22 de mayo de 2013
Presenciar un espectáculo del Combinado Argentino de Danza (CAD) es volver a lo esencial de las artes escénicas, quizás en su aspecto más dionisíaco, aquel que liga a la danza y la música con el fluir vital. Es una experiencia que da ganas, literalmente, de ponerse a bailar. Y, en efecto, en Tushh se invitaba al público a moverse al ritmo de los mash-ups de DJ Villa Diamante. Un show sumamente festivo, en el que se ocupaba todo el enorme patio del Konex, en distintos niveles y con varias escenas simultáneas, que incluían desde las boleadoras y el malambo hasta la recreación de un número de Bollywood. Uno de los videos proyectados en la obra condensa la heterogeneidad y la mezcla que promueve el CAD: el hiphopero Milo Moya hacía ritmos con su boca, mientras la cantante María Ezquiaga ofrecía una singular versión acústica del clásico «Tan enamorados», de Ricardo Montaner.
En 2011 y en el marco del MICA (Mercado de Industrias Culturales Argentinas), se dio inicio a este proyecto en el que participan 25 bailarines que combinan distintos tipos corporales, historias, sectores sociales y formaciones en la danza (contemporánea, hip-hop, folclore). Cuenta la coreógrafa Andrea Servera, directora del grupo, que «en ese momento se planteó la pregunta de cómo bailar la patria hoy. Y, aunque no pudimos dar una respuesta, con mucha danza vislumbramos alguna idea que sirviera por lo menos para pensar y, en el camino, divertirnos. Así se abrió un mundo de diversidad, potencia y cruce, que desde que arrancó no se detuvo».
Se han presentado en espacios y eventos de lo más disímiles: desde Tecnópolis, pasando por el Konex, las charlas TED y la UBA, hasta el Festival de Danza de Buenos Aires. También lo hicieron en lugares más postergados, como la Villa 21-24 de Barracas o Los Piletones, además de recorrer intensamente el interior del país. El próximo desafío es bailar en un espacio emblemático como el escenario del Teatro San Martín.
Sus procesos creativos tienen base en la improvisación, cuyo disparador es la indagación en la propia identidad y la que se construye en el intercambio con el otro. Servera afirma que «cuando los chicos del Combinado aparecen, donde sea, algo único sucede. La danza lo toma todo, lo atraviesa. Ya sea en un teatro o en una villa, la entrega, la vibración, el ritual del encuentro se apoderan del espacio».
El CAD se rige por una manera singular de entender la danza que rompe con las jerarquías. En palabras de Servera, esto se logra «mirando y creando desde cuerpos muy diferentes, muy reales, y desde experiencias de vida muy variadas». Entre sus objetivos está el de «superar los límites, sofisticar los lenguajes y trascendernos a nosotros mismos. Es, de alguna manera, un experimento sociológico».
La base de la que parten sus integrantes es que la integración desde la danza tiene todos los alcances imaginables. «Y los que no imaginamos también», acota su directora. Como fundamento de trabajo, Servera se maneja con los presupuestos de igualdad y libertad del filósofo Jacques Rancière. Y de Rancière pasa a citar a David Bowie: «Me gusta escuchar su tema “Héroes”: los bailarines del CAD son mis héroes, “just for one day”, cada día».
—Victoria Eandi