21 de mayo de 2021
Con la pandemia como telón de fondo, las editoriales independientes reajustaron su estrategia y le dieron un decisivo impulso al formato electrónico. Entre las redes sociales y los algoritmos, nuevas formas de alcanzar a los potenciales lectores.
Panorama. Marinone de Indie Libros; Sebastián Realini, Vargas y Juan Alberto Crasci de Añosluz Editora; Buonfrate y Jali de Neural. (Prensa)
La pandemia de COVID-19 regó de caos e incertidumbre a casi toda esfera de la vida humana. La industria editorial no fue la excepción a la regla. Más bien, lo contrario. Al comienzo de las medidas de aislamiento, sufrió un cimbronazo que no hizo más que profundizar una crisis que venía haciendo tambalear al sector desde hace ya varios años. Según datos de la Cámara Argentina del Libro (CAL), la cantidad de ejemplares publicados en abril del año pasado disminuyó un 90% en relación con 2019. Los meses siguientes muchas editoriales eligieron volcarse a la venta electrónica de ejemplares e, incluso, a la edición de libros digitales. Este fenómeno no es nuevo, pero se vio potenciado por el contexto.
Indie Libros es un sello perteneciente a Bajalibros.com, uno de los sitios más importantes de compra/venta de libros digitales de habla hispana. La editora Belén Marinone afirma que la pandemia no modificó tanto sus planes, pero sí provocó el boom de ventas de algunos títulos por su temática: «El virus mediático, de Paula Andaló y con prólogo de Pedro Cahn, quizás no hubiese significado lo mismo en otro contexto. También El contagio social de Gustavo Nielsen y Fue la gripe amor, de Raquel Garzón que, si bien no tienen que ver con el coronavirus, establecen un guiño en sus títulos», señala.
«Creamos Neural porque ansiamos más horas de pantalla dedicadas a la literatura», afirman Matías Buonfrate y Martín Jali, de Neural, destinada a la edición de libros de cuentos y novelas en formato ebook. Ellos afirman que debido a la pandemia «se estiraron los tiempos de algunos proyectos», pero por suerte no sufrieron en cuanto a costos de producción, una diferencia crucial respecto al formato papel: «Dependemos de servidores, de software propio, de servicios de pago. Esto nos permite probar cosas con mayor tranquilidad y nos ayuda a programar, con nuestros propios límites».
Herramientas actuales
Con nueve años de trayectoria, el sello independiente Añosluz Editora decidió lanzar una colección llamada Biblioteca Tekhné, pensada para el formato digital. Joel Vargas, uno de los directores de la editorial, explica que «esta nueva colección nace de la necesidad de trazar una suerte de mapa de la literatura latinoamericana contemporánea. No se ata a un género en específico, son libros híbridos: conviven narrativa, crónica y ensayo». Debido a la pandemia, debieron adaptarse, sobre todo en función de las ferias suspendidas. «Repensamos nuestra estrategia en redes sociales, actualizamos nuestra web e hicimos presentaciones virtuales. Los usos y costumbres de cómo leer cambiaron muchísimo», dice.
Los caminos por los que se mueven los libros digitales son muy diferentes a los que siguen las clásicas versiones de papel. Sobre todo por el algoritmo, aquel conjunto de operaciones matemáticas que intenta predecir el gusto del público. Vargas cuenta que decidieron apostar por Bookmate, un servicio de suscripción de libros electrónicos. Y allí les está yendo bastante bien aunque, advierte, «es difícil posicionar un libro digital. Hay que hacer alianzas, redoblar la estrategia en redes sociales y dejar de pensar en términos de ventas tradicionales».
Desde Neural advierten que el escenario «es conflictivo, porque los algoritmos a través de los cuales las plataformas sirven el contenido cambian todo el tiempo. Lo que funcionó una semana, a la semana quizás no sirve más. Como no podemos estar pendientes de los cambios, nos concentramos en presentar bien el catálogo. Hay otras herramientas, como el mail, que son más íntimas y nos permiten comunicarnos mejor con nuestro público». Por su parte, Marinone de Indie Libros concluye que, en el contexto de la pandemia, «la industria editorial vino a aprender y a crear la variante digital a la fuerza, que si bien ya existía se volvió completamente necesaria».