7 de mayo de 2022
Beatriz Sarlo
Siglo XXI Editores
288 páginas
Las exposiciones magistrales de la autora en la Facultad de Filosofía y Letras.
Durante los años de dictadura, la joven graduada Beatriz Sarlo esperó por la oportunidad de volver a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En 1984 cruza al fin la puerta de entrada, y es para concursar la materia Literatura Argentina II y convertirse en profesora de la casa, junto con otros como David Viñas y Josefina Ludmer. En este libro se conservan las clases magistrales que Sarlo dictó desde entonces y hasta 1988, en plena primavera alfonsinista. La edición está al cuidado de su colega Sylvia Saítta –actualmente a cargo de la cátedra–, quien recupera estas desgrabaciones míticas que hasta ahora circulaban en fotocopias estudiantiles. En sus clases, nos explica, Sarlo «propuso el diálogo entre la literatura argentina y la teoría literaria, la sociología de la cultura, la historia y la política argentinas, las grandes tradiciones nacionales y extranjeras, la historia cultural contemporánea». Semana a semana, Sarlo ejercitó rigurosamente el arte de la pregunta sobre un corpus recién estrenado en esas aulas. Obras de Roberto Arlt, Julio Cortázar, Juan José Saer, Ricardo Piglia, Ezequiel Martínez Estrada, Eduardo Mallea o Jorge Luis Borges fueron objeto de análisis y comentario, combustible para explorar métodos de composición e interpretación. «Vamos a leer», comienza la clase inaugural, y en esa primera persona del plural se cifra el espíritu con que Sarlo enseñaba, arriesgando hipótesis frente a los asistentes, incluso aquellas «que nunca podrá demostrar». Aquí la profesora lee, pero también rastrea las lecturas que hicieron aquellos a quienes lee: ¿cómo entendió Borges el Martín Fierro? ¿Cómo asimiló Piglia a Roberto Arlt? ¿Qué cercanía hay entre Mallea y Sarmiento? Un mapa literario nacional se va dibujando, a la vez que se rastrean las influencias de Faulkner, Camus o Balzac. Los cruces son incontables y conforman una red que se ciñe conforme avanzan las lecciones, demostrando que en Sarlo literatura y pensamiento jamás corren por vías separadas.