Economía

Fuerte impacto

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Los primeros datos oficiales, en el marco de la crisis económica como consecuencia de la situación preexistente y de la pandemia, muestran una caída del empleo registrado y del salario. Crecimiento de trabajadores informales y cuentapropistas.


Construcción. En los últimos 12 meses, el sector tuvo la mayor retracción en puestos formales. (Jorge Aloy)

La propagación del coronavirus y sus consecuencias sobre la economía a nivel mundial permiten augurar, en el ámbito regional y nacional, no solo una caída del Producto Interno Bruto (PIB) sino también del empleo. A nivel regional, la CEPAL actualizó sus pronósticos económicos a cuatro meses de la pandemia, donde incrementó la caída del PIB en casi todos los países del continente durante 2020. «En el caso de Argentina –señala el informe–, la previsión es que el PIB se desplomará un 10,5%», cuatro puntos por arriba al estimado por el organismo dos meses atrás (6,5%). En lo relativo a la desocupación en la región, la CEPAL estima un 13,5%, donde «el número de desempleados llegaría a 44,1 millones de personas, lo que representa un aumento cercano a 18 millones con respecto al nivel de 2019 (26,1 millones de desocupados)». En la misma línea, el Observatorio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) publicó un trabajo en el que señala que, en el segundo trimestre del año, se perdieron, a escala mundial, 400 millones de empleos a tiempo completo. «Un incremento considerable con respecto a las estimaciones del Observatorio anterior que preveía una disminución de 10,7% (305 millones de empleos)». En el estudio se advierte que el agravamiento de la situación repercute con más fuerza en las economías en desarrollo, siendo «la región de las Américas la de mayor pérdida (18,3%)». También las Naciones Unidas, en su informe COVID-19 en Argentina advierte sobre «un fuerte impacto en el mercado de trabajo de Argentina, que ya acusaba una situación de debilidad antes de esta emergencia sanitaria». Sin embargo, cabe aclarar que la pandemia y el ASPO solo dejaron al descubierto una situación preexistente en el país: una estructura ocupacional con una importante heterogeneidad estructural caracterizada por importantes proporciones de ocupados en situaciones de informalidad, precariedad y desprotección.
De acuerdo con datos del INDEC para el primer trimestre de 2020, la tasa de actividad se ubicó en 47,1%, la de empleo, en 42,2%, y la de desocupación, en 10,4%. Pero lo más relevante se puso en evidencia en la presión sobre el mercado de trabajo (desocupados, ocupados demandantes y disponibles), que subió del 33,9% al 34,9%. Más personas, aunque ya tuvieran, siguieron buscando trabajo para aumentar sus ingresos. «Si sumamos desocupados y ocupados demandantes obtenemos la proporción de la Población Económicamente Activa que está buscando trabajo. El dato nacional es impactante (28,3%), pero en algunos aglomerados lo es más aún: en Córdoba llega al 42%», señala Luis Campos, coordinador del Observatorio del Derecho Social de la CTA-Autónoma. «La situación es más grave aún ya que lo único que viene creciendo son las modalidades precarias de inserción ocupacional. Los cuentapropistas representaron el 22,3% del total de ocupados (contra el 21,3% un año atrás) y los asalariados registrados crecieron del 35% al 35,8%. En conclusión, antes de la cuarentena el mercado de trabajo venía deteriorándose, incluso en comparación con los datos muy malos del primer trimestre de 2019. Todo lo que vendrá a partir de ahora será mucho peor, pero no deberíamos olvidar cuál era el punto de partida», señala Campos.

Escenario
Los datos del primer trimestre de 2020 difundidos por el INDEC –que computan solo 10 días del ASPO, sobre los 90 totales– muestran una caída interanual de 152.000 empleos de asalariados formales (–1,5%), un aumento de 93.000 asalariados informales o «en negro» (1,3%) y de 237.000 cuentapropistas (4,5%), en su mayoría informales, de pocas horas o «changas». En los últimos 12 meses, la mayor caída de los puestos registrados (en blanco) correspondió a construcción (–16%), seguida por industria (–4%) y comercio (–1,8%). Mientras que la mayoría de los puestos asalariados no registrados se concentran entre el personal doméstico, comercio, construcción, agricultura y ganadería, servicios sociales y salud privados, transporte y comunicaciones y hoteles y restaurantes. Un dato llamativo, aunque no novedoso. Tres sectores tienen más puestos laborales de asalariados «en negro» que «en blanco»: construcción (57,3%), agricultura y ganadería (58%) y personal doméstico (69,8%).
«Los primeros números oficiales sobre empleo registrado en mayo muestran que se acelera la caída de la cantidad de trabajadores de acuerdo con las declaraciones juradas que presentan los empleadores en el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). En el primer trimestre, la variación interanual fue de –2,5%; mientras que, en abril, –4,2% y en mayo –6,3%», sostuvo Campos. A su vez, de acuerdo con la AFIP, en mayo, la cantidad de trabajadores cotizantes del SIPA cayó casi 1,75 millones (1.747.878) a mismo mes del año anterior, un –19,8%. Por su parte, distintas consultoras privadas coinciden en que 2020 cerrará con una tasa de desempleo nacional cercana al 13,5%, el mismo porcentaje que estimó la CEPAL para la región. Por ejemplo, Ecolatina destaca que «los principales afectados por el deterioro del mercado laboral son los trabajadores informales y cuentapropistas, a quienes, en muchos casos, la merma en los ingresos podría ocasionarles caer por debajo de la línea de pobreza». Asegura, además, que habrá «una pérdida de 400.000 asalariados privados registrados».
Las perspectivas para este año tan peculiar de quienes dependen de un salario no son de las mejores. Si bien la reducción de los salarios vía inflación fue una constante en los últimos cuatro años, los datos de mayo no permiten avizorar un panorama mucho mejor. Consultoras privadas estiman que con expectativas inflacionarias de entre 43% y 49%, difícilmente los salarios acompañen el aumento de los precios. Un informe de la consultora PriceWaterhouseCoopers (PWC) sobre 200 empresas de distintos sectores señala que la pandemia redujo drásticamente las perspectivas de aumento salarial. Solo el 30% de los empresarios encuestados realizará los aumentos de acuerdo con lo planificado a comienzos de año. El resto no aumentará, lo hará en menor medida o incluso llevará adelante una reducción a través de suspensiones. En consonancia con el relevamiento anterior, la consultora Grant Thornton señala que el 77% de los empresarios tiene planificado aumentar salarios. Pero solo el 15% lo hará por encima de la variación de los precios. Por su parte, el índice de Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE) que elabora el Ministerio de Trabajo para los últimos tres meses muestra que, en mayo, el salario promedio tuvo una suba de apenas 0,1%, con una inflación del 1,5%, según el INDEC; en abril, los sueldos crecieron 0,2% y el aumento de precios minoristas llegó al 1,5%; en marzo, los salarios subieron 0,9% y la inflación fue del 3,3%. Tres meses consecutivos de pérdida del poder adquisitivo. ¿Será esta la nueva normalidad de la que tanto se habla?

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