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Después de evaluar el retiro, el cordobés Juan Ignacio Londero obtuvo su primer título ATP y un gran torneo en Roland Garros. Guiado por su nuevo equipo de trabajo, aspira a situarse entre los mejores y representar a Argentina en la Davis.

Proyección. Desde Villa María a París, el argentino pretende llegar al top ten. (Kenzo Tribouillad/AFP/Dachary)

La vida tenística de Juan Ignacio Londero dio un giro inesperado en poco más de un año. De pensar en el retiro, fundamentalmente por los malos resultados y las dificultades económicas para competir, el cordobés pasó sin escalas a jugar ante Rafael Nadal en el court central de Roland Garros en el primer Grand Slam de su carrera. Un presente inmejorable que, a los 25 años, le permite proyectar nuevos y trascendentes desafíos. Lo avalan sus últimos rendimientos. El trofeo obtenido en el Córdoba Open, su primer campeonato en el circuito ATP, le permitió tomar confianza: con ese logro como estímulo, Londero hoy figura entre los 60 mejores del mundo y aspira a seguir avanzando en el ranking rumbo a uno de sus objetivos: situarse en el top ten. El otro, más próximo en el horizonte, será representar a Argentina en la renovada Copa Davis.
«Mi meta es llegar y mantenerme en la élite. Jugar mucho, todos los años que pueda. Ojalá llegue a estar entre los 10 mejores», sostuvo el cordobés después de arribar a los octavos de final en París, la ciudad que alberga a uno de los dos certámenes más importantes de este deporte. Allí, Londero cumplió un sueño, ese que comenzó a forjar en el club Huracán de Jesús María, donde su papá Eduardo, el «Topo», aún hoy tiene una agencia de quiniela. De él heredó el amor por el tenis y el apodo de «Topito».
Por esas dificultades y obstáculos que debió sortear en casi una década, la actualidad de Londero merece destacarse. Alcanza con revisar momentos de su carrera. Pese a sumar puntos en el circuito con 17 años y situarse entre los 200 mejores jugadores del planeta cuatro años después, el cordobés no consiguió concretar el denominado «salto de calidad». Dolores recurrentes en la espalda, unas paperas justo cuando estaba regresando a los courts y problemas económicos al no tener un sponsor fuerte que le solventara las giras conspiraron contra su desarrollo. «A veces tenés que luchar por hoteles y por comida. Y hay que ganar. Perdés y chau», recordó en una entrevista reciente.

Otra raqueta
En ese contexto, durante una gira por México en 2017, Londero evaluó la posibilidad del retiro. Una sucesión de factores se combinaron para evitar el final de su carrera. Por un lado, su papá, como ocurrió cuando era chico, logró convencerlo de que continuara. A ello se sumó la presencia de Andrés Gringo Schneiter, un reconocido entrenador, quien comenzó a trabajar con él en base a una nueva rutina de entrenamientos. Con el excoach de Mariano Puerta y Franco Squillari, entre otros, el cordobés recuperó la confianza y ganó los challengers de Ciudad de México y Marburg para terminar 2018 en el puesto 118 del escalafón, en lo que sería la antesala de su explosión en esta temporada.
Fue el Gringo, precisamente, quien no solo le inculcó conceptos de juego y entrenamientos rigurosos sino también mentalidad ganadora para progresar. Ese espíritu mostró Londero en el Córdoba Open, el torneo al que llegó con una invitación especial y sin haber ganado, previamente, ni un solo partido en el circuito de ATP. El Topito fue campeón con dos recompensas valiosas: un cheque de 91.000 dólares y 250 puntos que lo depositaron en el puesto 69 del ranking.
Sin ir más lejos, y luego de Roland Garros y Wimbledon, el cordobés buscará seguir su evolución cosechando triunfos para escalar en el ranking mundial y, a su vez, para ganarse la consideración de los entrenadores del equipo de Copa Davis. No se trata de compromisos sencillos teniendo en cuenta la exigencia de los torneos, aunque Londero cuenta con un equipo de trabajo que supo fortalecerlo en el plano mental. Un atributo que, ahora ya instalado en la escena principal del circuito, le permite soñar con logros más relevantes.

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