28 de enero de 2014
Desde hace seis años un grupo de entusiastas patinadores desafían peligros e incomodidades de la ciudad para disfrutar de la actividad que más les gusta: patinar con rollers. La iniciativa nació espontáneamente. Los hoy cinco amigos –todos ellos de La Plata–, se conocieron en un foro; cada uno de ellos ya patinaba con distintos grupos de la Ciudad de Buenos Aires. Las primeras salidas de los nóveles patinadores fueron alrededor del bosque platense, y, en una de esas ocasiones, se les ocurrió la idea de lanzar una convocatoria vía Facebook para que se sumara más gente, y entonces, dicen, «la cosa explotó».
Nacía así La Plata rollea, que en la actualidad, moviliza a más de 200 personas de distintos sectores sociales: estudiantes universitarios, profesionales, empleados, amas de casa y hasta jubilados. «El 80% de las personas que vienen son mujeres, de entre 18 y 49 años de edad, pero también tenemos gente más grande», cuenta Julián Rifurcat, líder y fundador del grupo. Son el grupo más grande del país, que cuenta con cinco circuitos de paseos urbanos y clases para más de 100 personas.
La Plata Rollea reúne cada martes y jueves a las 20 a decenas de personas que se dan cita en la explanada del Teatro Argentino y de allí arrancan. Sus diferentes circuitos urbanos, por calles asfaltadas, tienen alrededor de 9 kilómetros o una hora de duración. «No hace falta ser un patinador experto ni tener una gran preparación física; lo que sí recomendamos para sumarse a las salidas es saber frenar. Fuera de eso, las únicas pautas que tenemos son llevar protección para evitar lastimarse en caso de una caída; usar ropa de colores claros o chalecos reflectivos, porque las salidas son nocturnas; y respetar todas las normas de tránsito como un vehículo más. Con esta forma de manejarnos no hemos tenido hasta ahora accidentes serios», explica su coordinador.
No satisfechos con esta convocatoria, dan clases gratuitas para iniciados y principiantes los domingos a las 17 en el Bosque. Sin preocupación ni riesgos viales, los patinadores tienen una pista propia en calle 50 que cada fin de semana se cierra al tránsito, en el tramo que va de 1 a 117.
Por lo general, los principiantes comienzan a tomar clases, y, cuando se sienten seguros y entrenados para frenar, salen a la calle y se incorporan al grupo nocturno que pasea por las calles de la ciudad.
«A los que nunca se pusieron patines suele llevarles dos o tres semanas agarrarles la mano para salir –señala Julián–. Pero hay gente que tarda un poco más».
Sin embargo, este no es el caso de Jessy, que comenzó hace un mes y no puede dejarlo. Lola dejó de patinar en su club de patinaje artístico para dedicarse a los rollers callejeros pero aún no se anima y sólo participa de las clases de los domingos. No es la única que dejó una actividad por los rollers. Juan Ignacio hacía bicicleta, pero al ver pasar por las noches a los integrantes de este colectivo por la puerta de su casa, se entusiasmó y comenzó con las clases. Desde hace siete meses no falta ni un jueves ni un martes a las salidas nocturnas.
—Texto y fotos: Martín Acosta