Un grupo de madres de Hurlingham logró que se sancione una ordenanza de avanzada: el municipio producirá cannabis para uso medicinal. Aprobada por unanimidad en el Concejo Deliberante, la disposición también prevé la distribución gratuita.
27 de noviembre de 2019
Annanda. La organización está integrada por familiares de chicos con distintas patologías. (Horacio Paone)
Aprobada la ley 27.350 que autoriza el uso de cannabis medicinal, cientos de familias que lo venían utilizando en la clandestinidad, se esperanzaron. Sin embargo, hoy el aceite no se produce legalmente en el país y comprarlo sin obra social puede llegar a costar más de 30.000 pesos. En la reglamentación, el macrismo solo autorizó su uso para los casos de epilepsia refractaria y no impulsó la producción estatal estipulada en sus artículos.
Sabiendo que el sufrimiento de sus hijos no espera, un grupo de madres cultivadoras de Hurlingham (ANNANDA Cultiva) logró una ordenanza de avanzada: el Estado municipal cultivará y producirá cannabis y sus derivados para uso medicinal. La disposición, aprobada por unanimidad en el Concejo Deliberante, también establece la distribución gratuita en las salas de salud locales.
Casandra Collazo, presidenta de ANNANDA y quien comenzó con esta lucha en la zona, cuenta que a su hijo Zion, con dos tumores cerebrales, le habían dado dos años de vida y que a los pocos meses de comenzar con el aceite, producido por ella misma, pudo retirarle los siete fármacos recetados y su salud mejoró. Hoy con 8 años, el chico juega mientras su mamá cuenta cómo fue trabajar en la ordenanza: «Me contacté con el jefe de neurología del Hospital Gutiérrez, Carlos Magdalena, quien casualmente trabajaba también en Hurlingham. Él nos orientó para redactar el proyecto».
Luego de un año de trabajo, reuniones y charlas informativas de más de 300 personas, desde el oficialismo local –del Frente de Todos– aseguran que la medida, votada también por las bancadas de Cambiemos y el Frente Renovador, fue la más apoyada en los últimos años. La ordenanza se basa en los artículos aprobados en la ley nacional que no se estaban cumpliendo: «Si nadie produce lo hacemos nosotros», explica Collazo sobre el artículo 10, y habla también de cómo crearon un consejo consultivo que incluye a científicos, médicos y familias, para aportar su conocimiento casi único en la materia, pero además para seguir de cerca lo pactado.
Trazabilidad y bioseguridad
Además de cultivos para investigación, como sucede en las localidades de Lamadrid o San Vicente, el municipio producirá en un laboratorio propio. Martín Rodríguez, presidente del Concejo Deliberante local, señala: «La producción pública va a garantizar la trazabilidad, bioseguridad y vamos a saber qué y cuánto de cada cepa tiene el producto. Hoy se compra por páginas web sin ninguna seguridad de qué calidad tiene el producto y cómo se produjo». Iván Pereda, papá de Nehemías y experto cultivador, explica cómo es la situación actualmente: «Nuestros hijos son los “chanchitos de Indias”. Vamos observando cómo lo hace cada uno y qué efectos tiene».
Sin embargo, han surgido choques con la comunidad médica. Lorena Lezcano, mamá de Nehemías, relata que cuando le contó al psiquiatra que hacía meses que a su hijo le suministraban el aceite, razón por la cual se lo veía mucho mejor, el profesional en un primer momento se enojó y pidió no atenderlos más. Sin embargo, una hora después, ya se estaba comunicando para pedirle disculpas e interesarse por el producto.
«Es tan evidente el cambio que no les queda otra», asegura Romina Medina, mamá de Greta, y cuenta el caso de su hija: «Greta tiene síndrome de DiGeorge y epilepsia refractaria. Tomaba ocho fármacos todos los días. Llegó un momento que se la pasaba llorando y gritando. Solo decía palabras sueltas. Veía muchos videos de música infantil pero no podía cantar. Con su primera dosis ya vimos cambios. Esa noche la oímos cantar: “Hay un jardín/ hay un lugar”». Lorena, en tanto, cierra la idea: «Juntarse con otra gente, cultivar: sana. Sana a nuestros hijos y a nosotros».