9 de octubre de 2014
Con un promedio de edad de 45 años, el torneo de Primera División reúne a una nutrida camada de técnicos jóvenes que escapan a las antinomias y apuestan a plasmar su propio estilo.
Marcelo Gallardo es el entrenador más joven de la primera división argentina. Tiene 38 años. Hasta hace unos meses apenas había ejercido el oficio en una única temporada, en la que fue campeón con Nacional de Montevideo. Además de su paso exitoso como jugador, eso le alcanzó para llegar a River y armar un equipo que lleva su apellido como una forma de identificación. Gallardo es parte de una renovación de entrenadores que copó el fútbol argentino. Igual que Rodolfo Arruabarrena en la vereda de enfrente.
El técnico de Boca tiene un año más que Gallardo. Ambos fueron compañeros de curso en la misma escuela de entrenadores, en Vicente López, además de tener otros asuntos en común, como haber compartido la selección Sub 17 durante el Mundial de Italia en 1991. «A Marcelo lo conozco. En Nacional, donde estuvo antes que nosotros, hizo un gran trabajo», dijo Arruabarrena. Ese paso por el equipo uruguayo también es un punto en común entre ambos.
Los dos, además, reemplazaron a entrenadores que se convirtieron en tótems para los hinchas de sus equipos. Gallardo ocupó el lugar de Ramón Díaz y Arruabarrena, el de Carlos Bianchi, que con 65 años fue el último técnico de la resistencia veterana. Bianchi, como Mostaza Merlo en Racing, fue una apelación al pasado, más bien un asunto de memoria emotiva. Bianchi significa la era dorada de Boca, como Merlo significa todavía el «paso a paso», el título que rompió con tres décadas y media de maleficio racinguista. Hay otros casos. Américo Gallego en Independiente. Y Ramón Díaz en River. El único de los cuatro que salió ileso fue el riojano, que renunció después del título.
Una vez que dejan de buscar a entrenadores como talismanes, que además operan como calmantes ante la ansiedad de la tribuna, los clubes ponen como requerimiento laboral la juventud del técnico. El primer argumento es achicar la brecha entre el jefe y sus dirigidos, los jugadores, intentar en esa cercanía generacional acaso un mejor entendimiento. El actual torneo tiene un promedio de edad en la comandancia de los bancos de suplentes que ronda los 45 años y medio. Según la cuenta que hizo el periodista Gastón Bourdieu en el sitio Goal, en 2004 la media era de 51 años.
Sin Bianchi, último referente generacional, ningún técnico de Primera en la actualidad supera las 60. Está Miguel Ángel Russo en Rosario Central, con 58. Está Edgardo Bauza en San Lorenzo, con 56. Está Ricardo Zielinski en Belgrano, con 54 y a punto de cumplir 55. Y están Gustavo Alfaro en Arsenal y Walter Perazzo en Olimpo, con 52. Son los más veteranos, los que levantan el promedio de edad en el campeonato.
El resto no supera esa barrera. Son la generación noventista –porque jugaron en esos años– o la generación setentista –porque nacieron en esa década–. Algunos atraviesan su primera experiencia como entrenadores, como Guillermo Barros Schelotto (41) en Lanús, José Turu Flores (43) en Vélez, y Pablo Quatrocchi (40) en Quilmes. Otros, como Martín Palermo (40) en Arsenal, Gustavo Raggio (43) en Newell’s, Matías Almeyda (40) en Banfield, y Mauricio Pellegrino (42) en Estudiantes, van por su segundo intento aún cuando cada uno tuvo debuts bien distintos. Palermo arrancó en Godoy Cruz, Almeyda se hizo cargo del ascenso de River, Pellegrino empezó en Europa dirigiendo al Valencia, y Raggio tuvo su primera vez en Unión de Totoras, un equipo santafesino.
Diego Cocca (41) y Jorge Almirón (43) no sólo tienen en común que dirigen a equipos de Avellaneda. También comparten representante, Cristian Bragarnik, quien a su vez colocó jugadores en ambos planteles, un movimiento por el que se criticó a los dos entrenadores. Tanto Cocca como Almirón, aunque con estilos distintos, están compuestos por una mezcla bien equilibrada entre juventud y experiencia. Parecidos, en ese caso, a Darío Franco, actual técnico de Defensa y Justicia. El entrenador de Racing dirige desde hace siete años y llegó a la Academia después de una gran temporada con el equipo de Florencio Varela, al que condujo –con buen juego– hacia el ascenso. Almirón tiene –como técnico, pero también la tuvo como jugador– una larga trayectoria en México, donde fue colaborador de Jorge Lavolpe.
Más riesgo
No debe ser casual que la renovación implique también ver en este torneo equipos más ofensivos, con propuestas más ligadas con el riesgo. No todos entran en la misma bolsa, desde ya, pero dentro de esta nueva generación se observan entrenadores más desprejuiciados, que acaso ya no arrastren como una sombra las categorías que todavía cruzaban a sus antecesores, el menottismo/bilardismo como división de todo. Aún cuando cada uno haya recorrido caminos diferentes o expongan discursos opuestos, parecen llevar adelante la tarea con menos ataduras, tal vez mirando algunas experiencias europeas, más atentos a los movimientos de entrenadores como Marcelo Bielsa, José Mourinho o Pep Guardiola.
La edad no garantiza la conformación de un buen equipo si no existen las ideas y los conceptos. El último entrenador campeón del fútbol argentino fue Ramón, con 55 años. Aunque los que vivieron de cerca esa etapa no le restan méritos a Emiliano Díaz como su colaborador. Emiliano, subestimado por muchos al principio, tenía por entonces apenas 31 años.
—Alejandro Wall