17 de marzo de 2022
Mientras siguen apareciendo jóvenes promesas, un grupo de futbolistas veteranos engalanan el torneo local con actuaciones de alto nivel.
Vigentes. Lisandro López, Gonzalo Bergessio, Luis «Pulga» Rodríguez y Enzo Pérez, experimentados que se destacan.
Ahora, frente a frente, hay dos tipos con rostros de padecimiento que no deliberan sobre el precio de la lechuga o sobre los impactos del cambio climático. Los atraviesa un drama mayor: de golpe, no reconocen si están en el presente o en el pasado. Así, como suena. Y eso que hace cinco minutos andaban entusiasmados, uno porque hincha para Platense, el otro porque se desvive por Sarmiento.
–Gran refuerzo Gonzalo Bergessio –había soltado el primero.
–¡Qué lujo Licha López! –supo devolver su interlocutor.
Hablarse, a veces, es oírse y al oírse los dos tipos reparan en que los elogios merecidos van hacia un jugador de 37 almanaques y hacia otro de 39. O sea que se trata de una conversación que bien pudo transcurrir 10 o 15 años antes porque hace 10 o 15 años Licha –Lisandro López– y Bergessio ya transitaban el césped con notoriedad. En otro contexto, esa confusión temporal los trasladaría a terapias urgentes. Pero acá no hay dudas: nada de pasado, todo de presente. El presente del fútbol en la Argentina.
A millones de hinchas podría sucederles eso. Al cabo, la gente de Colón restaura felicidades por el regreso del Pulga Rodríguez (con un DNI que marca 37). Y la de Estudiantes ejecuta afonías con los goles recuperados de Mauro Boselli (36), quien se lesionó ante Boca en la fecha 6 y se hizo un silencio grande en el estadio.
Y los corazones de Lanús palpitan por el aporte retornado de Diego Valeri, que anda por los 35 y quizás abastezca al goleador José Sand, que ya traspasó los 41. Y los de Aldosivi advierten que esa cifra –de nuevo, 41– no le pertenece con exclusividad a Sand sino también a Santiago Silva, migrante a Mar del Plata después de una rara suspensión. Y, en la comparación, quienes son de Racing perciben que Gabriel Hauche, de vuelta enfundado en celeste y blanco, es un niño, pero los papeles traslucen que suma 35 cumpleaños, dos más que Leandro Benegas, la inversión de Independiente para el ataque, alguien de 33 como Lucas Pratto, el emblema que pisa de vuelta el suelo de Vélez, y con un circuito al sol de ventaja sobre Darío Benedetto, que hace un mes se reinsertó en Boca.
Cantidad y calidad
En la Argentina, el fútbol de la competición más alta le pertenece a jovencitos que saltan a Primera con motivaciones varias, entre ellas la de marcharse lejos y rápido para ganar plata, y a señores que esparcen sus penúltimos brillos luego de haber triunfado –algo más o algo menos– en lo deportivo y de asegurarse la economía a kilómetros de casa. Los que se destacan en las edades del medio, desde los veintipoquitos hasta los treintaynada, tienden a migrar y dejan flor de agujero. El antropólogo Matías Conde, especialista en análisis de datos del fútbol, estudió las estadísticas de las primeras cuatro fechas del actual campeonato y verificó que, de los 585 jugadores que intervinieron, la edad dominante es entre 22 y 23 años: 146. Luego, con alguna oscilación, desciende. Hay 102 jugadores de 32 años en adelante. Más allá de que esa cantidad resulta significativa, la variable de su gravitación reside en la calidad: son viejitos pero de los mejores.
Los veteranos que vinieron a engalanar el campeonato argentino se anexaron a una nómina de contemporáneos ya gruesa. Si el hincha de Platense y el de Sarmiento incluyeran en su charla a habitantes de la tribuna de San Lorenzo, les zumbaría el eco de los 42 años de Sebastián Torrico o de los 37 de Néstor Ortigoza tanto como un intercambio con quienes laten por Huracán los remitiría a los 39 de Patricio Toranzo. Algunos no jugaron en el exterior, pero sus vigencias y las lógicas de la actividad local les posibilitan ocupar el corazón de la escena. En River, campeón reinante, Marcelo Gallardo suele modelar síntesis entre mucho recorrido y mucha juventud y detecta un termómetro sin igual en Enzo Pérez, ya de 36 calendarios. Ciudad fecunda entre todas las siembras futboleras argentinas, Rosario exhibe ese fenómeno: en Newell’s persiste Pablo Pérez (36) en la mediacancha; en Central, Marco Rubén (35) conserva el hábito de meter goles.
Médico y exfutbolista, Juan Manuel Herbella especifica: «En el siglo pasado, los tipos de entrenamiento apuntaban a resistir lo duro del entrenamiento, a la sobrevivencia del más apto. Eso se modificó. El deporte fue aprendiendo que no necesariamente hacer más es mejor: se cambió calidad por cantidad. Eso impactó en una generación, por lo que estos resultados no son casuales».
Es la voz de un experto y a los expertos conviene escucharlos. Pablo Picasso, experto en otras artes, dijo: «La calidad de un pintor depende de la cantidad de pasado que lleve consigo». Ahora que el pasado y el presente se superponen, nadie diría que esa sentencia no habla de lo que ocurre en el fútbol argentino.