22 de mayo de 2022
Con larga militancia, la senadora Esperanza Martínez, precandidata por el Frente Guasú, es una apuesta firme de la izquierda para las elecciones de 2023.
Primer plano. La exministra de Salud durante el mandato de Fernando Lugo, entrevistada por canal 9 de Paraguay, en mayo de este año.
Muchas madrugadas, Esperanza Martínez transitó las veredas de la avenida Mariscal López, para ingresar en el Hospital de Clínicas, llamado «el hospital de los pobres», donde continuó atendiendo tras su residencia. Está ubicado en el campus de la Universidad Nacional de Asunción, barrio de San Lorenzo (capital paraguaya), donde estudió medicina y cirugía, y comenzó su militancia en el centro de estudiantes, en medio de la resistencia al Gobierno dictatorial de Alfredo Stroessner.
Nunca abandonó la militancia, ni el Clínicas, ni mientras ejerció otras actividades, en su país, en la región, en la OMS. Se perfeccionó en la Universidad de Lovaina, de Bruselas. «Ya que siempre cuestionás el sistema de salud, tendrás la brillante oportunidad de cambiarlo», la desafió el médico Aníbal Carrillo Iramain al convocarla: así la doctora Esperanza Martínez se convertía en ministra de Salud, en 2008. Acompañó al flamante presidente Fernando Lugo, para realizar una gestión sanitaria revolucionaria: llegó con salud pública universal y gratuita, en especial a las regiones más necesitadas (por caso, las comunidades agrícolas), creó más de 800 unidades y equipó hospitales como nunca antes, además de otras medidas. Un cambio radical respecto de las políticas implementadas en 60 años de administraciones del Partido Colorado. La llamaban «Ña Salud».
Ya pertenecía al Partido Participación Ciudadana, integrante del Frente Guasú. Nació el 26 de abril de 1959, cuatro años después de instaurado el régimen de facto. Su madre, Mercedes Lleida Durán, era española. Su padre, Benito Martínez Silvero, farmacéutico, amante de la lectura y del fútbol, dirigente del Club Guaraní y activo militante del Partido Revolucionario Febrerista. Frente a su casa estaba el legendario Panuncio, un bar de músicos y artistas al que llamaban «El trampolín de las serenatas», en el que llegó a recitar y cantar, junto a su padre, los poemas de José Asunción Flores, creador de la «guarania» y militante del PC paraguayo.
Cursó la primera en la escuela pública Fernando de la Mora y luego fue al Colegio Nacional, junto a dos de sus hermanos. El mayor, Roberto, debió ocultarse, tras oponerse a que Stroessner le entregara su título, como a todos los graduados. «La dictadura marcó mi vida», resume Esperanza al recordar esos tiempos.
Al finalizar su gestión como ministra, tras el derrocamiento de Lugo, fue electa senadora. Ocupa el cargo desde 2013. Promovió proyectos de leyes de suba de impuesto al tabaco; de impuesto a la exportación en bruto de la soja y otros transgénicos; de audiovisuales; de ollas populares; y de Arancel 0 en las universidades públicas. Tiene asistencia perfecta. Está casada con un psiquiatra y activista de derechos humanos, Carlos Portillo. Tres hijos: Ricardo, Diego y Ana Gabriela.
Se llama Esperanza, igual que su abuela española. De chica le incomodaba el nombre. «Era como llamarse Justicia o Libertad. Muy conceptual». Pero ahora asegura: «Esperanza es un nombre cargado de potencia. Que la gente sienta que en mí hay esperanza es conmovedor».
La Ña Salud, desde enero es precandidata a presidenta por el Frente Guasú, de cara a los comicios de 2023. Recibió la adhesión de referentes sociales, gremiales, la salud y la cultura y muchos pequeños y medianos empresarios. La coalición se replicó en «Ñemongeta (diálogo) por una patria nueva», espacio que aglutina al FG, al Partido Paraguay Pyahura y otras fuerzas progresistas y de izquierda, como el Popular Tekojoja, que postuló al senador Sixto Pereira. Compitieron y ella fue ratificada. El expresidente Lugo es su principal impulsor: a 14 años del triunfo electoral que lo llevó al Gobierno, lo recordó como «la hazaña histórica de generar un cambio para el Paraguay, tras el sueño de un país soberano, con justicia, igualdad e inclusión para todos y todas».
El lema de campaña es «Con Esperanza se puede». Aseguró: «Hace décadas que los paraguayos venimos buscando una democracia con derechos, con justicia social, sin privilegios ni privilegiados. Una democracia con rostro social». El propio Pereira la calificó como una candidata que puede «concertar» el voto opositor, «viene de la lucha contra el neoliberalismo, está capacitada y con experiencia en la gestión» y «garantiza visibilidad» a progresistas, aunque advierte que aún resta cerrar con otros sectores como el Partido Liberal de Efraín Alegre.
Un panorama complejo
No le resultará nada sencillo a Esperanza. El Partido Colorado, tras la derrota ante el Frente Guasú, retomó la estructura y el predominio que lo mantuvo en el poder durante 60 años consecutivos desde 1948, cuando asumió Juan Manuel Frutos tras un golpe, a pesar de que Horacio Cartes (electo en 2008) carga con sospechas de relaciones con el narcotráfico y el lavado. Su sucesor, el actual mandatario Mario Abdo Benítez, también está cubierto de denuncias de narcolavado y de buscar alianzas con Colombia para recibir la protección de Estados Unidos. Además, la situación económica y social se torna explosiva. Y ocurren episodios, como el de Marcelo Pecci, fiscal que ganó prestigio por su labor en causas de narcotráfico, asesinado en su luna de miel en una isla de Cartagena.
En ese contexto, como un espejo del crecimiento de la ultraderecha en el mundo, surgen alternativas disparatadas como la del exarquero José Luis Chilavert, pese a que su imagen está sumamente desacreditada por su devenir sin consistencia entre diferentes instancias políticas.
Mientras –y aunque resta cerca de un año, lo que en política es una eternidad–, en el progresismo y la izquierda paraguaya crece la esperanza de que Esperanza Martínez sea una alternativa certera.