1 de agosto de 2022
Presentada en Jurassic Park como una fantasía, la posibilidad de volver a la vida a animales extintos está cada vez más cerca. El thylacine, la quagga y otros casos.
Mamuts. Desaparecieron hace milenios, la edición génica los regresaría a la vida.
SHUTTERSTOCK
La naturaleza es impiadosa y, cuando una especie marcha hacia la extinción, el camino suele ser sin retorno; pero con el avance de la tecnología eso podría cambiar drásticamente. Más allá de la fantasía de Jurassic Park de clonar dinosaurios que murieron hace cientos de millones de años, existen varios proyectos para traer nuevamente a la vida a diversas especies que han desaparecido de la fauna terrestre, fenómeno que se ha dado en llamar de-extinción o desextinción.
Así, algunos científicos proponen regresar a animales como el thylacine, un carnívoro marsupial; la quagga, una subespecie de cebra; el dodo, un ave de las islas Mauricio que no podía volar; y, el más importante, el mamut lanudo, un pariente del elefante cuyos últimos ejemplares se extinguieron hace unos 6.000 años. Este proyecto es el que más repercusión internacional ha tenido en los últimos tiempos y se reavivó en nuestro país debido a la incorporación al equipo de un científico argentino, el biotecnólogo Ramiro Perrota de la Universidad de Quilmes. La iniciativa está liderada por el reconocido genetista e ingeniero molecular George Church, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, junto con la empresa de biotecnología Colossal. La inversión, hasta ahora, será de unos 60 millones de dólares.
Cortar y pegar
El calentamiento global ha provocado que vastas áreas del permafrost siberiano hayan comenzado a derretirse, dejando al descubierto plantas y animales que estuvieron congelados en el hielo durante decenas de miles de años. Así, desde el primero hallado en 1806, fueron rescatados varios cuerpos de mamuts lanudos y se recuperó, a partir de los años 90, ADN para ser conservado para experimentos de laboratorio.
En 2008 se logró la primera secuencia del genoma del mamut lanudo y hoy, gracias a la técnica de ingeniería genética conocida como CRISPR/Cas9 –las afamadas tijeras de «cortar» y «pegar» fragmentos de ADN–, se podría lograr el primer ejemplar de mamut lanudo creado en laboratorio. Al no haber células vivas de mamut lo que se hará es un proceso genético con ADN de elefante asiático, que comparte un 99,6% de genoma con el mamut. «En un cultivo celular, se toman células del elefante, se las edita genéticamente y luego se realizan transferencias nucleares. Después se crea un embrión y, eventualmente, se coloca en una madre subrogante, en una elefanta, para que pueda gestar una cría», explicó recientemente Perrota en diversos medios. Así, el elefante gestado tendría ese 4% restante de genes que le habrían faltado para ser un mamut lanudo. Según Church, este regreso ayudaría a restablecer los ecosistemas que mantenían congelado el permafrost, pero algunos especialistas plantean sus dudas. Consultado por Acción, Leopoldo Soibelzon, investigador del CONICET, biólogo, especialista en Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata, asegura que le parece una idea impracticable «porque no existe la tecnología actual para poder obtener una secuencia de ADN completa de ninguna especie fósil. De los mamíferos fósiles, por más que estén congelados en el permafrost, lo que se hace es obtener fragmentos, más chicos, más grandes, y pegarlos arriba de una secuencia, por ejemplo, de elefante asiático. Entonces, nunca vas a tener un mamut lanudo, lo que vas a tener es una cosa intermedia, un híbrido entre un mamut lanudo y un elefante asiático».
En tanto Daniel Salamone, investigador del CONICET y director del Laboratorio de Biotecnología Animal de la Facultad de Agronomía (UBA), dice que «el caso del mamut es complejo. Se han conservado muestras que parecerían no ser muy aptas para la clonación en sí, pero sí para tener información de lo que era la secuencia genética del mamut. Entonces, hay una especie emparentada al mamut y hay herramientas, como el caso de la edición génica, que permiten borrar o poner nuevos genes en lugares muy específicos. Así, partiendo de un elefante, uno podría tener, digamos, un animal que no sea exactamente un mamut pero que se parezca bastante o que tenga bastantes atributos del mamut». Lo que ponen en duda algunos científicos es a dónde apunta la desextinción de especies. Soilbelzon se pregunta: «¿Cuál es el objetivo de traer un mamut lanudo a la actualidad?, ¿para un zoológico?, ¿para una exhibición de animales extraños?, ¿para el circo? No tiene ningún sentido. No existen hoy las condiciones de su ambiente, en cuanto a temperatura o al tipo de pasto que comían –explica el investigador–. El elenco faunístico al que querrías incorporar ese animal no existe más y se está trayendo un elemento de cierta fauna e insertándolo violentamente en otra. No va a funcionar, o no va a funcionar como esperás que funcione».
Pese a las dudas que genera la desextinción, hay un par de proyectos que lograron un avance. Uno es el del bucardo, una cabra de los Pirineos que se había extinto en 2000 y en 2003 logró ser clonada y vuelta a la vida, pero el ejemplar murió a los pocos minutos. Salamone recuerda. «Colaboré indirectamente con el proyecto. Ellos estaban por tener un nacimiento y yo les transmití mi experiencia con los clones acá en Argentina. Pero el ejemplar nació y vivió un período extremadamente corto, algo bastante común en animales clonados. Así que el bucardo es el primer animal, no en desextinguirse, sino en extinguirse dos veces seguidas».
Otros programas
Una iniciativa muy seria es la de la Universidad de Melbourne, Australia, para desextinguir al tigre de Tasmania, o thylacine. Desaparecido en 1936, podría regresar mediante la edición de genes en células madre marsupiales y técnicas de reproducción asistida. Otro de los proyectos que avanza es el de la quagga, cuyo último ejemplar cautivo en Ámsterdam murió en 1883. El programa ya lleva 35 años y gracias a técnicas de selección genética y cría selectiva han logrado procrear varios ejemplares que se van acercando al animal original. En cuanto al dodo, cuyo último ejemplar fue visto en 1662, este año científicos de la Universidad de California consiguieron secuenciar completamente su genoma.
«Esos animales por alguna razón se extinguieron, porque sucedieron cambios en el ambiente, porque hubo otro animal que ocupó su mismo nicho ecológico o porque apareció el hombre y los cazó –dice Solbeizon–. O sea, me parece una locura invertir millones de dólares en esto».
Salamone coincide: «Traer un animal que existió hace millones o miles de años puede tener connotaciones negativas, porque nunca ha interactuado con los ecosistemas actuales. Es más, podría ser caótico». Sin embargo, abre una puerta a ciertos aspectos positivos: «Resulta muy interesante si son animales que desaparecieron recientemente o incluso cuando hay un número muy limitado y de repente muere un último ejemplar, de modo de mantener la biodiversidad».
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