31 de agosto de 2022
Hace 50 años se plantó en el barrio de Villa Crespo la semilla de una forma distinta de educación. Hoy, su fruto es esta vital escuela cooperativa.
En Villa Crespo queda una antigua casa donde, desde hace 50 años, cada día cerca de 300 niños y niñas van a estudiar. Pero no solo aprenden matemática, lengua o ciencia: Mundo Nuevo es una escuela cooperativa, y los valores de este tipo de organización están presentes en cada rincón del espacio.
«Para nosotres son indisolubles nuestro proyecto político-pedagógico y nuestra forma de organizarnos. Todas las prácticas pedagógicas acaban acompañadas desde la reflexión y el hacer con otres, e implican pensar la convivencia como algo a trabajar», asegura Melina Merkier, que es tallerista en Mundo Nuevo. La singularidad de esta escuela se nota con solo echar un vistazo a las aulas: las cartucheras son comunitarias, hay carteles con los que los chicos se dividen las tareas, incluso los abanderados son elegidos en cada curso por valores definidos entre compañeros, en lugar del clásico y competitivo «mejor promedio».
En este sentido, Ana Vergara, maestra y profesora de teatro, complementa: «Hay algo del cooperativismo que está en cada situación». Más allá de los vínculos entre los chicos o los trabajadores de la escuela, se suma otro eje que suele dejarse fuera en la educación tradicional, que es la inclusión de las familias. «Todo el tiempo tratamos de pensar en abrir espacios de participación, que Mundo Nuevo sea un lugar donde uno no tiene solamente un vínculo escolar sino que también hay una participación», relata Gabriel Casal Luján, administrativo y tallerista de música.
Medio siglo innovando
El cooperativismo es la base de este proyecto iniciado en 1972. Un gran desafío para este 50 aniversario es comprar el inmueble donde funciona la escuela, como anhela Melina: «Queremos cumplirlo siendo propietaries del espacio que habitamos, eso nos permitiría echar raíz y poder seguir proyectando futuro. Tenemos ganas de hacer una escuela secundaria, un centro cultural, miles de cosas, que la escuela primaria y nivel inicial sigan creciendo». Para esto, comenzaron a implementar hace poco un sistema de «financiamiento colectivo» a partir de aportes voluntarios o suscripciones. «Siempre la escuela se gestionó con los aranceles que se cobran y a partir de este año se empezó a pensar otra forma de financiamiento», agrega Gabriel.
Son las únicas formas de sostenerse económicamente a las que pueden acceder por ahora, frente a lo que Melina expresa: «Seguimos peleado por que eso suceda, por la Ley de Gestión Social de la Educación y encontrar nuestro lugar en el sistema educativo, con los recursos suficientes para seguir trabajando y crecer».
A todos los valores cooperativistas se suma un fuerte compromiso con ciertas causas sociales, como el ambientalismo. En la escuela funcionan dos huertas: una pertenece al nivel inicial y otra está en la vereda del edificio, ambas son nutridas por el compost que arman los chicos y cuida sexto grado en su taller de gestión cooperativa.
Hace poco se prohibió el lenguaje inclusivo en las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, pero en Mundo Nuevo los docentes decidieron seguir utilizándolo en las aulas, como Ana, quien asegura que «les chiques están muy acostumbrades y se piensan incluso en los pronombres por los cuales quieren ser llamades. A veces nos interpelan con algunas situaciones, lo que también es muy hermoso y nos sorprenden».
En ese mismo sentido, Melina agrega que el lenguaje es algo vivo y hace años trabajan la importancia de nombrar a todas las personas que necesitan ser nombradas. «Hay una reivindicación de una identidad y eso no se puede prohibir, el lenguaje es de todes, no hay alguien que nos pueda decir cómo se usa».
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