9 de abril de 2014
La Biblioteca de Alejandría fue construida por la dinastía ptolemaica y fue durante mucho tiempo la más grande del mundo. Se supone que habría superado los 700.000 textos, pero no puede decirse a ciencia cierta. Y de su destrucción también circulan muchas y discutidas versiones. En la actualidad, Google ya cuenta con más de 30 millones de libros digitalizados y un fallo legal a su favor en Estados Unidos confirma su camino.
El conflicto judicial para el proyecto Google Books se había iniciado 8 años atrás. Para el caso de obras todavía protegidas, el sistema permite leer sólo fragmentos y no hay publicidad, pese a lo cual autores y editoriales señalaban que la sola presencia de los contenidos generaba indirectamente beneficios comerciales para el buscador al traerle público. En noviembre pasado, el juez Denny Chin falló a favor de Google.
El magistrado llegó a la conclusión de que «Google Books provee beneficios públicos significativos» y que mantiene «una consideración respetuosa por los derechos de los autores y de otros creadores, sin impactar adversamente sobre los derechohabientes». «Incluso –agregó– provee una manera para que el trabajo de los autores sea visto, muy parecido a la tradicional exposición dentro de un negocio». Coincidencia o no, el 4 de diciembre último abrió la tienda comercial online de Google Books en Argentina, Chile, Colombia, Perú y Venezuela, donde ofrece títulos en formato e-book.
En la misma línea, el otro gran proyecto de archivo se refiere a la digitalización de patrimonios culturales y lleva el nombre de Google Cultural Institute (GCI). En colaboración con cientos de instituciones, permite acceder tanto a las cartas de Mandela en prisión como a las obras del Louvre. Además, gracias a su servicio Street View, hace posible el recorrido virtual de calles y patrimonios históricos a nivel mundial.
El Museo Nacional de Bellas Artes, la primera colección argentina invitada, tiene 296 de sus obras en Art Project, la rama del GCI ligada con el arte. Para la licenciada Paula Casajús, jefa del área de Documentación y Registro del museo, la herramienta «promueve la difusión de las colecciones». «Asimismo –explica– también estimula la interrelación existente entre estas colecciones distantes en el espacio con autores, temas u objetos en común. De esta manera, un curador puede diseñar exposiciones virtuales».
A fines de 2013, Google también inauguró el Google Open Gallery. Por ahora requiriendo primero una invitación, cualquier espacio cultural del mundo puede subir su contenido y ser parte de esta megacoleccion.
Como hace 2.000 años y como parte de una economía hiperglobalizada, Google busca lograr el conflictivo registro absoluto. Escribía Borges en «La Biblioteca de Babel» que «la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta»; la de Google busca ser pública como ninguna otra antes.
—Diego Braude