28 de enero de 2015
En su cuarta edición, el ciclo vuelve al Centro Cultural de la Cooperación con cinco obras que plantean distintas perspectivas de una pasión universal. Opinan los directores.
En los últimos años, el Festival del Amor ha encontrado un lugar cada vez más consolidado en la cartelera teatral de Buenos Aires. Con el espaldarazo del Centro Cultural de la Cooperación, en febrero (del 11 al 15) se realizará la cuarta edición de este ciclo que concentra las distintas aristas del amor sobre el mismo escenario. «Este festival es el resultado de los posibles encuentros imaginarios que proponen las obras y, también, los deseos de los espectadores», sostiene Juano Villafañe, director artístico del CCC.
La flamante temporada reunirá un repertorio versátil de directores y piezas: Hugo Urquijo presentará Con un tigre en la boca – Manual de los amantes, Eloísa Tarruella llevará Amorar, Pompeyo Audivert se encargará nuevamente de Muñeca, Matía Puricelli estará al frente de Te quiero hasta la luna ida y vuelta y Miguel Israelevich de ¿Para qué sirve el amor? Por ello, Acción se reunió con los directores para intercambiar impresiones sobre una «movida» que tiene como finalidad tomar diferentes perspectivas frente a un sentimiento que es universal y que, al mismo tiempo, reúne un puñado de espectáculos atravesados por distintos tratamientos estéticos y poéticos.
«Siento que estoy “jugando de local” en la Cooperación, porque hace tres años que vengo trabajando allí y es un ámbito muy cómodo», expresa Urquijo, hacedor de Con un tigre en la boca, exhibida en la sala González Tuñón entre agosto y noviembre últimos. «Son textos poéticos y la obra invita a encontrarse con cuatro excelentes poetas argentinos de la generación del 70», acota el director, quien considera que el amor está «muy vinculado» con sus trabajos.
Eloísa Tarruella está feliz de formar parte del festival. Vuelve con Amorar, pieza que ya estuvo en la edición de 2011. «La obra gira en torno a un par de interrogantes. ¿Por qué dos personas que se amaron se recuerdan a la distancia de modos diferentes? ¿Cómo guardan cada uno de ellos sus momentos vividos en la memoria? Y así se produce esta de–construcción amorosa», explica. Tarruella manifiesta que el sentimiento en cuestión es indispensable en su producción. «Es un misterio y, sobre todo, una fuente de inspiración y una fuerza movilizadora», ilustra.
«Muñeca es volver al acto metafísico y amoroso del teatro, es volver a la actuación, reencontrarnos con los compañeros en esa acción poética que construimos en el largo proceso de ensayos y que el público recibió con tanto entusiasmo», cuenta entusiasmado Pompeyo Audivert, invitado para que exponga su versión de la pieza de Armando Discépolo, la misma que estuvo en la cartelera del CCC el año pasado. Profundizando sobre el espectáculo, Audivert lo describe como «una tragedia griega nacional sobre el amor no correspondido. Trata sobre el amor desde una perspectiva monstruosa y romántica a la vez, desata valencias sobrenaturales de la pasión amorosa y, a la vez, nos permite reflexionar sobre lo histórico como teatro de operaciones de fuerzas siniestras».
¿Para qué sirve el amor?, desafía la pieza dirigida por Miguel Israilevich. Sin ser tan escéptico, Israilevich sostiene que «el título se toma de la canción homónima interpretada por Edith Piaf y Théo Sarapo. La obra sintetiza la historia de los personajes que se ven contrariados por el deseo que tienen de estar juntos, pero las circunstancias adversas los separan. Entonces, si la búsqueda del amor causa tanto sufrimiento, desencuentros, desilusiones, complicaciones, ¿de qué sirve estar enamorado?». En definitiva, sostiene el director, «el amor no es un servicio que se utiliza. Es algo que sucede y, como decía Charly García, es lo que “hace al mundo girar”».
Autor material e intelectual de Te quiero hasta la luna…, Matías Puricelli tiene una visión particular sobre esa pasión tan compleja. «Siento que soy un animal atravesado por el amor: es como una energía vital que busco de algún modo transitar y luego transformar en un hecho teatral», afirma. Su pieza hace foco en una joven pareja que se separa luego de haber pagado un viaje a la luna, su sueño compartido más preciado.
Según la historia, el amor y el teatro casi siempre fueron un solo corazón. «Van de la mano», ratifica Tarruella. «Desde el clásico Romeo y Julieta hasta nuestros días, el teatro continuó representando historias de amor acompañadas de los distintos momentos históricos y de la mirada de los autores. Esta temática es una fuente inagotable de inspiración», agrega. Para Urquijo, se trata de un «tema eterno, desde los griegos. Y más contemporáneamente pensemos en Ibsen o en Chéjov, quien trabaja permanentemente con la problemática de los desencuentros. O Lorca, con personajes como Bernarda Alba, Doña Rosita la soltera, o Yerma».
¿Y qué buscará el público que asista al Festival del Amor? Audivert supone que «se interesará por las multiplicaciones poéticas, el estallido que se pueda producir con el tema del amor». ¿Un ciclo apto para todo público? Para Puricelli, es «para los acaramelados y para los atormentados. El amor tiene tantas formas como personas existen». Tarruella, en tanto, apunta que febrero es sinónimo de San Valentín. «La gente buscará distintas miradas, enfoques y los encontrará, porque hay una visión heterogénea. Y eso hace al Festival: lo potencia».
Desde una perspectiva abarcativa, Israilevich sostiene que «casi todo en la vida habla del amor o la falta de él. Todos nuestros impulsos nacen de ahí, por eso creo que es difícil hablar de otra cosa». El experimentado Urquijo concluye que «si hay una cuarta edición es porque la gente responde y se muestra interesada». Y luego traza una distinción entre hombres y mujeres: «Ellas son más duras, escépticas e irónicas. Ellos, en cambio, más entregados y románticos. Se va produciendo como un devenir de atracción y rechazo, pero conviven perfectamente: son dos caras de la misma moneda».
—Javier Firpo