4 de junio de 2022
Palermo – CABA
Heracles, el arquero (É. A. Bourdelle).
Basta dar una vuelta por Palermo, Congreso o la Recoleta para comprobarlo: Buenos Aires es un museo de arte al paso. Sus parques y plazas atesoran un patrimonio escultórico de excepción, que orilla las 2.500 piezas y da cuenta de nuestros vaivenes culturales desde el europeísmo decimonónico hasta la heterogeneidad expresiva del presente. Buscando resguardar este tesoro se creó en 1956 una suerte de Hospital de Estatuas: el taller de la actual coordinación de Monumentos y Obras de Arte (MOA). A pasos del Jardín Japonés, en medio del Parque Tres de Febrero, su equipo de restauradores se ocupa de devolverle la lozanía o la integridad a los bienes dañados por el paso del tiempo, las inclemencias del medio y, sobre todo, el vandalismo. Años atrás, con el fin de difundir la conservación patrimonial, el MOA abrió su patio a la curiosidad comunitaria. En un cautivante entrevero, las esculturas en proceso de restauración conviven con las que se retiraron del espacio público por falta de garantías (la Familia de Ciervos de Gardet), réplicas listas para reemplazar piezas de sustracción frecuente (como Rómulo y Remo o los eslabones del monumento a Garibaldi), bustos de personajes olvidados y los restos históricos que produjo el atentado contra la Torre de los Ingleses de 1983.