7 de enero de 2023
La Cooperativa Albergo Ético Argentina es un emprendimiento de chicos con síndrome de Down que funciona en el antiguo bar Emperador, de Carlos Paz.
En la céntrica esquina donde estaba el tradicional bar Emperador, en la ciudad cordobesa de Villa Carlos Paz, hoy funciona un emprendimiento gastronómico que reúne a un grupo de jóvenes. La mayoría de ellos, con síndrome de Down, son acompañados por sus familias y tutores, quienes vienen trabajando desde hace años en el rubro turístico y se constituyeron hace dos meses en la Cooperativa Albergo Ético Argentina (CAEA), la cual le da nuevo nombre e impronta particular a este bar café, en el que se recibe a los clientes con la frase «Bienvenidos a un lugar diferente».
«Pasen y nos sentamos a conversar en la barra mientras les servimos algo», dice Candelaria Allende, tesorera de esta cooperativa, al ver llegar a Marta Gaitán –secretaria de Géneros del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (IMFC) y presidenta el Comité de Equidad de Género de COOPERAR– quien, junto con Acción, visitaron este emprendimiento que brinda dignidad laboral a través de la inclusión social de sus integrantes.
«Hoy con mis compañeros estamos muy contentos porque unas señoras nos donaron un televisor grande para que los clientes puedan ver el mundial –comenta Allende, muy entusiasmada–. ¿Que cómo estamos acá? Pasó que en la pandemia tuvimos que cerrar nuestro Hostal Albergo Ético Argentina que estaba acá en Carlos Paz, en el que trabajábamos todos. Eso nos puso muy mal y decidimos mostrarnos en las redes para contar que queríamos seguir trabajando. Nos llamaron de Canal 12 de Córdoba y allí nos empezaron a conocer en todos lados –recuerda Allende, dando detalles específicos de la cantidad de televidentes que querían ayudarlos, pero haciendo hincapié en una persona particular–. No podemos nombrarlo, pero es alguien conocido, nos contactó y nos pidió que nos concentráramos con nuestros padres en este bar y él vino y nos entregó las llaves de Bar Emperador, que había cerrado. La idea era que con nuestro trabajo teníamos que abrirlo nuevamente», rememora emocionada.
Volver a empezar
Los integrantes de la CAEA son seis, cuyas edades están en el rango de 22 a 35 años; cinco son las mamás que trabajan –dos o tres días– en este bar junto con los jóvenes; mientras que algunos padres se rotan para hacer las compras de insumos. Raúl Álvarez es el acompañante terapéutico y Eva Riveros la tutora del grupo, que acompañan en el trajín cotidiano. Parte de este equipo ya venía reunido cuando los jóvenes eran parte, como trabajadores, del Hostal Albergo Ético Argentina, fundado en marzo de 2019 y perteneciente a la Fundación Unidos por la Inclusión Social que cerró sus puertas al comienzo de la cuarentena de COVID-19.
«Ponga en la nota que soy el mozo más capo», le dice a Acción Juan Carlos Guaniere, quien va y viene de la barra de comandas hacia la vereda con mesas y sillas donde deja los «combos» más famosos del bar. Rocío Pedrotti también es moza y cuenta: «Atiendo a la gente, pero mi especialidad es manejar la máquina de café y me encanta, pero todos hacemos un poco de todo, porque aprendimos a trabajar cuando atendíamos el hostal y yo preparaba desayunos. Cuando nos dieron las llaves de este bar era una mugre –dice la vocal segunda– y ahora esta hermoso gracias a nuestro trabajo. Estoy contenta porque mañana cobramos como todos los viernes y ese dinero es mío, lo manejo yo, por ejemplo ahora me tengo que preparar para una fiesta de egresados y voy a gastarlo en lo que necesito», asegura Pedrotti.
Nora Cebrero es la mamá de Germán Chicco, otro asociado, y acompaña detrás de la barra, preparando las comidas que servirán los jóvenes cooperativistas, y relata: «Fue muy importante para todos recibir en comodato las llaves del Emperador y enorme la tarea para dejarlo en condiciones de abrirlo. Empezamos a recibir donaciones, pero no podíamos aceptar dinero porque no teníamos papeles ni cuenta bancaria –explica–, así que con asesoramiento del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) nos pusimos a hacer los trámites y cursos de cooperativismo hasta que logramos en un año obtener la matrícula y constituirnos en cooperativa. Los chicos sienten que son los dueños de este emprendimiento y dentro de poco podrán tener salario mensual: ¡sueños cumplidos!», se entusiasma.
«Nos llamó al IMFC filial Córdoba una mamá perteneciente al Albergo Ético Argentina con consultas y, eventualmente, para solicitar ayuda para recuperar la posibilidad de que los chicos volvieran a trabajar en un emprendimiento turístico y gastronómico que la pandemia les había hecho cerrar», cuenta Gaitán a Acción al concluir la visita. Necesitaban cuenta bancaria y un edificio para poner un bar café y nadie les alquilaba. Hoy están en pleno proceso informativo para abrir una cuenta en el Banco Credicoop y tienen el comodato de un bar céntrico. Son un verdadero ejemplo de cómo el trabajo cooperativo es inclusivo y no deja a nadie de afuera», asegura Gaitán.