23 de septiembre de 2020
En oportunidad de la discusión del proyecto de reforma de la Ley de Promoción de la Economía del Conocimiento, en mayo pasado, el ministro de Desarrollo Productivo de la Nación, Matías Kulfas, expresó: «Los sectores de la economía del conocimiento tienen mucho para ofrecerle a la Argentina, tanto en generación de empleo altamente calificado, como capacidad de desarrollo y aumento de las exportaciones». Si un aprendizaje nos debe quedar de la pandemia es la importancia que para el desarrollo presente y futuro tiene el conocimiento, más aún para el sector productivo y el impacto en la generación de empleo de calidad. Los países que apuestan a la inversión en Ciencia y Tecnología son aquellos que con mayor rapidez y menor dependencia llegan a satisfacer necesidades en esta coyuntura. En dicha frase se mencionó la relevancia de la economía del conocimiento para el aumento de las exportaciones, y evidentemente la tiene: nadie se atrevería a discutir que los países que, a partir del valor agregado por la transferencia de tecnología al ámbito productivo, generan mayor competitividad y calidad de productos que aportan capacidad exportable. Personalmente, ampliaría el concepto incorporando como beneficio de relevancia la sustitución de importaciones. Esto último también se observó durante la pandemia, semana a semana hemos presenciado el aporte del sistema científico tecnológico en test y demás productos para enfrentarla, que de otra forma debieran ser importados. Está pendiente la aprobación por parte del Senado de la reforma de la Ley, esperada con ansiedad ante la importancia de un marco regulatorio para la economía del conocimiento como herramienta fundamental para el desarrollo, la creación de empleo calificado y la generación de divisas.