14 de agosto de 2013
Los incas regían sus vidas de acuerdo con el movimiento de los astros: la Luna, las estrellas, pero sobre todo, del rey Sol. Fuente de calor y de vida, Inti (sol en quechua) era el dios supremo, al que se adoraba y se le ofrecían sacrificios para evitar que abandonara la tierra y retornara brindando calor y alegría. Fue así que nació el Inti Raymi, la fiesta del sol, un festejo que se celebraba entre el período de la cosecha y el inicio del invierno, cuando el Inca y su corte adoraban a su máxima deidad. De acuerdo con las crónicas de Garcilaso de la Vega, la fiesta se celebró por última vez en 1535, cuando fue prohibida por los conquistadores españoles. Cuatro siglos después, en 1944, un grupo de intelectuales cusqueños rescató el festejo en la antigua y bellísima ciudad que supo ser la capital del imperio.
El festejo vuelve a cobrar vida cada 24 de junio, el Día del Cusco, tres días después del solsticio de invierno. La celebración es una gran puesta en escena en la que participan cerca de 800 actores, y en la que se representa y reconstruye el Inti Raymi –según investigaciones y recopilaciones de las crónicas de época– como lo hacían los antepasados en los gloriosos días del Inca Pachacutec, el soberano que ideó la fortaleza de Machu Picchu. Pero el Inti Raymi no se reduce a una puesta en escena. El cusqueño lo celebra como un ritual ancestral y agradece al dios Sol asistiendo a este espectáculo, que los actores también viven a flor de piel. Como señala Jaime Araoz Chacón, quien desempeña el rol del Yawarpirikuc, el encargado de leer las vísceras de la llama otorgada en sacrificio, «nosotros, los originarios de los pueblos indígenas, de los pueblos milenarios, de los pueblos sagrados, no estamos actuando, sino que revitalizamos nuestra cultura con fe, mucha energía y vitalidad para armonizar entre el hombre, la naturaleza y las deidades. Esto es lo que hemos hecho hasta ahora y seguiremos haciendo».
Durante el festejo se lleva adelante la procesión que va desde el Qorikancha o Templo del Sol, pasando por la Plaza de Armas hasta las ruinas de Sacsayhuamán. En el Qorikancha, donde se saluda al sol, los músicos marcan la entrada del ejército imperial, mientras las mujeres sagradas del imperio y las comitivas del Tawuantinsuyo, en los que estaba dividido el incanato, bailan en la explanada. Por las escalinatas de piedra desciende, majestuosa, la Colla (Reina) y su séquito, y finalmente hace su aparición en lo más alto del templo el Inca Pachacutec, quien luego del ritual, invita al pueblo a trasladarse a la Plaza de Armas, donde se lleva a cabo el denominado «Encuentro de los tiempos», donde el Inca se reúne con el alcalde de la ciudad. La ofrenda a la Pachamama y a las montañas sagradas y el paso del ejército, acompañados por mujeres bailando, dan lugar al ingreso de la Colla primero y del Inca después. Todos se trasladan, en procesión, a las ruinas de Sacsayhuamán, donde tiene lugar el sacrificio final. El rito de la chicha, las ofrendas y el fuego sagrado preceden al ritual principal: el sacrificio de la llama negra. Inti está contento y complacido, resplandece en lo alto. Se hace la luz en Sacsayhuamán. Un nuevo año, lleno de luz y buenas cosechas está garantizado.
—Texto y Fotos: Guido Piotrkowski