7 de enero de 2022
Ocho de cada diez estudiantes consideran que la Educación Sexual Integral no se aplica de forma adecuada. Balance y desafíos, a 15 años de la sanción de la ley.
A medio camino. La ley, sancionada en 2016, no cumple las expectativas de la mayoría en las aulas de todo el país.
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Ocho de cada diez estudiantes y egresados de todo el país consideran que la Educación Sexual Integral (ESI) no se aplica de forma adecuada en las escuelas, a pesar de que el 94% de los docentes la incorporaron a sus clases. Así lo revela una encuesta nacional realizada por la Fundación Huésped entre jóvenes, adolescentes y docentes de las 24 provincias.
Sancionada en octubre de 2006, la ley 26.150 establece el derecho de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas adultas a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada. Desde entonces, el gran desafío fue construir un camino de enseñanza complejo que involucra cuestiones afectivas, políticas y éticas. Sin embargo, el abordaje, sobre todo en el nivel secundario, sigue teniendo, en muchos casos, un sesgo biologicista. «En algunas escuelas hay un reduccionismo muy grande de la sexualidad a la biología, a lo genital, a lo que antes se llamaba sistema reproductor –dice Julio Pasquarelli, jefe de Servicio del Hospital Neuropsiquiátrico Dr. Domingo Cabred de Luján y docente de ESI–. Con el tiempo esto fue cambiando, la ley puso el debate sobre el plano político».
Pasquarelli subraya el rol de los equipos directivos de los establecimientos y la relevancia de que la ESI sea parte de una política educativa y no de actos de buena voluntad de algún docente. Pero, además, los contenidos no se circunscriben a una temática aislada dictada por profesores de biología o psicología. Por el contrario, la ESI tiene un espíritu transversal. «Los contenidos de la ESI deben ser abordados en todas las materias y por fuera de las materias también», señala, y relata su experiencia: «Cuando hago las capacitaciones también planteo cómo en el recreo repetimos insultos o frases que tenemos que revisar de nuestra manera de hablar. Todo el tiempo cambian las prácticas sexuales y subjetivantes».
Trabajar con ESI no es una elección, hay una ley que regula su contenido y cuando no se cumple se limita el ejercicio del derecho a saber. Pasquarelli tiene «varias hipótesis» sobre por qué no hay una suficiente Educación Sexual Integral y por qué en consecuencia, los niños, niñas y adolescentes consultados así lo consideran.
«Hay escuelas que se resisten a la ESI por motivos religiosos y otras por temor a que haya familias que se enojen o que estén inconformes con ese abordaje, algunas de gestión privada pero también públicas». Para el docente, «cuanta más información tienen les niñes y adolescentes más tardan en tener su primeras relaciones sexuales porque pueden elegir y hacerlo de manera más segura. Por otra parte, les permite denunciar y reconocer la diferencia entre una caricia y una muestra de afecto de un acoso o un abuso sexual. Y hay comunidades que ven eso como peligroso».
Otra de las hipótesis que propone se basa en que si bien «les chiques están informades» no siempre relacionan lo que saben con la ESI, que en general, para ellos, se vincula con la genitalidad. «Si yo hablo de la diversidad, la convivencia, o temáticas como micromachismos, no todos interpretan que tiene que ver con la ESI», argumenta al tiempo que subraya que es imprescindible que el adulto esté formado para poder ayudar, acompañar y escuchar «y si no sabe algo salir corriendo a buscar información».
Puntos ciegos
Cuenta el docente que cuando en la escuela Mariano Acosta se creó un baño «no binarie», hubo un trabajo para explicar «que no binarie no es unisex, que no es lo mismo. Estos glosarios tienen que ver con una época que fue muy rápida y no dio tiempo a acomodarse». Lo mismo sucede con el lenguaje inclusivo, donde nota que hay mucha resistencia y para lo que también tiene un ejemplo: «Yo podría entrar al aula y hablar de chicos y chicas, pero si alguien viene y me dice “profe, yo lo respeto pero no soy ni chico ni chica”, ¿le voy a seguir respondiendo con la Real Academia Española?».
Dice Pasquarelli que en psicoanálisis hay algo que se llama «puntos ciegos», ideologías y representaciones inconscientes, resistentes, a veces conscientes, que cuando se es docente hay que dejar de lado, relegar posturas propias y «enseñar y ayudar a alguien, se esté o no de acuerdo». E insiste en que un docente no puede dejar de informar «porque de lo contrario está restando derechos». Aun con mucho camino recorrido con la ESI, «en las láminas más lindas y más modernas hay cuerpos que están invisibilizados. No están los cuerpos intersexuales (antes llamados hermafroditas) y tampoco las personas no binaries», subraya el psicólogo y docente.
Visibilizar
Si bien la ley surge en 2006, en 2008 suma un programa con lineamientos para trabajar en las diferentes etapas educativas y en 2018 incorpora una nueva reforma, sigue sin aplicarse en su totalidad y en forma efectiva. Desde las cátedras de ESI de los Institutos de Formación Docente reclaman una mayor presencia del Estado para facilitar la supervisión de la implementación.
La ESI propone una mirada más amplia, desde la integralidad, cómo encontrar otras formas de analizar historias y visibilizar personajes que quedaron en el olvido, sumar a las mujeres que en la colonialidad pelearon a la par de los varones o visibilizar el criollismo de personas afro. A medida que se avanza en algunos temas se van abriendo otros, como la necesidad de conocer de qué se trata la salud de los adolescentes trans y llamar por el nombre que eligen chicos y chicas para ser identificados.