Podemos: un largo camino

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La irrupción de Podemos en 2014 cambió el escenario político del Reino de España. Menos de 3 años después de las movilizaciones de mayo de 2011 contra las políticas neoliberales del Partido Socialista (PSOE) y del Partido Popular (PP), surgió un movimiento que parecía capitalizar la protesta social de los «indignados».
La primera aparición de Podemos fue en las elecciones al parlamento europeo en 2014 y la sorpresa fue mayúscula al convertirse en la cuarta fuerza a nivel del Estado y tercera en Madrid. Por primera vez desde el fin de la dictadura, los dos grandes bloques no lograban el 50% de los votos, lo que marcaba el fin de un bipartidismo que parecía inamovible. Podemos se presentaba como emergente de las protestas y de los deseos de cambio de millones de jóvenes. No solo eso, Pablo Iglesias, principal dirigente, decía que no aspiraban a ocupar un lugar testimonial, sino llegar al poder y cambiar el rumbo del país, plurinacional, y con la problemática catalana y vasca siempre presente.
La expectativa fue gigantesca porque la joven fuerza puso la vara muy alta y su desparpajo parecía augurar un éxito pronto. Podemos tejió alianzas con formaciones regionales y sumó a Izquierda Unida, liderada por el antiguo Partido Comunista. El ascenso fue tal que en las elecciones de 2016 Podemos pensó que le podía arrebatar el segundo lugar al PSOE, y Pablo Iglesias se apresuró a ofrecerse como vicepresidente de un gobierno socialista. Sin embargo, salió tercero y Mariano Rajoy del PP siguió en el gobierno. En 2019 Podemos obtuvo apenas 600.000 votos menos que el PP. No es poco para una fuerza nacida hace 5 años. El camino para la construcción de nuevas mayorías suele ser largo y tortuoso. La ilusión es un componente esencial para lograrlo, pero con eso no alcanza.

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