23 de diciembre de 2015
Las recientes elecciones parlamentarias en Venezuela son un fiel reflejo de la polarización y las paradojas que existen en dicho país. Es interesante cómo los principales dirigentes de la oposición decían que eran los comicios más sucios de la historia, pero apenas el Consejo Nacional Electoral reconoció que habían triunfado con holgura, no dudaron en festejar. La oposición, aglutinada en la Mesa de Unidad Democrática (MUD), obtuvo la mayoría parlamentaria por primera vez desde que se conformó la Asamblea Nacional unicameral en 2000, un año después de la asunción de Hugo Chávez como presidente.
En numerosos países, el primer mandatario tiene que lidiar con parlamentos opositores. En algunos conviven en armonía, en otros les ponen infinitas trabas para gobernar, provocando la parálisis del gobierno, como sucedió varias veces con Barack Obama en ee.uu. Debido a las características de la Venezuela de hoy, cada elección parece tener un carácter definitorio plebiscitario, de «todo o nada», y es difícil pensar en una cohabitación tranquila como sucedió en Francia cuando el presidente pertenecía a un partido y el primer ministro a otro.
La oposición en Venezuela desde el 5 de enero tendrá una amplia mayoría en la Asamblea Nacional y seguramente intentará desde allí concretar lo que han anunciado: impulsar un referendo revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro como primer paso para lograr su principal anhelo, el fin del chavismo.
La oposición no está sola, una parte importante de los medios de comunicación la empuja a que actúe con celeridad. Un editorial del histórico diario El Nacional del 10 de diciembre criticó la «prédica conciliadora» de los «defensores de la otra mejilla» porque «sería ingenuo gestionar las ganancias con criterio de perdedores (…) ¿Borrón y cuenta nueva con la cúpula rojita? ¿A cuenta de qué?». Esta parece ser la tónica que imperará, ningún tipo de complacencia con el chavismo. En otras palabras, será a todo o nada.