Dirigente cooperativista y diputado nacional, analiza la gestión gubernamental bajo los efectos del COVID-19, las medidas sanitarias para morigerar su expansión y la crisis económica heredada del macrismo. Escenario de recuperación para 2021 y la reducción de la pobreza como gran desafío.
29 de diciembre de 2020
Presidente del Banco Credicoop, dirigente cooperativista de vastísima trayectoria, referente del Partido Solidario, ejerce su tercer período como diputado nacional. En esta etapa está al frente de la estratégica Comisión de Presupuesto y Hacienda, desde donde protagonizó debates trascendentes durante 2020, entre ellos, el proyecto de Aporte Solidario y Extraordinario para morigerar los efectos de la pandemia, convertido en ley y promulgado recientemente por el Poder Ejecutivo. Acerca de la gestión de gobierno, Heller recuerda que el punto de partida fue especialmente crítico, que el Congreso Nacional sancionó en diciembre de 2019 una ley que establecía un estado de emergencia económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, energética, sanitaria y social. Y poco después, llegó el COVID. «Desde el inicio empecé a hablar de las dos pandemias. La pandemia neoliberal, los cuatro años del Gobierno de Macri, a la que se suma la pandemia de COVID. Seguramente este sea el episodio más globalizado de la historia», asegura el diputado nacional.
–En ese contexto, ¿cuál es su análisis del primer año de gobierno de Fernández?
–Fue necesario ponerse al hombro esa situación, manteniendo el criterio de dar prioridad a los más necesitados, los más débiles, que anunció el presidente Alberto Fernández en campaña y al asumir el cargo. El Gobierno puso en marcha un conjunto de planes de soporte y de asistencia. Comenzando por lo sanitario, desde el primer momento una de las preocupaciones que expresó el Gobierno fue la recuperación de una estructura de atención sanitaria que no nos ponga en la terrible situación de tener que elegir a quién se le otorga un respirador o quién tiene una cama de terapia. Asumiendo que si no había vacuna, los contagios eran inevitables, pero la administración de los tiempos en que esos contagios se produjeran no era indiferente para el resultado de la pandemia en lo que hace a la vida de la gente, empezó esa tarea, que demandó un enorme esfuerzo en los gastos directamente vinculados con recomponer el sistema sanitario, en generar los recursos tecnológicos para dar la asistencia necesaria y, al mismo tiempo, en atender las consecuencias económicas que tenía la propia pandemia y las medidas tomadas para morigerar sus efectos. Se implementaron planes como el IFE, la ATP, por nombrar los más conocidos, y este país que llega a la crisis sanitaria con una crisis económica grave, destina más de 4 puntos del PIB a los distintos planes de asistencia para morigerar el efecto de la pandemia.
–¿Cómo impactaron esas políticas?
–El reciente informe de la UCA es una magnífica síntesis del tema. Los medios hicieron una gran difusión de los resultados, amargos por cierto, de un crecimiento de la pobreza y la indigencia, pero casi no le dieron difusión a la segunda parte del informe, donde proyectaba cuáles habrían sido esos indicadores si no hubiera existido la acción estatal. Para tomar el más dramático de todos, la indigencia del 10,1%, que fue el dato relevado, se señala que habría sido del 27,9% si no hubiera existido esa acción estatal. Es decir, sin esas políticas, casi un tercio de la población estaría en esa situación, con ingresos que no alcanzarían a cubrir su alimentación. Lo que hay por delante es duro, pero creo que el balance del año ha sido positivo, teniendo en cuenta el escenario. Fue un año dramático, con un terrible costo en vidas, en destrucción de bienes, en privaciones a las que ha sido sometida la humanidad, y nuestro país también, pero creo que las políticas públicas han sido correctas y han evitado que esto sea mucho más grave.
–¿Vislumbra una recuperación económica para este año?
–Creo que sí. Hemos aprobado un Presupuesto que prevé que el PIB va a crecer por encima del 5%, y no es una estimación entusiasta sino prudente, porque están dadas todas las condiciones. Hay capacidad instalada ociosa que permite, en la medida que exista demanda, que la producción crezca, veo que el Gobierno está atento a la implementación de las políticas públicas necesarias. Hemos logrado refinanciar exitosamente la deuda externa en manos de los bonistas y confío en que van a terminar bien las negociaciones con el FMI, por lo tanto, en los próximos tres años Argentina va a tener un horizonte en materia de deuda externa bastante aliviado y controlado y podrá volcar esos recursos al desarrollo de las fuerzas productivas, a resolver las necesidades de la gente y mejorar la infraestructura, entre otras cosas. Confío en que el Gobierno va a establecer las políticas necesarias para proteger la producción nacional y que ese crecimiento sea demandante de trabajo local y no se nos vaya por el lado del crecimiento de las importaciones evitables. Confío en que las políticas que el Gobierno expresa en cuanto a que habrá un proceso cuidadoso pero continuo de recuperación del poder adquisitivo de los salarios va a ser uno de los grandes motores de esa reactivación. Confío en que el sistema previsional va a iniciar un proceso similar, porque creo que vamos a aprobar en breve lo que ya aprobó el Senado: volver a la fórmula de actualización previsional que se aplicó entre 2008 y 2017, con una mejora respecto de aquella: los ajustes serán trimestrales en lugar de semestrales. Lo que me permite tener una idea optimista, ya que si en aquellos años los haberes previsionales tuvieron una mejora en su poder adquisitivo de alrededor del 26%, y luego sufrieron una gran caída durante el macrismo, confío en que a partir de ahora se iniciará una recuperación. Que va a ser siempre menos de lo que hace falta, y menos de lo que los jubilados necesitan y merecen, pero va a ser lo posible dentro de la situación de la que se parte y en el marco de políticas que irán permitiendo que esa evolución tenga sustentabilidad. En síntesis, efectivamente creo que 2021 va a ser bueno, pero cuidado, también señalan la CEPAL y otros organismos internacionales que a América Latina le va a llevar entre dos y tres años recuperar los niveles prepandemia. En nuestro país el proceso de destrucción económica de los cuatro años del macrismo y los efectos de este año de pandemia no tienen una recuperación mágica, es un proceso que lleva tiempo, acá y en el mundo entero.
–Reducir la pobreza es el gran desafío.
–No es una tarea fácil. Hay una pobreza que es estructural. Vuelvo al tema de los tiempos. Seguramente, en forma rápida se va a recuperar en unos puntos el índice de pobreza, vamos a volver a niveles anteriores, menos graves y menos dramáticos, pero suficientemente graves y suficientemente dramáticos como para que sigan siendo una gran preocupación. Pero la pobreza estructural requiere cambios que son más profundos, que llevan más tiempo. Hay que encontrar caminos para salir del asistencialismo y generar trabajo genuino, de calidad y bien remunerado, porque eso es lo que nos va a sacar de la pobreza estructural.
–¿Cómo vivió el debate en torno al aporte solidario y extraordinario aplicado a las grandes fortunas?
–Está claro que el tema del aporte solidario y extraordinario es una iniciativa político-parlamentaria en la que yo tengo una participación activa en mi rol de parlamentario, no de dirigente del movimiento cooperativo. Lo cual no quiere decir que no haya recibido todo el apoyo del sector al que pertenezco, pero también del sector del movimiento obrero, de la cultura, de tantos otros. Creo que el primer gran éxito de esta iniciativa es que había encuestas que indicaban que el 70% de la sociedad estaba de acuerdo. El proyecto fue cuidadosamente trabajado y elaborado para llegar donde llegamos, la ecuación de que muy poquita gente sea alcanzada y muchísima gente acceda a los beneficios. Eso lo defendimos desde el primer día. Y van a estar alcanzados por el aporte solidario el 0,02% de los habitantes de este país, o para decirlo de otra manera, el 99,98% no va a estar alcanzado, está del lado de los beneficiarios. Desde luego que generó todas las resistencias esperables, pero no se cedió un ápice del objetivo del proyecto. El Poder Ejecutivo, desde el primer día, planteó su simpatía por la iniciativa, expresó claramente su apoyo, y al mismo tiempo aclaró que era un proyecto del Poder Legislativo. Hubo mucho lobby para desactivar el proyecto, pero se aprobó en ambas cámaras, cumpliendo un requisito sin el cual el mejor proyecto no tiene futuro, que es tener los votos necesarios en las cámaras.
–Pensando en la necesidad de discutir próximamente una reforma tributaria, inquieta que un aporte por única vez, que afecta al 0,02% de la población haya sido rechazado por el 40% de los diputados y por la mayoría de los medios de comunicación.
–Para avanzar en las transformaciones necesarias hay que seguir construyendo la fuerza política que le dé sustentabilidad. No es solamente una cuestión de voluntarismo, de estar convencido, esto requiere acumulación de fuerza política. Entonces, estamos en un año en el cual debemos acrecentar la fortaleza política para poder avanzar en cambios más profundos, más decisivos. Sobre la reforma impositiva, el Gobierno lo ha dicho, seguramente en los próximos meses estaremos tratando ese tema. Para mí, el debate del aporte solidario es un pequeño anticipo de lo que va a ser una reforma impositiva.
–Más allá de lo local, la concentración de la riqueza y la disputa por esquemas impositivos que apunten a una mayor equidad están también en la agenda internacional.
–Hay cuestiones que se están discutiendo a nivel global: las guaridas fiscales, la evasión impositiva de las corporaciones, las triangulaciones para pagar en los países con menor tributación. Seguramente, si tributaran los cientos de miles de millones de dólares que no tributan estos sectores, la situación mundial sería distinta. Un informe recientemente difundido en Estados Unidos dice que los 651 milmillonarios que hay en ese país acrecentaron su riqueza un 36% desde el inicio de la pandemia. De esos 651, los 15 más ricos aumentaron su fortuna un 56% en ese lapso. Ese mismo informe dice que la ganancia que obtuvieron estas 651 personas habría alcanzado para cubrir todos los gastos del reciente programa de Estados Unidos para enfrentar la pandemia y estas personas seguirían siendo igual de ricas que antes. Vivimos una etapa que muestra un absurdo, una paradoja: es el momento en que la humanidad genera riqueza como nunca antes, y al mismo tiempo genera más pobreza, es decir, es un mundo inmensamente rico convertido en una gran fábrica de pobres. La riqueza se acumula en un extremo y por otro lado hay cada vez más pobres que son más pobres, con una pobreza cada vez más extrema.