16 de diciembre de 2022
Dirige Página/12, donde trabaja desde su fundación, y tiene una mirada crítica hacia las formas que predominan en el ejercicio de la comunicación. Educación, política y Justicia.
Nora Veiras es directora de Página/12, pero además es una testigo de la actualidad política del país desde hace décadas. Presente en el diario «desde el numero cero», repasa sus años como especialista en educación y se lamenta porque en la actualidad ya casi no exista espacio para esas temáticas. También fue parte de un programa televisivo que dejó huellas: 678. Un espacio donde se puso en discusión no solo la realidad política sino también las lógicas de poder mediáticas. Allí su voz solía distinguirse al poner un matiz reflexivo y crítico de las propias posturas, en una época en la que la llamada grieta estaba naciendo con mucha fuerza.
Sobre el actual ejercicio del periodismo, la digitalización y la lógica del click bait («ciberanzuelo»: notas en portales que llaman la atención con grandes títulos que luego no se reflejan en el texto) asegura que no es más que el viejo sensacionalismo con otras herramientas. Desde su programa en la AM750 –Aquí, allá y en todas partes, de lunes a viernes, de 15 a 18– intenta marcar una diferencia proponiendo un periodismo en el que se escuche al otro, lejos del «griterío y el escándalo», para poder descubrir en profundidad la personalidad de los entrevistados o los temas abordados. Además, le preocupan las fake news (noticias falsas) y la alarman especialmente las que ponen en duda el atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández. «Es negar un valor esencial: La vida. Eso socava todo principio democrático», reflexiona.
–Hace poco, tanto Hugo Alconada Mon como Carlos Pagni expusieron con variada fundamentación que en efecto el expresidente Mauricio Macri, durante su gobierno, espió a Cristina Fernández y a otros dirigentes, ¿qué te sugiere esto?
–Me parece que son representantes de la derecha que tienen argumentos. Pero yo los veo como anticuerpos de su propio sector. Hay cosas en las que no vale todo. Hay que guardar ciertas formas para que esto no termine en cualquier cosa. Y lo del espionaje de Macri es algo constitutivo a su concepción de poder. El padre espiaba a los empresarios que competían con él. Y él empezó a espiar a todos los que hacían política con él. Lo que me resulta más increíble es lo de Diego Santilli: le plantaron una mucama, lo denunció la exmujer y se comprobó en la investigación judicial. Y después siguen siendo todos amigos. Espiar al otro es el colmo, pero evidentemente tienen otros valores. Estos dos periodistas que mencionás marcan un límite porque Alconada Mon también fue espiado.
«Lo del espionaje de Macri es constitutivo a su concepción de poder. El padre espiaba a los empresarios que competían con él. Y él empezó a espiar a todos.»
–¿En qué espacio de medios más cercanos al oficialismo se critica de esta manera a Cristina Fernández?
–Pasa que Cristina no espió a nadie, no es comparable. Pero se la critica, y yo no sé cómo resiste esa mujer. Sufre ataques desde el mismo momento en que Néstor Kirchner pensó que ella podía ser la candidata. Las cosas que han dicho y siguen diciendo los supuestamente periodistas profesionales no militantes son increíbles, hasta diagnósticos psiquiátricos le han hecho. Me parece que no hay personaje que haya sufrido ese nivel de acoso. Igual, acá en Pagina/12 se han criticado varias cosas del actual Gobierno y lo integra Cristina Fernández como vicepresidente.
–¿Cómo analizás la disputa interna en el Frente de Todos, donde hay sectores que parecen querer tomar distancia de su propio Gobierno?
–La verdad es que hay una falla estructural en el actual Gobierno. Obviamente, Alberto Fernández llega a ser presidente porque Cristina lo puso en la cabeza de la fórmula que ella integró. Que eran diferentes ya lo sabíamos desde antes. Es cierto que uno es en determinados contextos. No es lo mismo ser jefe de Gabinete que presidente. Creo que la apuesta de Cristina fue muy audaz políticamente y un experimento inédito en Argentina, porque es una figura con un caudal político y un peso electoral superior al del presidente. Entonces es difícil gestionar una formula con esa asimetría. A mí me parece que tendrían que haber dialogado más o encontrado formas de resolver puertas adentro conflictos que se transformaron en absolutamente públicos y que terminan desgastando mucho tanto al Gobierno como a la militancia y a los adherentes que los apoyan. Es complicado cuando la crítica es tan profunda. Lo que pasa es que lo que está en la vereda de enfrente con expectativa electoral es tremendo, a mí me resulta realmente violento que puedan volver al Gobierno, teniendo en cuenta lo que hicieron y lo que dicen que van a hacer. En el 2015 Macri mintió en la campaña, en cambio hoy en día Macri dice todo lo que piensa hacer. Nadie se puede hacer el distraído. Por eso esperemos que en el Frente de Todos puedan resolver internamente sus diferencias antes de volver a presentarse.
Nora Veiras. Periodismo con argumentos.
Nora Veiras. Dirige Página/12, donde trabaja desde su fundación, y tiene una mirada crítica hacia las formas que predominan en el ejercicio de la comunicación. Educación, política y Justicia.
–¿Qué opinás de las formas de comunicar del Gobierno?
–Para mí es mala la comunicación del Gobierno. Pero, primero que nada, es muy difícil comunicar con este sistema de comunicación. Vos decís algo con una determinada entonación y lo usan de cualquier manera.
–Pero en los Gobiernos de Cristina Fernández, cuando el esquema de medios no era tan diferente al actual, no había un discurso oficial con tantas contradicciones.
–Lo que pasa es que la comunicación es consecuencia de la política. Ha habido momentos en que los ministros se operan entre sí. Lo que dijo Cristina una vez era cierto: citaban a los off con periodistas de todos los medios ministros de Gobierno para criticarla a ella. Es muy difícil hacer una estrategia de comunicación cuando tenés esa forma de operación política. Creo que a veces se pegan tiros en los pies ridículamente. Hay frases desafortunadas e innecesarias. En eso ha habido una confianza del tipo «yo puedo argumentar, me la sé y lo manejo». Esto lo veo en general, pero es cierto que el presidente tuvo una época de verborragia incontenible.
«Para mí es mala la comunicación del Gobierno. Pero, primero que nada, es muy difícil comunicar con este sistema de comunicación.»
–Rescatás un tipo de periodismo en el que los entrevistados puedan hablar con tranquilidad, que haya discrepancia pero con respeto ¿Por qué esto en general no es así? ¿Qué creés que quiere la gente?
–Es como la paradoja de las moscas y qué le das de comer a la gente. A mí me interesa el periodismo que escucha argumentos. Con el que se puede discrepar, pero a partir de escuchar al otro. No me interesa el griterío o el escándalo. Porque lo único que queda en esos casos es sorprenderse o indignarse, pero no pensar. La entrevista polémica tiene sentido cuando te dicen algo y no coincidís y a partir de una refutación se da la discrepancia, pero esas son las reglas del juego. Lo que sí me resulta complicado es hablar con personajes que sabés de antemano que te están mintiendo. Es como que te paguen con plata falsa. En esas ocasiones, prefiero no hacerlas.
–¿Cómo se sentiste trabajando en 678? ¿Allí había lugar para las discrepancias?
–La verdad, hay todo un mito con 678. No había fuertes cruces. Pasa que se lo confunde con Intratables que coincidió en el último tiempo. En el programa no nos peleábamos entre nosotros, salvo alguna discrepancia sobre los informes. Pero discusiones o griterío no.
–¿Cuál es la peor fake news que escuchaste?
–No es una fake news, pero a mí me sorprende que siga siendo una causa judicial abierta, la denuncia por el memorándum de entendimiento con Irán. Más allá de que puedas estar en contra de esa decisión política, no se consumó el hecho. Porque el Gobierno iraní no lo aprobó. Y después la Justicia lo declaró inconstitucional. Entonces no existió. Y hubo gente presa y tapas en todos los medios. Y acusaciones de traidor a la patria a Héctor Timerman, a quien le prohibieron salir del país para hacer un tratamiento porque estaba con prisión domiciliaria. Me sigue sorprendiendo que esa causa siga abierta.
«No me interesa el griterío o el escándalo. Porque lo único que queda en esos casos es sorprenderse o indignarse, pero no pensar.»
–¿Qué opinás sobre la idea que algunos medios instalan de que el atentado a la vice presidenta fue fraguado: no es acaso la peor fake news?
–Me parece gravísimo. Porque es lo que envenena hoy en día la posibilidad de decisiones racionales. Salió en vivo y en directo, ¿qué era lo que se podía fraguar? Que lo digan los marginales antivacunas es inevitable, pero que haya un diario tradicional que haga propia esa hipótesis del autoatentado para ganar popularidad, eso es gravísimo. O que haya dirigentes políticos que continúan sembrando dudas… Porque esto es fundacional de la democracia, si vos no respetas la vida, con todas las tragedias que pasaron desde 1983 para acá, me parece preocupante. Así no hay posibilidad de ningún acuerdo político. Para hablar con otro tenés que tener un piso mínimo. Se socava un valor esencial: la vida. Y este problema está concatenado con la sospecha sobre todo lo que hace la Justicia. Sospechas fundadas. Si no se confía en una institución como esa, estamos perdidos.