Cultura | NUEVO DISCO DE LEÓN GIECO

Renacer musical

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Gabriel Plaza

Rodeado de invitados estelares, el cantante y compositor presenta una docena de canciones urgentes y reflexivas en el flamante El hombrecito del mar.

De estreno. Después de una década de silencio discográfico, el artista santafesino volvió a grabar nuevas canciones.

Hace más de una década que León Gieco no editaba un disco de canciones nuevas, desde su álbum El desembarco. Frente a un grupo de periodistas, el músico de 71 años reapareció sonriente para compartir los nuevos temas en una escucha colectiva en el Café Berlín de El hombrecito del mar. Trece canciones nuevas, que ahora todos pueden escuchar en las plataformas digitales y que tendrá su lanzamiento en CD y un vinilo doble para coleccionistas, por el sello Universal.
Este trabajo es un acontecimiento para el medio musical. León no es solo uno de los íconos en actividad de aquellos años seminales del rock argentino, cuando todo estaba por hacerse –su primer disco, producido por Gustavo Santaolalla, es de 1971–, sino que sus canciones maduraron y se transformaron en memoria indispensable de la historia musical y social de la Argentina: «En el país de la libertad», «La cultura es la sonrisa», «Solo le pido a Dios», «Cinco siglos igual», «El ángel de la bicicleta», «La memoria».
Hombrecito del mar reúne trece canciones que compuso durante la pandemia en un campo de Capilla del Señor. El disco tiene la marca folk rock, heredada del sonido de su héroe musical Bob Dylan, mezclada con los sonidos más eléctricos, el color terroso de las raíces musicales de América Latina y su interés por otras culturas del mundo.
El cantante y compositor llevó adelante esta nueva producción disco junto con su colaborador Luis Gurevich, con el que trabaja desde hace más de dos décadas y con el que compuso obras memorables como «Todos los días un poco». Las maquetas las grabaron los dos solos con una computadora y un micrófono, rodeados por el entorno natural, donde le dieron forma a la mayoría de estas nuevas canciones.
El aporte de los músicos invitados llegó después. El técnico Gustavo Borner operaba la mesa desde un estudio en Los Ángeles, a través de Zoom, mientras en Buenos Aires, León escuchaba la banda integrada por una selección de músicos estadounidenses, muchos de sus héroes musicales: Vinnie Colaiuta (Sting, Jeff Beck) en batería; Leland Sklar (James Taylor, Phil Collins) en bajo; Dean Parks (Steely Dan, Bob Dylan) en guitarras; Luis Conte (Madonna, Clapton) en percusión; Jerry Douglas (Eric Clapton, Paul Simon, Elvis Costello) en dobro; y Michael Thompson (Elton John, Rod Stewart).
Parece que León Gieco ya lo hubiera cantado todo, que lo hubiera escrito todo; sin embargo, para el artista santafesino este material es un nuevo comienzo. «Es un disco que marca para mí otra etapa de mi vida musical: es un renacer», dijo en el encuentro con los periodistas. 

Clásico y actual
El hombrecito del mar es un álbum reflexivo, un viaje por sus días con una mirada filosófica sobre la vida. En la balada «Por hoy», grabada junto al cuarteto de cuerdas Numen, lo dice todo con un tinte otoñal y spinettiano: «Por hoy que estoy y tengo una canción más para dar». Lo mismo sucede en «El final», otro himno existencial de belleza clásica, donde canta: «Voy a cruzar la pared y salvar los días que se están yendo».
El álbum es también un desahogo con canciones urgentes, en pie de lucha, como la que abre el disco, «Todo se quema», un rocanrol poderoso, donde León canta con rabia una letra que habla de su descontento: la inmigración, la pobreza, la deuda de los presidentes, los agrotóxicos, la utilización de los medios, los trols de las redes sociales y hasta recupera un verso de «Los salieris de Charly»: «El uno por ciento quiere esto torcer/ el nueve por ciento tiene el poder/ de lo que queda el cincuenta solo come/ y el resto se muere sin saber por qué».
En «alimentación.com» su música es una carta de denuncia con el juego lúdico de un rap criollo, (una secuela de «Los Orozco»), pero que nació para acompañar la ley de etiquetado frontal. Los sonidos del mundo, a la manera de un Peter Gabriel criollo, aparecen en «Dios naturaleza», donde está acompañado por la cantante Ligia Piro y el gaitero gallego Carlos Nuñez. «Estuche» es otra de las perlas de este nuevo material, con una letra con perfume de tango que escribió junto a su mujer Alicia Scherman, y que Luis Gurevich transformó en un fado oscuro y nostálgico, con el condimento adicional de la voz brumosa de la portuguesa Sara Correia.
Pero hay sobre toda una canción que es la llave a ese universo íntimo de Gieco. Cuando canta «El orgullo», aparece la demostración del peso que tiene su historia, con ese componente emotivo que le atraviesa la garganta. Son seis minutos de una pieza épica, que comienzan con un punteo de la guitarra acústica y una melodía que se impregna rápidamente en el inconsciente. La armónica completa ese universo folk, mientras su voz va relatando las historias paralelas de un niño qom, una niña trans, un niño apropiado por la dictadura militar, un niño abandonado en un hogar, y un poeta como Fernando Noy. Queda la sensación de que León sacó este disco solamente para poder escribir una pieza así.
El disco está a la altura de la leyenda de León. Además de los temas compuestos por la dupla Gieco-Gurevich, hay versiones sorprendentes. La primera es la canción «Gira gira, girasol», donde aparecen las voces de Víctor Jara y Roger Waters: el ex Pink Floyd pone su voz y su bajo al servicio de este tema infantil del artista asesinado por la dictadura chilena. La otra es «Sueño con serpientes», una versión que le hace justicia a la original y que retoma un sonido más rockero y psicodélico en la guitarra eléctrica de Lula Bertoldi de Eruca Sativa, el aporte de las voces de la murga Agarrate Catalina y la voz del propio Silvio Rodríguez.
Las colaboraciones son otro punto fuerte de El hombrecito del mar: Lila Downs en «Soles y flores», Gustavo Santaolalla en «La amistad», y Emma Chaplin en «Las ausencias», una balada inspirada en el libro de fotografías de Gustavo Germano sobre los desaparecidos.
Posiblemente este sea un trabajo de reinicio en esta etapa de su vida. Una excusa para que después de muchos años de silencio discográfico se mueva la máquina de hacer canciones. Encender, como dijo en un momento de la charla, esa adrenalina interna que se dispara frente a la página en blanco. León sabe que el tiempo es veloz, la historia continúa y todavía tiene muchas cosas para decir.

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