Cultura

Cuadro de situación

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Sin definiciones de parte del nuevo gobierno a escala nacional, la administración de los museos arrastra dificultades endémicas y necesidades concretas. Panorama actual del área que se ocupa de resguardar el patrimonio cultural de la nación.

 

Muestra. El Museo Nacional de Bellas Artes, uno de los señalados por los especialistas. (Jorge Aloy)

Subestimada y poco reconocida, el área que vela por los bienes estéticos e históricos de la Nación mantiene desde hace años un bajo perfil, supeditada a las prioridades del calendario de inauguraciones, a rescates discutidos o necesarios y al retoque, siempre urgente, de las piezas de una u otra colección que al funcionario de turno le resultó importante sacar de los saturados depósitos donde sobreviven. Ahora, a la dificultad de realizar un diagnóstico preciso de un área de por sí compleja, en la que la administración de los museos convive con la permanencia o renovación de monumentos nacionales, estatuaria y sitios arquitectónicos históricos, se suma la coyuntura del cambio de gobierno.
Acostumbrados a no destacarse mediáticamente, los funcionarios de carrera del área se encuentran expectantes frente a la nueva administración. Y los nuevos, aún sin directivas claras, parecen vivir como un enigma la resolución de problemas endémicos, como el mal estado edilicio de muchos museos (empezando por el Nacional de Bellas Artes) o el descuido con que se tratan miles de piezas de arte.
En la Argentina no existe un presupuesto específico asignado, como ocurre en otras partes del mundo: en España se destina a la preservación un porcentaje fijo, impositivo, de cualquier obra pública que se realice; en Francia el Estado se hace cargo de sus museos y monumentos, lo mismo que en Brasil. La inercia, por no decir apatía a la hora de tomar las decisiones que garanticen el buen estado de los bienes culturales, parece el común denominador de los tiempos que corren. «Las cosas se resuelven solas, nada parece muy importante a la hora de asignar partidas presupuestarias o cargos», dicen empleados que optan por guardar el anonimato para cuidar su trabajo.
La administración cultural en el área del Patrimonio, a cargo en primera instancia del flamante y ya polémico ministro Pablo Avelluto, arrancó su gestión con decisiones de un pragmatismo impiadoso cuya prioridad viene siendo el achicamiento de la planta permanente –al igual que en el resto del Estado– antes que la difusión de lineamientos de fondo que indiquen cuál será el camino a seguir.
En diciembre, la historiadora y periodista Aracelli Bellota, nombrada en su momento por la exministra Teresa Parodi, renunció a su cargo político como directora de Patrimonio aunque se quedó al frente del Museo Histórico Nacional, su destino como funcionaria de carrera. Bajo el signo del macrismo incipiente, el área entera descendió algunos escalones y adoptó rango de Secretaría de Patrimonio Nacional y lo primero que hizo el nuevo secretario, el abogado y artista Américo Castillo, fue liberar a su predecesora de la responsabilidad que le quedaba, al frente del museo histórico.
Como directora nacional de Bienes y Sitios Históricos el ministro Avelluto designó a Claudia Cabouli, una «empleada de toda la vida», según las palabras de Castillo. «Descree del tango y del filete porteño.  No me gusta», opina de ella Liliana Barela, exdirectora nacional de Patrimonio durante la administración de Fernando De la Rúa en la Ciudad y luego directora general de la misma área desde 2007 a diciembre del año pasado. «Hay que repensar el patrimonio. Ahí se juega qué es lo que se preserva y qué es lo que se demuele o abandona. ¿Quién determina qué es valioso o no? Se puede, se debería generar una política de Estado para que el patrimonio sea un instrumento de gestión política», agrega.
¿Cuál es el panorama del patrimonio artístico? ¿Se conservan en buenas condiciones las obras o corren riesgo de deteriorarse? ¿Cuál es el estado edilicio de los museos? Y por cierto, ¿qué es lo que las nuevas autoridades consideran necesario preservar y porqué? Preguntas que permanecen abiertas, todavía, a la espera de que alguien empiece a definir las modificaciones que habrá que hacer, y lo que se mantendrá como hasta ahora.

Alejandro Margulis

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