7 de julio de 2022
El periodista uruguayo, que da batalla cada día contra la comunicación concentrada y la manipulación de la información, reflexiona sobre el poder y los medios.
La mañana es tan fría como soleada. Por los generosos ventanales, el río color de león invita a la ilusión de un cálido verano. Está sentado en su confortable living. Ante cada pregunta renueva su concluyente energía, su convencimiento contestatario, la confrontación por décadas ante el poder real. En el fútbol, en los medios, en la política, en la vida. Con él no se requiere un preámbulo prolongado. La voz de Víctor Hugo trasciende más allá de cualquier presentación.
–Hablaremos de medios y creo que es pertinente comenzar por Assange y su extradición.
–Es muy demostrativo de la hipocresía del mundo. Mientras el sistema capitalista de los medios se mantiene a través de la libertad de expresión, el parapeto que utilizan condena a una persona que hizo un ejercicio de su libertad de expresión en nombre de la humanidad. Lo que Assange reveló es más importante que lo que haya dicho la mayoría de los diarios que hoy silencian este ataque a la libertad de expresión. Le hizo mucho bien a la humanidad, al conocimiento de las circunstancias políticas y económicas de los años 2000. La Argentina se ha beneficiado con libros como Argenleaks, Politileaks y Wikimedialeaks. Me provoca gran rechazo la decisión británica y la cárcel que le espera en Estados Unidos.
–Es paradójico que las tradicionales asociaciones de periodistas de Argentina, que suelen rasgarse las vestiduras ante otros hechos, ahora no digan ni una palabra.
–Son hipócritas, es el cinismo lo que predomina. Son cómplices de los que mienten. Usan la libertad de expresión a su modo, según sus conveniencias. Todos esos sistemas que hay de supuesta protección al mundo periodístico no son otra cosa que cínicos serviles de lo que es el poder mediático en cada país y el poder mediático global. Se debe protestar, empezando por el presidente de la república que sabe, víctima en el ejercicio de su función, cuánto debe confrontar con los medios que, parapetados en la libertad de expresión, viven mintiendo sobre su gestión y la del Gobierno.
«Lo que Assange reveló es más importante que lo que haya dicho la mayoría de los diarios que hoy silencian este ataque a la libertad de expresión.»
–¿Cuál es tu visión sobre los medios en la Argentina?
–El estado es deplorable. Han hecho de la mentira su capital más importante. No tienen ningún compromiso con la verdad. Han resuelto que si la mentira les va bien no hay ningún problema en decirla. Con falsedades de información o sesgando las que puedan aparecer. Como los temas del gasoducto y del avión iraní-venezolano. Dos pruebas evidentes de cómo se comporta el periodismo. Accionan contra los intereses de la nación, del pueblo, por un posicionamiento político. Este periodismo inventó que un hombre que se suicidó en el baño de su casa, con la puerta cerrada por dentro, había sido víctima de un crimen. Hablo de Nisman. Han sido capaces de culpar a un Gobierno, a una presidenta. Han hecho cualquier cosa en 2015: consiguieron cambiar de Gobierno a través de las mentiras. Tenemos el periodismo más deleznable del mundo. Diabólico, hecho de mentiras, sostenido solo por la falsedad y por el poder que tiene, por la extorsión con la que fueron aumentado su poder, llevándolo a un límite apabullante. Lo peor que le pasa a la Argentina, por lejos, es el periodismo que tiene. Nada es más grave, ni siquiera la pobreza, a la que podés combatir. Pero con el periodismo no tenés nada que hacer. Nunca más vamos a recuperar el valor perdido de un periodismo de calidad, serio, demócrata. La democracia está brutalmente afectada por los medios de comunicación. El eclipse es total.
–Son cómplices del poder real.
–El periodismo no es cómplice, el periodismo es el poder real. Es mucho más poderoso el dueño del grupo Clarín que el de las principales industrias. Inmensamente más poderoso. Las corporaciones le dieron el timón del país a la mediática: saben que lo manejan de acuerdo a los intereses de todos. El periodismo concentra lo que llamamos el poder real, que pasa a ser directamente el poder de los medios.
–¿Se acabó la importancia de la verdad como principio ético?
–Empieza a partir de la discusión de la Ley de Medios (N.de la R.: de Servicios de Comunicación Audiovisual). Llevamos doce, trece años interminables. Lo que ocurrió desde 2009 es la pérdida total de valores para el periodismo. Desde entonces, nunca más pudieron zafar de la mentira. En 2015 mintieron sobre Nisman, el dinero de Máximo, lo de Kicillof en YPF, que Aníbal Fernández era el ideólogo del triple crimen de la efedrina. Todo en un año en que se votaba en la Argentina, regado por decenas de otro tipo de mentiras. Solo una gran vocación política de un sector de la sociedad determinó que la elección fuera pareja. Pero consiguieron el poder, y lo que hicieron entre 2015 y 2019 les dio mayor concentración, el poder más fabuloso que se tenga en el mundo, periodísticamente hablando.
–Ese proceso de operaciones y noticias falsas es similar al actual.
–El Gobierno tiene una responsabilidad que debe cumplir: enfrentar a ese poder mediático en el nombre del pueblo, ya ni siquiera en nombre de sus propios intereses. No puede tolerar calladamente tanta mentira. Hay que denunciarlos, hacer cadenas nacionales en las que se muestre todo el daño. Si no se los enfrenta van a morir con los ojos abiertos: este Gobierno y las posibilidades de mantener Gobiernos que se preocupen por los intereses del pueblo antes que de las élites. El rival no es Bullrich, no es Macri, no es Vidal, el adversario del pueblo es el grupo Clarín. Los medios de comunicación que lo acompañan, la concentración mediática es la forma de opacar la democracia. Han llevado esto a límites insufribles, insoportables, porque para quienes amamos la democracia y el periodismo esta es la peor etapa concebible. Lo único que lo supera es lo que está por venir. El Gobierno debería enfrentarlo, republicanamente, con criterios de protección de la democracia. Tiene una obligación moral de poner a la sociedad de cara a lo que representan estos medios. Pero estamos ante un Gobierno que no se aminó aún a hacer una cadena nacional, que no quiere molestar a ese poder mediático con una cadena, que ellos estigmatizaron. Cuando anuncias algo importante como los 100 años de YPF, hacés zapping y están transmitiendo cualquier otra cosa. Lo que querías transmitirle a la nación solo lo da algún canal, C5N, la TV Pública. Es un inmenso disparate. Un Gobierno que no se anima a hacer una cadena está muy atado de pies y manos ante el poder real. Y no nos olvidemos que les da pautas colosales a estos medios. Hace un mes y medio, me consta, le dieron más dinero a Clarín y La Nación. Todavía más del que durante todos estos años decíamos que era una barbaridad. Esa debilidad no la voy a criticar. El problema es que representás valores muy fuertes con la propia nación, con la democracia. Ahí está la parte más vulnerable de este Gobierno, al que respaldo en muchísimas cosas, por el que tengo una simpatía en lo personal, en la mirada general, en la química que a veces se da en las relaciones personales.
«Nunca más vamos a recuperar el valor perdido de un periodismo de calidad, serio, demócrata. La democracia está brutalmente afectada por los medios.»
–¿Ese cuidado por las formas es una limitación política?
–Tengo la impresión de que Alberto Fernández es así. Trata de llevar las cosas por el mejor camino, dialogando. Debe haber pensado que a los medios podría adecentarlos a través de su buena gestión. Si no hacés nada malo, supondría él, no te van a atacar. Comprobó que hagas lo que hagas, igual te atacan.
–¿Qué importancia le das al rol del otro periodismo, incluso al que surge de los movimientos cooperativos?
–Ahí tenemos algunos problemas: el mayor es la limitación en la llegada, en comparación con los medios dominantes; la relación es más de 10-1. Como si no existiéramos. Es poco el poder que tenemos, un poder difuso. No tiene gravitación. Queda el margen del sector del público con ciertas expectativas en cuanto a la información, preparación intelectual… Ahí se mantiene un reservorio cultural que no muere, lo que hoy día representan las cooperativas. Todo esto tiene un valor moral, espiritual, ético, pero no una penetración que permita competir con la mentira y el horror mediático. Trabajás vos, yo hablo como si fuera a cambiar algo. Todo lo que diga va a llegar a un sector reducido y no tendrá gravitación. Pero tenemos la obligación de hacerlo. Me hacés un reportaje para una radio comunitaria que abarca una manzana y te diré las cosas con la misma energía. Siento responsabilidad de pelear y lo hago. Muchos lo hacen. Pero divididos, en una derrota continuada ante los medios poderosos. Es verdad que a veces en el vientre de las derrotas viaja mucha dignidad.
–La ética también forma parte de la grieta.
–La derecha no tiene ningún problema con la mentira. No tiene inconvenientes con la trampa. La izquierda, sí: en cuanto te comportás de otra forma, dejás de ser de izquierda, que siempre está para cambiar el mundo, hacerlo más ético, moral y justo. La mentira es parte del juego que la derecha establece. Empiezan la función diciendo que tienen razón y la imponen a como dé lugar.
«Cuando te viene la pelota, tenés que jugar. Sabés que vas perdiendo 10-0 pero te cae un pelotazo y soñás con que vas a meter un gol.»
–Te noto con la energía de siempre pero cansado, harto de una larga pelea.
Se termina un tema, atacan por otro lado. Todos los días perdemos. En este momento, de acuerdo al encendido, están 10-1. De 100 diarios que se venden, 90 son de ellos. Pocas radios resisten. Estamos perdiendo en este minuto y así será mañana, el mes que viene, el otro. Es cansador porque le quita toda eficacia, y ni hablemos, toda belleza a la lucha. Sin embargo, cuando te viene la pelota, tenés que jugar. Sabés que vas perdiendo 10-0 pero te cae un pelotazo y soñás que vas a meter un gol… Me hablás de cansancio. No sé si es la palabra. Me levanto y le meto para adelante. Pero cuando termina cada día, ves más amplia la derrota.