9 de septiembre de 2015
Con la muerte de Cipe Lincovsky, la cultura teatral argentina pierde a uno de sus máximos referentes. Nos quedan su libro autobiográfico (Encuentros. Vida de una artista), sus películas (Boquitas pintadas, La tregua, El juguete rabioso, La amiga, El amigo alemán, entre muchas), algunas grabaciones audiovisuales y sonoras y, sin duda, la memoria de sus actuaciones notables, especialmente sus interpretaciones de Bertolt Brecht. No solo recordaremos siempre el notable protagónico de Madre Coraje en el Teatro Nacional Cervantes, dirigida por Robert Sturua; también su Cipe dice a Brecht, el unipersonal con el que hizo temporada en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, selección de textos del escritor alemán a los que la gran actriz sumaba recuerdos de sus experiencias personales, artísticas y políticas. También en el CCC, en su visita a la Escuela de Espectadores, en la Sala Pugliese, Cipe presentó además sus memorias y confesó: «He vivido tanto, y tan intensamente, que tendría que escribir muchos tomos más». Lincovsky nació en 1929 en Buenos Aires, hija de una familia inmigrante proveniente de Gdansk, Polonia. Muy joven sobresalió en el Teatro IFT (importante centro del teatro judío porteño, en cuya fundación había participado su padre), allí hizo su primer Brecht: Madre Coraje, en el rol de la hija muda. En el IFT interpretó también obras de Máximo Gorki, Anton Chéjov y Arthur Miller. Este repertorio clásico marcó su formación, que orientó en sus comienzos el artista judío David Licht. Su primer trabajo en el teatro oficial fue Divinas palabras, de Valle-Inclán, dirigida por Jorge Lavelli en 1964. En su Diccionario sobre figuras del cine argentino en el exterior, el historiador Mario Gallina recuerda que Cipe llegó a Europa en 1957 (Brecht había muerto un año antes), participó en el 1° Festival Internacional de la Juventud en Moscú, donde representó Los de la mesa diez de Osvaldo Dragún y el sainete Los disfrazados de Carlos Mauricio Pacheco. En 1958 fue convocada por el Ministerio de Cultura de Berlín Occidental para representar la primera obra antinazi que se estrenó en Alemania: Yo solo y ningún ángel, de Thomas Harlan. Los premios de la crítica llamaron la atención sobre su talento y trabajó con el Berliner Ensemble, fundado por Brecht. Realizó una carrera internacional brillante. Maurice Béjart la dirigió, junto al bailarín Jorge Donn, en Nijinsky, clown de Dios, espectáculo con el que viajó por todo el mundo. Perseguida por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), se exilió en España entre 1976 y 1980. Su nombre apareció en las listas negras de la dictadura cívico-militar. A su regreso a la Argentina concretó trabajos inolvidables: Filomena Marturano, Sarah Bernhardt, Siempre vuelvo y, más tarde, El patio de atrás de Carlos Gorostiza. Recordaremos a Cipe Lincovsky por su personalidad y su carisma maravilloso, por su creatividad artística, por sus saberes de la escena y su historia en la cultura nacional, y también por su compromiso y su coherencia ética y política.
—Jorge Dubatti