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Tango queer

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El tango nace a fines del siglo XIX en la ribera del Riachuelo, en los boliches de carreros y cuarteadores, y en los conventillos de los barrios del Sur. Desde sus comienzos estuvo asociado con burdeles y cabarets, lugares de encuentro de la población inmigrante mayoritariamente masculina. A comienzos de la década de 1910, la danza rioplatense se hizo conocida en Europa y se puso de moda en París como baile de pareja mixta, con un estilo que no incluía ni cortes ni quebradas. Una vez aceptado por la sociedad francesa, la mala fama del tango fue desvaneciéndose en las dos orillas del Río del Plata y parejas mixtas comenzaron a bailarlo en milongas públicas y en salones, siendo el hombre siempre el conductor y la mujer, la guiada.
Con el comienzo de un nuevo siglo, la movida del tango queer reanuda esta forma originaria de bailar el tango entre personas del mismo sexo. El movimiento nació en Alemania a fines del año 2000, cuando un grupo de lesbianas inició en Hamburgo el Primer Festival Internacional de Tango Queer, que se organiza todos los años. Desde aquel país el movimiento se fue extendiendo a distintas partes del mundo; entre ellas, la Argentina.
En la ciudad de Buenos Aires existen dos milongas queer: La Marshall y Tango Queer, espacios donde disfrutar la danza sin importar si las parejas son del mismo sexo o no, lo que permite mayor versatilidad y capacidad de comunicación en el baile, ya que ambos conocen los movimientos de los dos roles: conductor y guiado.
Augusto Balizano creó La Marshall hace 10 años, en un pequeño loft puertas adentro del barrio de San Telmo. En la actualidad funciona todos los viernes en Balvanera. Mariana Docampo, por su parte, coordina Tango Queer desde hace 8 años y dicta clases para principiantes y avanzados en el barrio de San Telmo. A su vez, juntos organizan la VIII edición del Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires –el primero fue en 2006–, que se celebrará en noviembre próximo.
Mario baila en La Marshall desde hace una década, aunque también asiste a las milongas de su zona, Bella Vista, en el conurbano bonaerense. «En las milongas de allá son muy tradicionales y bailo sólo con mujeres, aunque prefiero hacerlo con hombres». Nelson tiene 46 años, comenzó a bailar en 2001 y asiste a las dos milongas queer. «Cuando te conduce una mujer, te marca el paso de otra manera, mucho más sutil y contenida. Creo que todos los hombres deberían experimentarlo para aprender de su particular sensibilidad», señala. Alejandro es un joven bailarín profesional de 30 años que, junto con su compañero Matías, llegó a las semifinales en la categoría Salón del Mundial de Tango 2013, la competencia que se realiza desde hace 10 años en la Ciudad de Buenos Aires. Que las parejas del mismo sexo puedan competir en las categorías Escenario y Salón del Mundial es una puerta que recién se abrió en 2012 y que habla de la integración y de la diversidad en la danza rioplatense. El tango no es sólo un baile; es, además, una forma de comunicación y una tradición que ha difundido el espíritu de nuestra sociedad por el mundo entero, adaptándose a nuevas diversidades a través del tiempo.

—Texto y fotos: Kala Moreno Parra

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