Informe especial | EMISIÓN DE GASES DE EFECTO INVERNADERO

Reducir o no reducir

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Argentina es uno de los países que se comprometió, en el Acuerdo de París, a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, si bien su aporte, a nivel mundial, no supera el 1% del total de las emisiones globales. Un debate que se acerca se vincula a una pregunta: ¿Le corresponde al país asumir esta tarea, aunque su contribución sea mínima? Por una cuestión de «responsabilidad con el momento histórico –dice Julián Monkes– hay que tener en cuenta la mitigación de los gases de efecto invernadero, pero no puede ser nuestra prioridad, no puede ser la única acción climática que tengamos. No puede ser que la agenda del cambio climático esté más concentrada sobre cuánto metano producen las vacas que sobre la adaptación, que es que todo el mundo tenga agua potable, alimento, que tengamos infraestructura adecuada para que cuando haya una inundación no te destruya las casas». Aronskind, por su parte, plantea: «Me parece que la lucha contra el cambio ambiental tiene que ser global. Tiene poco sentido que Argentina haga su parte si no hay un cambio drástico en las grandes potencias», dice el economista.
Por su parte, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, instó en la reciente Cumbre Latinoamericana sobre Cambio Climático a «construir un nuevo paradigma de desarrollo» y pensar, en el marco de un diálogo fraterno, «un proyecto común en nuestra casa común». En ese encuentro, el mandatario argentino reclamó que se dispongan mecanismos de financiación de las acciones climáticas de los países en desarrollo y abogó por «una justicia social ambiental, que es el nuevo nombre del desarrollo en esta región».

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