20 de diciembre de 2021
El filósofo y escritor deja una obra gravitante que abarca desde el peronismo hasta el policial negro, pasando por el cine y el debate intelectual.
Ideas desafiantes. Feinmann dejó su huella en las discusiones que tensaron los años 70 y los que siguieron a la transición democrática.
TÉLAM
«Siempre en el ojo de la tormenta y a resguardo» bien puede definir la trayectoria de José Pablo Feinmann, supérstite de la noche dictatorial, partícipe de las polémicas y proyectos de los años 70, intérprete del período iniciado en 1983 y consecuente analista del devenir argentino. Nacido en 1943, hijo de la generación de los «únicos privilegiados», pudo acceder a la educación superior. «Empecé la carrera de Filosofía en el 62 y la terminé en el 69», contó alguna vez. Ese mismo año, junto con otros compañeros, integró un grupo de estudios sobre el pensamiento argentino en el clima de fuertes debates y recolocaciones de los intelectuales que tenían como fondo menos el Mayo Francés que las contundentes realidades del Cordobazo. El joven egresado de la carrera de Filosofía, con sus múltiples lecturas de los clásicos europeos, abrevó simultáneamente en las corrientes de interpretación nacional, tanto la liberal como la revisionista. A partir de la crítica de ambas, adscribió al ensayismo nacionalista popular e izquierdista, postura que evidenciaba un punto de inflexión en el ámbito universitario –tradicionalmente antiperonista– y que se expandía en agrupaciones estudiantiles y sobre todo en las «cátedras nacionales», en las que intervino. Estas últimas cuestionaban al establishment académico en las ciencias sociales, representado por nombres como Gino Germani, José Luis Romero y Tulio Halperín Donghi.
Los primeros ensayos de Feinmann se produjeron en plena etapa de «peronización» intelectual. Entre otros actos, con revistas como Antropología del Tercer Mundo y Envido, Feinmann adhirió al grupo de intelectuales profundamente influidos por la coyuntura política y por la toma de posición que mediaba entre las visiones liberales y las del revisionismo histórico. Las hipótesis de Feinmann se publicaron en formato libro en los años 80: Filosofía y nación y Estudios sobre el peronismo.
Feinmann retoma las premisas básicas de la línea nacionalista, señala la estrecha relación entre los intereses británicos y la oligarquía criolla, así como la incapacidad de una burguesía local –en el caso de que tal cosa existiera– para lograr un proyecto de Nación independiente. Al mismo tiempo, cuestiona a la vanguardia letrada de Mayo –Mariano Moreno, por ejemplo– por «su soberbia marginación de las mayorías que pretenden orientar». Sus inferencias están en evidente relación con los debates, disputas y adscripciones que tensan los años 70 y sobre todo los que siguen a la transición democrática. La crítica a Moreno se enlaza muy bien con una toma de posición respecto de las consignas vanguardistas de Montoneros, y de ahí su vindicación a la «lealtad» a Perón.
El otro componente decisivo en sus intervenciones como pensador nacional ancla en la literatura. «Cuando tenía listo para publicar Filosofía y nación en 1976 fue el golpe», señaló, y fue visto como una herida de la que pudo salir dos años después, cuando decidió «retomar un viejo y siempre postergado proyecto: la ficción». Así van a sucederse una cantidad de relatos en los cuales Feinmann, compenetrado con el género policial de raigambre yanqui, y adecuándolo a nuestro medio con el plus de alguna denuncia social, publica una serie de relatos como Los últimos días de la víctima, El ejército de ceniza y El tiro del final, varios llevados al cine. Gozaron todas estas narraciones de la difusión acrecentada que ofrecen los grandes grupos editoriales: Alfaguara, Seix Barral, Norma, Planeta (editorial esta que publicó en 2020 su obra Timote).
En tan extendido lapso Feinmann sumó a su labor ensayística y literaria la tarea de divulgador en medios masivos: se destaca especialmente el ciclo Filosofía aquí y ahora, continuación de Cine contexto y de El cine por asalto. Fue un intelectual marcado por Sartre, refractario a los pensadores franceses posteriores y siempre atento a los continuos desafíos de la realidad nacional. Sostuvo consecuentemente un ideal de lealtad a una democracia que merece ser examinada en sus supuestos.