25 de febrero de 2014
Nadie se sorprendería hoy de ver a un trapecista volando en una plaza o a un lanzallamas escupiendo fuego en el semáforo de una avenida. Sin embargo, hace medio siglo, ninguna de esas situaciones podría haberse integrado con tanta naturalidad al paisaje urbano por fuera de un circo. Pararse de manos, hacer malabares o caminar sobre una cuerda no eran más que artes confinadas a la minúscula comunidad trashumante de carpa y carromato. Con el tiempo, la paulatina aparición de escuelas y talleres privados popularizó esas destrezas fuera de su hábitat original, recibiendo a jóvenes ávidos de educarse en el oficio. De aquel interés se hicieron eco dos universidades nacionales, la de San Martín (UNSAM) y la de Tres de Febrero (UNTREF) que, a partir de 2009, incorporaron las artes circenses a su oferta académica.
Formalización de la actividad, profesionalización de los artistas y gratuidad en la educación son algunos de los principios fundantes que hermanan a ambas propuestas. ¿En qué se distancian las alternativas aranceladas de las universitarias? Gerardo Hochman, director del Área de Circo de la Unidad Académica de las Artes de la UNSAM y fundador de la Escuela de Circo La Arena, considera que la posibilidad de integrarse a un programa intensivo y diario es «un gran salto para los alumnos de talleres pagos, de 2 veces por semana y una sola disciplina». Otra novedad es la gratuidad que conlleva el financiamiento estatal. «No hay una línea trazada entre quién puede pagar y quién no», destaca.
En su vecina de Tres de Febrero, el panorama parece igual de alentador para los cirqueros. Desde hace 4 años, Gabriela Ricardes coordina la Licenciatura en Artes del Circo de la UNTREF, desde la que percibe cambios no sólo para los artistas, sino también para los espectadores. «La creación de la carrera tiene múltiples consecuencias, tanto para el que la toma como para el que consume arte circense, porque propone nuevos parámetros para mirar, aprender y conocer. El reconocimiento hace que todo el entorno tenga que repensarse».
En esa nueva valoración se juega, en palabras de Ricardes, «el rescate del universo amplio de las artes del circo», antes un saber de «transmisión más endogámica» en el seno de una familia de circo, luego en talleres y escuelas, y ahora en la universidad. En la misma sintonía opina Walter Cenci, secretario académico de la Unidad Académica de las Artes de la UNSAM: «Las universidades suelen atravesar procesos de incorporación de saberes que en principio les eran ajenos o tenían una legitimación por fuera del sistema universitario, que tradicionalmente aloja carreras como Ingeniería. Sin embargo, siempre ha sido hospitalario con saberes que no vienen de su tradición. En el caso del circo, el salto es muy pronunciado porque es todo un desafío».
—Daniela Rovina