La recuperación del cementerio de la población afrodescendiente de Ingeniero Sajaroff permite reconstruir una herencia silenciada. La historia de una comarca de pioneros, gauchos judíos y negros que llegaron de Brasil huyendo de la esclavitud.
12 de marzo de 2020
Memoria. Las 26 tumbas con sus cruces de hierro guardan los restos de los primeros habitantes.Acá están sepultados los angelitos de la tía Victoria y al lado los mellicitos de Sinforoza… a las criaturas les hacían este corralito de hierro, tal vez para que parezca una cuna, ¿no? –comenta con pena Soledad Ramírez, caminando respetuosamente junto con Isabel Pérez y Juana Evangelista entre las cruces herrumbradas y los pastos silvestres del cementerio maneco de Ingeniero Sajaroff, una comarca entrerriana vecina a la ciudad de Villaguay que está incluida en el Circuito Histórico de las Colonias Judías fundadas por inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX huyendo de las persecuciones (pogroms) de la Rusia zarista. La palabra «maneco» hace referencia a la población negra, que también llegó a esta comarca en el siglo XIX.
Ramírez, Pérez y Evangelista son afrodescendientes y tomaron el compromiso de unirse al colectivo de vecinos, autoridades de Gobiernos (comunal, provincial y nacional), académicos, miembros de asociaciones afros, educadores y estudiantes para recuperar el Cementerio de los manecos y visibilizar la presencia negra en la región. «Estamos muy agradecidas a Abraham Arcushin, un médico de Villaguay estudioso de la historia de los manecos, porque a partir de sus investigaciones recuperaremos este cementerio y la memoria de los pobladores negros que llegaron en 1872 huyendo de la esclavitud en Brasil, como Gregorio Manuel Evangelista y varias familias, establecidas antes de que vinieran los inmigrantes judíos», informa Ramírez, dando detalles precisos de cómo era la vida en La Capilla, nombre fundacional del lugar.
Invisibles
El abandono del cementerio maneco, con sus 26 tumbas, tiene varias décadas, pero mucho más tiempo lleva la invisibilización que sepultó la cultura afro en Argentina, como parte del proceso, no exento de violencia, de constitución de un Estado Nacional eurocentrista. Según María Lamadrid, argentina descendiente de la etnia zulú y fundadora de la ONG África vive, en nuestro país hay 2 millones de varones y mujeres descendientes de los esclavos y esclavas de la época de la colonia. El censo de 2010 arrojó la cifra de 149.493 afrodescendientes. Un dato –no menor– proviene del censo de 1778, cuando la población de origen africano en nuestro país ascendía al 46%.
Jaime Vélez es el presidente comunal de Ingeniero Sajaroff –rebautizado así en honor a Miguel Sajaroff, «gaucho judío» y pionero del cooperativismo agrario argentino– y acompaña a las manecas por el interior del antiguo cementerio: «Vamos a realizar la mensura del cementerio y habrá una expropiación para avanzar con la reconstrucción del muro perimetral», asegura Vélez, y subraya que para lograr una tarea profunda sobre la visibilidad afro fue crucial el compromiso del Estado provincial a través de la Dirección de Formación y Diversidad Cultural y el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Antonio Serrano, de Paraná.
Ricardo Moreyra, profesor de historia, es responsable, junto con sus alumnos Natalia Leiva (afrodescendiente) y Adalberto Núñez, y estudiantes de 6º año de la Escuela Secundaria 13 La Capilla, de Ingeniero Sajaroff, del proyecto «Tras los pasos perdidos», premiado en varias instancias entrerrianas y representante de la provincia en la Feria de Innovación Educativa en Tecnópolis: «La esencia del trabajo fue concientizar sobre los olvidados de la historia –asegura Moreyra– y el tema surgió entre los propios alumnos que fueron más allá de revalorizar el cementerio de los manecos, para profundizar sobre cuál fue el proceso histórico que llevó a la invisibilización afro y poner en relevancia la negritud y toda su influencia en nuestra diversidad cultural».