueden considerarse plazas con menos tradición en primera, o al menos con menos tiempo de estadía en la categoría, Santa Fe y Córdoba son un destino permanente para todo equipo de Buenos Aires. Ambas provincias tienen en Primera a su par de equipos, a sus clásicos. Talleres volvió a la categoría principal hace dos años y se reencontró con Belgrano, establecido hace tiempo y con buenas campañas, en su momento de la mano del entrenador que ahora comanda Atletico Tucumán, el ruso Zielinski.
Pero tanto Santa Fe como Córdoba no solo están metidos en la discusión del fútbol argentino, también pulsean en el continente. La T terminó en la quinta posición la última Superliga, lo que le valió ganarse un lugar en la Libertadores 2019, dado que disputará el repechaje. Al cierre de esta edición estaba expectante de lo que pasará con la final entre Boca y River. Si Boca gana, Talleres comenzará su participación en la fase de grupos. Y también Belgrano estaba atento. Porque si Boca se impusiera y a la vez River ganara la Copa Argentina, jugaría la Copa Sudamericana por cuarta vez.
Santa Fe ya tiene asegurado dos lugares en esa competición. Tanto Colón, que llegó a octavos en la edición de este año, como Unión, se aseguraron la clasificación para la Sudamericana del año que viene. Para el conjunto tatengue será la primera vez en un certamen internacional. Porque en 1979 perdió una liguilla pre-Libertadores frente a Vélez. Y en 2015 se quedó en la puerta de la Sudamericana frente a Aldosivi de Mar del Plata, otro equipo de larga distancia que se gana su lugar.
Pudo haber sido producto de la expansión a treinta equipos del torneo de primera propiciada por Julio Grondona antes de morir. Pero también un producto de gestiones más prolijas. De talentos que crecen en todo el país y no necesitan irse a Buenos Aires para buscar la salida al exterior. La Superliga llegaba para reforzar el lugar de los grandes, sobre todo de Boca y River, emulando el modelo español. Pero el interior resiste. El fútbol, por supuesto, no es solo Buenos Aires.