20 de mayo de 2023
Referente del Di Tella en los 60, la artista abre las puertas de su atelier para repasar su trayectoria y hablar de sus planes actuales. Moda, amor y feminismo.
Muestras. En el transcurso del año, Cancela encabezará una exposición en la Ciudad de Buenos Aires y quizás otra en el extranjero.
Foto: Celeste Leeuwenburg/Prensa
Hay una larga escalera entre la vereda y el taller de Delia Cancela, detrás de cuya puerta cuelga una estampita de Juana de Arco. Adentro hay un reino de corazones, ícono predilecto de esta artista que comenzó pintando para cuestionar el universo femenino y más tarde le sirvió para preguntarse por el amor y la vida. Por ejemplo, un gran corazón rojo preside la sala desde un lienzo blanco y en otros cuadros se ven figuras de mujer con vestidos de diseño.
Al fondo hay una especie de tendal, un dispositivo casero que le permite obrar en tela y en el que estuvo manipulando una pieza de casi diez metros. «Hubiese sido mucho mejor y más rápido trabajarlo extendido, pero cuando veo esos grandes talleres que tienen otros artistas no me imagino ahí. Yo me asustaría, sería demasiado», dice.
Su atelier, en cambio, apenas tiene espacios vacíos y diversas bibliotecas le roban centímetros a las paredes, todos los que no se quedan las ventanas. Además, el taller está en su casa, y su casa en su taller. Una constante en esta hacedora, premiada por el Fondo Nacional de las Artes por su trayectoria, es la continuidad entre vida y obra. «Está todo unido para mí. Es más cansador así, pero me gusta que lo que me rodea tenga que ver con mi trabajo», explica.
Nacida en Buenos Aires en 1940, supo muy pronto de qué se iba a tratar su existencia. Leyó Alicia en el país de las maravillas en la colección Robin Hood y desde entonces esa historia no dejó de perseguirla. «Me sentía muy identificada con Alicia, una chica buena que al mismo tiempo rompía con todo. Era transgresora, pero sin hacer ruido», cuenta. Como la pequeña Delia «se portaba bien», sus padres no se interpusieron cuando pidió que la inscribieran en Bellas Artes, siendo una de las alumnas más jóvenes en las escuelas Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón. «Podría haber sido bailarina, pero sentí que era demasiado tímida», comenta, y agrega que ahora, mientras pinta, baila sola.
El corazón sobre todo
Cancela fue una de las más notables integrantes del elenco de artistas que pululaban por el Instituto Di Tella, epicentro de la vanguardia del arte contemporáneo nacional en los años 60. «En ese momento éramos pocos, no había tantos lugares para hacer muestras», recuerda. Fue por entonces que integró el primer dúo de artistas del país junto a su pareja Pablo Mesejeán (Buenos Aires, 1937 – París, 1986). Juntos hicieron, por ejemplo, el desfile Ropa con riesgo, cruzando con enorme atrevimiento los mundos de las artes visuales y la moda, algo en lo que fueron también pioneros con la marca Pablo & Delia.
«En mi familia la moda era muy importante», dice Cancela. Su padre tenía una distribuidora de diarios y revistas, así que allí leía las publicaciones extranjeras. «A Pablo también le gustaba mucho. La modernidad máxima en ese momento eran los happenings. Nosotros, en cambio, pintábamos mucho. Nos dijimos que como artistas queríamos ser libres. Que como artistas podíamos tocar todo lo que quisiéramos. Así que empezamos a construir directamente sobre el maniquí y empezaron a salir prendas».
Esa experiencia los llevó a realizar exposiciones en el país pero también a viajar por las grandes capitales del mundo. La pareja se trasladaría a Nueva York y más tarde a Londres, lugares en los que absorbieron a velocidad de meteorito influencias y tendencias, pero donde también dejaron su marca: los editores de revistas como Vogue y Harper’s Bazaar les abrieron las puertas de par en par.
Hacia los años 80, la artista retomó su carrera individual. Hubo quiebres, hubo constantes: la investigación creativa sobre lo femenino está entre estas últimas. «Cuando comencé, el corazón era una crítica. Yo era feminista sin saberlo, siempre digo que era una feminista inconsciente. Mis primeras obras hablan de la mujer y de lo que significa ser mujer. Después el corazón empezó a ser parte de mi vida. El corazón, el amor y la sangre son lo que une a los seres humanos», afirma.
Como al amor, Delia asegura que lo importante con el arte no es entenderlo sino «aceptar el misterio»: «Lo importante es lo que te pasa a vos frente a la obra, si te la llevás puesta, si entrás en ella. Ahí es cuando el artista comunica, y quien está viendo también está creando. A mí me ha pasado con ciertos artistas, por ejemplo con Rothko. Hace mucho tiempo fui a ver una muestra y empecé a sentir que entraba en las obras. Veía nada más que los colores y me vinieron ganas de llorar. Me emocionó totalmente. Años después encontré unos escritos de Rothko en los que dice que no le importan las categorías que le pongan, sino que la gente sienta lo que él sintió cuando pintó: que tenga ganas de llorar».
A sus 83 años, Delia Cancela confiesa que todavía sigue haciendo cosas por primera vez, como el rodaje que dirigió de un video protagonizado por Inés Efron, actriz que conoció de casualidad en una parada de colectivo y que allí encarna a su alter ego. «El rodaje me emocionó y me agotó. Ahora lo que quiero es descansar un poco», confiesa. Aunque este año no será porque, ya sabe, viene al menos una muestra en Buenos Aires y quizás otra en el extranjero.