Ruidos molestos

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Los bocinazos, un taladro que atraviesa el asfalto, el trabajo de los motores de los autos y colectivos, sirenas y más fuentes de ruido son parte de las ciudades y tradicionalmente conforman un problema desatendido: la contaminación acústica.
En 2017, un relevamiento realizado por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Palermo en conjunto con el Consejo Económico y Social porteño midió que la intersección de las avenidas 9 de julio y Corrientes era el punto más ruidoso de la ciudad, en donde se registraron 76,18 decibeles (dB). La OMS, que considera al problema ni más ni menos que una «amenaza a la salud pública», señala que tras superar los 70 decibles los ruidos comienzan a ser molestos, mientras que luego del límite de los los 90 dB ya pasan a ser considerados dañinos para la salud.
Según el Mapa del Ruido elaborado por el Gobierno porteño, en la mayoría de las avenidas los niveles de ruido se encuentran entre los 75 y 80 dB. La forma de abordarlo tiene que ver con el control de los vehículos que más ruido generan, con impulsar un cambio cultural por parte de quienes tocan bocina y con la construcción de edificios que mitiguen las emisiones de sonidos elevados.  

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