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Cumbre de genios

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(Archivo Acción)

En un género como el tango, no demasiado habituado a los discos conceptuales ni a las «parcerías», este proyecto fue algo extraordinario: se trató de la reunión de uno de sus músicos más notables, como Astor Piazzolla, con uno de los escritores más geniales, Jorge Luis Borges, junto con la exquisita voz de Edmundo Rivero. El encuentro único quedó registrado en el disco El Tango, hace justo medio siglo.
Y sin embargo, como para darle una vuelta más a esta reunión cumbre, el resultado no fue tan proteico como se podía esperar de semejante conjunción. Tal vez porque no existe lógica en la canción o porque la literatura recorre un campo diferente al de la letrística, El Tango dejó una sola milonga que perdura como un clásico invencible, «Jacinto Chiclana», y muchas anécdotas sobre la tensión entre dos personalidades extremadamente fuertes: las de Borges y Piazzolla.
Grabado en 1965, en los estudios porteños de EMI-Odeón, el disco reunió la música que Piazzolla compuso a partir del cuento «Hombre de la esquina rosada»  y una serie de poemas que Borges escribió especialmente para el proyecto, donde aparecen sus «hombres de avería» en «A don Nicanor Paredes» y «Alguien le dice al tango». Aunque la síntesis más rotunda está en el poema recitado «El tango», en el que se pregunta por el destino de los compadritos, para afirmar que perviven en el tango, entre sus recuerdos y la fantasía («y oigo el eco de esos tangos de Arolas y de Greco/ que yo he visto bailar en la vereda»). Observado en perspectiva, para Piazzolla este trabajo fue un nuevo gesto de ruptura en una época de enorme creatividad del bandoneonista, en la que el tango era una música en retirada y él construía su revolución. Para eso, se valió de su emblemático quinteto, que completaban Jaime Gosis (piano), Antonio Agri (violín), Kicho Díaz (contrabajo) y Oscar López Ruiz (guitarra), a los que se sumaron Edmundo Rivero en voz y Luis Medina Castro en recitado.
Cuentan las crónicas de la época que Borges asistió a las grabaciones, aunque no estuvo particularmente interesado en el proyecto. ¿Tenía otro destino posible esta relación entre dos genios y polemistas irreductibles? Borges lo llamaba «Pianola» y se mostró más interesado  en la voz de la esposa de Piazzolla, la cantante aficionada Dedé Wolf, que en la de Rivero. Piazzolla no se quedó atrás. Años después declaró: «Creo que (Borges) era un mago de las letras. Pero en materia de música, era sordo», le dijo a su biógrafo Natalio Gorín en el libro A la manera de memorias. Y en una entrevista con la revista Siete Días, enfatizaba: «Lo que pasa es que yo fui el único que se animó a refutarlo (…) Con todo, creo que se merece el Nobel».
Sea como fuera, el encuentro y desencuentro tuvo sus coletazos. En 1996 se estrenó la obra teatral Entre Borges y Piazzolla, con Pepe Soriano, Juan Carlos Copes y Raúl Lavié. Y también se volvieron a grabar los mismos tangos y milongas en el disco Borges & Piazzolla, con Jairo, Daniel Binelli y Lito Cruz. Este aniversario redondo quizá sea el puntapié para nuevos homenajes.

Andrés Casak

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