12 de noviembre de 2022
–Tobías de mis pájaros libres cual mariposas en celo, ¿sabés una cosa?
–¿Qué cosa, Rebequita de mis amores más puros que el aire que respiramos en esta urbe cosmopolita?
–Ay, no sé, Tobías, pero vos sos el que tenía que saber. ¿Acaso no asumís los roles que esta sociedad machistófila le atribuye a tus caracteres sexuales secundarios masculinos y cromosomas XY?
–Rebequita, entrañable transparencia de tu querida presencia, mis órganos sensoriales no accedieron a percibir el sentido de tu texto verbalizado; o para decirlo en vulgo: No te entendí un joraca.
–Veo que sí te has hecho cargo de tus roles dominantes: según leí en el texto «Ya no hay más hombres, y los que hay mejor perderlos», una de las funciones varoniles es «la renuncia al diálogo intergenérico mediante la estrategia del plantígrado».
–¿Lo qué?
–Que te estás haciendo el oso. Y lo hacés para saltearte otra de tus responsabilidades: la de llevarme de vacaciones.
–¿Por qué haría yo tal cosa, Rebequita de mis falsas apariencias aceptables ma non troppo?
–¿Ves, ves? Siempre el mismo macho alfa, kappa u omega. Ahora querés que yo adivine el motivo por el que vos te negás a llevarme de vacaciones. Evitás poner de manifiesto tu incorrección endilgándole el fardo a mi impericia.
–¡Jamás haría yo algo así, Rebequita de mis frutillas con crema! ¡Te amo más que al helado de chocolate con 70% de cacao intervenido con gotas de súper dulce de leche al mascarpone!
–¡Ay, Tobías, cuanto hace que nadie me decía algo tan amoroso, tan fogoso, tan ardiente!
–Bueno, Rebequita, el helado no es precisamente ardiente, ya que tendería a derretirse, pero sí lo son mis sentimientos.
–Tobías de mi sundae, ¡dijiste «Mascarpone»! ¿Cómo sabías lo que yo quería para estas vacaciones?
–En verdad no lo sabía, Rebequita, pero si tu deseo es un helado, o incluso un tiramisú, estoy dispuesto a hacerlo realidad.
–Ay, Tobías, ¿de verdad? ¿Me vas a llevar a Italia?
–Bueno, Rebequita, no exactamente, los más ricos los hacen en una heladería que se llama «Cucuruchito mío», a unas diez cuadras de casa.
–¡Siempre el mismo posesivo y minimalista! El día que yo quiera ir a Suiza, ¿me vas a comprar un chocolatín? Cuando quiera ir a Francia, ¿me vas a dar un omelete de champiñones? Cuando quiera ir a Estados Unidos, ¿me vas a dar una deuda externa? ¡Sos un machirulo plenipotenciario!
Tobías se dio cuenta de que en verdad necesitaban unas vacaciones.
Tal vez, quizás, juntos.