9 de abril de 2014
El esperanto nació en 1887 y sigue intentando facilitar la comunicación de todos los seres humanos. Logros y desafíos.
Y el congreso que se prepara en Buenos Aires.
Entre el 26 de julio y el 2 de agosto de este año tendrá lugar en la Ciudad de Buenos Aires el 99º Congreso Universal de Esperanto. Será la antesala del Congreso número 100, con el que se recordará aquel primero en 1905 en Boulogne-sur-Mer, y será el primero en la Argentina y el tercero en América Latina –el 66º Congreso fue en Brasil en 1981 y el 75º, en Cuba en 1990–. Fue allá en Francia cuando 688 esperantistas de 20 países fijaron el Fundamento del Esperanto. Esencialmente sigue siendo igual: busca hacerse entender y evita expresiones locales, pero se permite incorporar términos nuevos.
El esperanto es una lengua, con vocación multicultural, que fue planificada en 1887 por el oftalmólogo Lázaro Luis Zamenhof (Polonia, 1959-1917) bajo el seudónimo de Dr. Esperanto. Durante su vida, este médico constató dificultades de comunicación entre personas que convivían en un mismo lugar, sin compartir un idioma. Para solucionar el dilema de la Torre de Babel, construyó este idioma bajo la premisa de que fuera fácil de aprender (por su vocabulario, reglas gramaticales y sintácticas), y con la ilusión de difundirlo. Jorge Enrique Cabrera, presidente de la Liga Argentina de Esperanto, completa: «El esperanto propone un proceso para la humanidad, que es poder tener un idioma alternativo, democrático, que no dependa de una potencia que transmita su identidad cultural a través del idioma. El esperanto es, por un lado, un ideal y, a la vez, una herramienta. Hay quienes lo catalogan de idioma muerto, dicen que fracasó. No deja de ser un ideal, como puede ser la paz. Los ideales no mueren, no fracasan».
Por eso, es importante considerar la historia de este proyecto, que Cabrera sintetiza así: «Hasta la Primera Guerra Mundial, hubo un crecimiento explosivo. La Segunda Guerra Mundial fue devastadora para el esperanto, al que, entre otras cosas, se lo etiquetó como “cosa de judíos” y fue perseguido. Durante la Guerra Fría, cada uno de los bloques creía que los esperantistas eran espías del bando contrario. En los 70, el esperanto no era una asociación perseguida, pero había decaído mucho. Con la popularización de Internet desde 2000, el esperanto resurgió. En América Latina, en Argentina en especial, ha habido cientos y miles de esperantistas, hasta los períodos militares. Como idioma sin fronteras, propone la posibilidad de la comprensión sin barreras, la amplitud de criterio, y no va de la mano con gobiernos que quieren mantener el control. Hoy, por suerte o por desgracia, el único enemigo del esperanto es el prejuicio y el desconocimiento. No es idioma oficial en ningún país, ninguno está obligado a hacer documentación en esperanto. Pero no hay que cumplir un objetivo, sino permanecer en una idea, una idea que será tomada cuando la sociedad esté dispuesta a hacerlo, cuando la acepte como repuesta a una necesidad».
Los que ya se sumaron a esta iniciativa forman un número notable en todo el planeta, pero de difícil contabilización. Así lo explica la Asociación Universal de Esperanto (Universala Esperanto-Asocio; en siglas, UEA): «Hay secciones organizadas en 70 países y con miembros individuales en unos 120. Se calcula que el número de personas con algún conocimiento de la lengua está en los cientos de miles e incluso en millones. Hay hablantes de esperanto en todo el mundo, con concentraciones notables en China, Japón, Brasil, Irán, Madagascar, Hungría y Cuba».
Para formar parte de estos miles o millones, se puede comenzar por consultar la biblioteca en papel de la Liga Argentina de Esperanto (www.esperanto.org.ar), que cuenta con unos 1.000 títulos. Además, existen radios en esperanto. El portal www.esperanto-radio.com reúne varias de ellas, y China Radio Internacional tiene una opción que transmite 24 horas en vivo en esperanto. Por su parte, la UEA, en su sede en Rotterdam, Holanda (www.uea.org), edita desde 1905 la revista Esperanto, descargable por Internet. Y en www.lernu.net se consiguen cursos online.
Estos medios pueden colaborar al aprendizaje del esperanto, cuya facilidad –remarca Cabrera– es relativa «frente a la dificultad que presentan los otros idiomas. Aprender chino mandarín puede llevar entre 5 y 10 años; aprender inglés o alemán, entre 3 y 6 años. Esperanto lleva un 20% de ese esfuerzo: en un año uno puede lograr buen nivel, expresar todo lo que uno quiere manifestar y entender perfectamente. Y esto lo hace todo tipo de personas. Los usuarios de este idioma son muy diversos: albañiles, doctores, científicos, gente de muy variada posición económica. Que estudies esperanto no quiere decir que tengas un nivel alto o bajo; significa que tenés una apertura de pensamiento».
Bajo esta perspectiva, la agenda de actividades va redondeándose en espera de más de 1.000 asistentes al 99º Congreso. Ellos estarían llegando a Buenos Aires desde unos 60 países y, dado que el esperanto no es un idioma subvencionado, se costearán personalmente su viaje y su participación por puro interés y a sabiendas de que podrán comunicarse entre todos, obviamente sin que medie traductor.
—Analía Melgar