26 de junio de 2014
En 1844 un grupo de tejedores desocupados plantaba la primera semilla del movimiento que hoy nuclea a millones de personas.
Todo movimiento de transformación social contiene como referencia un hito fundacional. Para el cooperativismo, sucedió en la ciudad de Rochdale –en el condado de Lancashire, Inglaterra– en 1844. Allí nació un movimiento que alimentó la creación de entidades sociales y económicas más justas y democráticas en todo el mundo.
El 24 de octubre de 1844, al calor de los cambios surgidos de la Revolución Industrial, un grupo de 28 tejedores desocupados constituyeron la Rochdale Society of Equitable Pioneers (Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale). Imbuidos del pensamiento del socialista utópico Robert Owen y animados por la búsqueda de una solución a las desfavorables condiciones laborales y económicas del momento, los impulsores de la asociación se reunieron bajo el amparo de una entidad cuyo objetivo se orientaba a forjar una distribución equitativa de los beneficios del trabajo frente al modelo de lucro y explotación exacerbada que el sistema capitalista expandía globalmente.
Los trabajadores de Rochdale comenzaban a impulsar una nueva forma asociativa bajo las consignas de la solidaridad y el bienestar común. Si bien el sustento teórico ofrecía herramientas para la consolidación de la experiencia –William King, Charles Fourier o el mencionado Owen habían realizado importantes contribuciones–, era necesario fijar normas de organización y administración. Para ello, los trabajadores se sirvieron de algunas experiencias cooperativas anteriores que no habían resultado plenamente efectivas pero que habían allanado un camino y tomaron como ejemplo algunas reglamentaciones de instituciones como la Sociedad de Socorros para Casos de Enfermedades y de Sepelios de Manchester. Con el aporte de cada uno de los integrantes –27 hombres y una mujer– y tras varias reuniones, la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale logró fijar sus bases de funcionamiento y, más tarde, avanzar en un programa de trabajo. En primer lugar, se propusieron un almacén para la venta de provisiones y ropas. El almacén fue abierto el 21 de diciembre de 1844 y se convertiría luego en la emblemática Tienda de Rochdale, el almacén cooperativo en donde los trabajadores materializaron y afianzaron los principios y valores de un movimiento que poco después comenzaría a difundirse por todo el mundo. También se incorporó la construcción de casas con el fin de mejorar la condición doméstica y social de los asociados, se adquirieron tierras para el empleo productivo de las mismas y se inició la fabricación de artículos para dar trabajo a los miembros desocupados.
Cuestión de principios
En una época en la que se avecinaban sucesos como la oleada revolucionaria de 1848 –levantamientos que ponían plazo final a gran parte de las monarquías absolutas europeas–, los trabajadores reunidos en la Sociedad Equitativa de los Pioneros de Rochdale instauraron con su accionar los principios que se convertirían en los fundamentos de las futuras entidades cooperativas: adhesión abierta, control democrático de los socios, devolución o bonificación sobre las compras, interés limitado al capital, neutralidad política y religiosa, ventas al contado y fomento de la enseñanza. Esos fundamentos conformaban las normas que guiaban el funcionamiento de la cooperativa recientemente montada. Esas reglas, convertidas luego en principios cooperativos generales bajo la denominación de «principios rochdaleanos», fueron actualizándose posteriormente en las distintas reuniones de la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) que se llevaron a cabo en París (1937), Viena (1966) y Manchester (1995). Tales cambios incluyeron, por ejemplo, el reemplazo del principio de neutralidad por el de autonomía e independencia, y la incorporación de la cooperación entre las cooperativas y el compromiso con la comunidad en reemplazo de algunos principios iniciales referidos a la operatividad de los emprendimientos. Sin embargo, y a pesar de las revisiones, el espíritu y las consignas de los cooperativistas precursores del siglo XIX continúan vigentes.
La experiencia de los trabajadores ingleses implicó para el universo cooperativo un punto de partida desde donde planificar su desarrollo concreto, y fomentó, ya en el siglo XIX, la posibilidad de establecer relaciones económicas más justas. La propuesta de los obreros textiles de Rochdale llevó a las prácticas comerciales de producción y distribución el ideario de la solidaridad y el beneficio compartido y sirvió para proyectar el modo de gestión cooperativa a otros sectores de la actividad económica. Ese modelo llegó a América Latina con las inmigraciones de finales del siglo XIX y principios del XX. Con el anhelo de mejorar sus condiciones de vida, los inmigrantes aportaron, con sus hábitos de trabajo y su cultura, la modalidad cooperativa. En la Argentina, más precisamente en la localidad de Pigüé, se fundó, en 1898, la Sociedad Cooperativa de Seguros Agrícolas El Progreso, primera cooperativa del país. Años más tarde, en 1905, se fundó El Hogar Obrero, la primera entidad argentina y americana en ser aceptada por la ACI. Esas dos iniciativas son también hitos fundacionales para el cooperativismo local, que comenzaba a expandirse y que encontraría, a partir de 1958, con la fundación del IMFC, un nuevo motor de impulso y fortalecimiento. Precisamente, en ocasión del 90º Día Internacional de las Cooperativas, el IMFC expresó en su declaración oficial sobre el hito de Rochdale: «El cooperativismo nació como respuesta crítica al capitalismo. Ese fue el sentido profundo de la extraordinaria creación que inmortalizó a los Pioneros de Rochdale. Porque en 1844 los fundadores de la primera cooperativa de consumo llevaron a la práctica un modelo de organización económica y social basado en la solidaridad. Y lo hicieron, precisamente, en un contexto de crisis provocada por un sistema que privilegiaba la máxima ganancia como fin principal y último».
En la actualidad, según estima la ACI, el sector cooperativo cuenta con 1.000 millones de miembros y brinda más de 100 millones de empleos en todo el mundo. De Rochdale al presente, de los 28 trabajadores textiles a los millones de asociados, el cooperativismo, con sus principios y logros, ha consolidado su propuesta como modelo económico y social capaz de contribuir a transformar la realidad desde la solidaridad.
—Maximiliano Senkiw
2 de julio de 1972
Unas 15.000 personas se concentraron en el Luna Park por el Día Internacional de la Cooperación. En el acto, el entonces presidente del IMFC, Amero Rusconi, pronunció palabras alusivas, y, para cerrar el festejo, actuaron artistas de la talla de Mercedes Sosa, Edmundo Rivero, Víctor Heredia y Les Luthiers.