17 de junio de 2022
El conflicto en la zona del Mar Negro tiene repercusiones a escala global, y obviamente también a nivel local. Los impactos se filtran a través del comercio exterior, tanto por precios, disponibilidad de productos y costos de transporte. Dada la importancia agrícola de las naciones en conflicto, desde los prolegómenos de la guerra las cotizaciones de los granos han recorrido un fuerte camino alcista, siendo el mismo muy agudo en los casos del trigo y el girasol. Es claro que ello significa mayores ingresos para el país, tanto para los productores, los exportadores, los transportistas y para el Estado a través de mayores ingresos impositivos. La política de ingresos debe jugar un papel clave para minimizar las consecuencias distributivas desfavorables debidas al incremento en los costos de los alimentos. Pero a nivel macroeconómico no puede negarse que el saldo es positivo para la economía argentina, por más que también haya mayores precios en ciertas importaciones, como las de los productos energéticos y los fertilizantes.
Todo lo anterior puede resumirse como los «impactos indirectos» ya que no hacen al intercambio directo con esos países. De hecho los «impactos directos» son de pequeña cuantía, dada la escasa relevancia de Rusia y Ucrania en las exportaciones argentinas. Pero un análisis de carácter sectorial permite detectar rubros que presentan una exposición mayor al conflicto. Son los casos del sector frutícola y los lácteos, para los cuales Rusia representa más del 10% del total exportado. Si bien son casos puntuales, en el caso frutícola pueden tener un efecto considerable a nivel regional, más aún por tratarse de un rubro que arrastra un estancamiento de larga data.