12 de febrero de 2014
Una vez más nos terminan metiendo la mano en el bolsillo, y los usuarios del transporte público somos los que terminamos pagando los subsidios a las empresas. Como si no hubiese sido suficiente el aumento del colectivo de, por ejemplo, $1,70 a $2,85, ahora también vuelve a subir el precio del boleto de subterráneo. La verdad hay que decirla: no hace tanto que, cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se hizo cargo de la empresa de subterráneos, en pocos días llevó el pasaje de $1,10 a $2,50, ¡mucho más del 100% de aumento! Pero el Gobierno porteño no se detuvo allí y ya anunció, a partir del primero de marzo, el aumento de boleto pero con tarifas diferenciadas. Por lo pronto, el que ahora cuesta $3,50 va a costar $4,50, luego habrá otras tarifas según la cantidad de viajes que se hagan el mes.
No sé si esto es caro o no, a mí me va resultar un verdadero esfuerzo si sumo lo que gasto en mes por viajes en subte. Lo único que sé es que mi sueldo sigue por el piso, y lo poco que se gana en las paritarias se lo comen rápidamente los aumentos de precios propiciados por muchos grandes empresarios que hacen sus grandes ganancias a costa de los que cobramos un salario mensual.
Me parece que en esto, como en muchas otras áreas de la gestión del Gobierno porteño, el único fin que se persigue es desalentar el uso de determinados servicios o derechos para que sólo puedan ser utilizados por la gente adinerada que puede pagarlo. «¿Tenés para pagar un subte caro?». «Viajás». «¿No tenés?». «Tomate el colectivo y tardá el doble de tiempo». Ese el mensaje. Y no es sólo el transporte público. Lo mismo ocurre con la escuela y con la salud públicas de esta ciudad. Lo que hacen es empujar a la gente a utilizar empresas y servicios privados, más «eficientes». Esta película ya la vimos en los 90.
Julia Figueroa
Ciudad de Buenos Aires