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La trampa que sobrevuela Ecuador 

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Ricardo Gotta

Tras disolver la Asamblea Nacional, Lasso profundizará el ajuste. Nuevo proceso electoral con una bomba de tiempo para el futuro gobierno. El desafío del correísmo.

Quito. Fuerzas armadas custodian la Asamblea, luego del decreto presidencial del 16 de mayo que contempla el llamado a elecciones.

Foto: NA

Las dos caras actuales de Ecuador son vertiginosas: mientras el aún presidente Guillermo Lasso consume lapiceras firmando decretazos para imponer un ajuste neoliberal impensado hasta antes de disolver la Asamblea Nacional, la oposición parece decidida a dar vuelta la página rápido y se prueba el traje de un gobierno al que considera con fecha de extinción. Las elecciones presidenciales y legislativas, si no ocurre nada extraño, se realizarán el 20 de agosto.
Aunque vale la pena detenerse en un par de estaciones.
Breve semblanza que no debe soslayarse: Lasso es un poderoso banquero que colecciona empresas off-shore, dirige el emporio familiar, pertenece al Opus Dei, es incondicional aliado a Estados Unidos y por consiguiente al Fondo Monetario Internacional, sin contar difusos entremeses con mafias internacionales. Fue electo en su tercer intento (perdió ante Rafael Correa en 2013 y Lenin Moreno en 2017) con su Movimiento Creando Oportunidades (CREO), un nombre sugestivo.
Breve precedente que no debe desdeñarse: hace muy poco, en febrero, varios candidatos de Revolución Ciudadana, cuyos hilos mueve Correa desde su exilio belga, vencieron con contundencia en sufragios regionales clave: Pabel Muñoz (Quito), Aquiles Álvarez (Guayaquil), Paola Pabón (Pichincha) y varios más. ¿De ellos saldrá el próximo presidente? Sus caudales electorales muestran más que eventuales encuestas: arriba de un tercio de la población apoya al correísmo y se derrumba el nivel de popularidad oficial. Los feroces tironeos en el Parlamento reflejaban lo mismo.
Lo reflejaban hasta el miércoles 17. 

Muerte cruzada
El jueves 11 Lasso recibió la citación de la Asamblea para asistir a la apertura de un juicio político en su contra, votado por 88 de 137 legisladores: unos 50 correístas más indigenistas de Pachakutik y los socialcristianos, a los que no los une el amor sino el espanto. Denunciaron corrupción en contratos de la petrolera pública (a favor de Flopec y Amazonas Tankers con pérdidas para el estado por 6,1 millones de dólares). Con cuatro votos más, Lasso seguramente iba a ser destituido. Pero decidió apurar los tiempos.
Asistió el martes 16, se subió al estrado, de espaldas al mural del quiteño Oswaldo Guayasamín, que decora el Salón del Pleno con un sol andino: una intensa loa a las luchas independentistas. Paradoja extra: la «casa de protocolo de la Asamblea», en el ala occidental, casona art-nouveau construida hace un siglo, se llama Villa Lasso y perteneció a Rafael María Lasso Meneses, próspero comerciante y diplomático, pariente del aún mandatario. Lasso fue a ese lugar de apellido familiar, se victimizó y volvió a su despacho del Palacio de Carondelet para darle la última pincelada a la imposición de «muerte cruzada». Disolvió el Parlamento por «conmoción interna» y no por que el legislativo usurpase su función u obstaculizara su plan de gobierno. Extraño pero es un argumento más robusto para imponer reformas perentorias. ¿Una trampa?
El jueves 18, horas después producir el cisma, Lasso recibió a El País, de España. Apareció riendo en la foto: «He escogido gobernar seis meses en el purgatorio en lugar de dos años en el infierno».

De dónde viene
El economista Nicolás Oliva, miembro de CELAG, relata a Acción: «Fueron seis años de destrucción institucional. Al cambiar la constitución, Correa introduce la figura interesante del Consejo de Participación Ciudadana (CPC). Un by pass a organismos de contralor que eran potestad del Congreso. Un mecanismo moderno que distribuye mejor el poder. Pero en 2018, Lenin Moreno, un Frankenstein del poder, cuaja la traición y convierte al Consejo en una dedocracia, un Trujillato (N.de R.: Julio César Trujillo Vásquez, titular del CPC, 14 meses en 2018/19). Reparte para comprar supervivencia. El Estado es capturado por grupos delincuenciales y el narcotráfico. Luego, con Lasso, la élite económica suma poder, apoyada en la prensa hegemónica que inocula odio en la sociedad».
La foto es similar a otras en la región. Mientras la oposición en pleno criticó la decisión de Lasso, la embajada de EE UU la apoyó, la Corte Suprema la convalidó y las FFAA la ejecutaron: eriza la piel la imagen de la fachada principal de la Asamblea desbordante de soldados armados hasta los dientes. La correlación de fuerzas que no tuvo el peruano Pedro Castillo que, tan acuciado por su congreso (invirtiendo ideologías), intentó medidas similares para salvar su gobierno. Pero la derecha suele imponer la fuerza y el mandatario acabó preso en un penal de máxima seguridad.
Ahora Lasso tiene seis meses para imponer un modelo que condicione al futuro gobierno y que no le explote la bomba de 46.000 mil millones de dólares en deuda externa. Ya estableció una severa reforma fiscal y prepara otras de raíz económica, energética y social que tampoco cuajaron en la Asamblea. La promesa de una reforma laboral es la bala de plata. Puso en alerta al Frente Unitario de Trabajadores y, vaya sorpresa, a sectores de su gobierno fuera de CREO. También selló un TLC con China, el cuarto en la región, luego de Chile (2004), Perú (2009) y Costa Rica (2010). Acuerdo que, desde un living de Bruselas, calificaron de suicida: «Digan adiós a la industria textil y tantas otras».
En otro medio español, El Mundo, no descartaron que si esas medidas le dan aire político, Lasso se vuelva a postular: le pesa el baldón de que entre 1997 y 2005 ningún presidente completó su mandato, una oscura tradición de su país que Correa sí pudo torcer. 

Hacia dónde va
Por derecha e izquierda saltan candidatos: Jaime Nebot (Partido Social Cristiano), Yaku Pérez (sorpresa de 2021, ya fuera de Pachakutik), Dalton Bacigalupo (Izquierda Democrática) y hasta Otto Sonnenholzner (vice de Moreno). La pregunta de hierro: ¿Otro gobierno correísta?
El sociólogo y político argentino Eric Calcagno advierte: «Una posible lección que deja Ecuador es la necesidad de que las fuerzas que resisten el régimen de ajuste y endeudamiento puedan unirse en un frente común». La politóloga ecuatoriana Koya Shugulí sentencia: «El gobierno se vio acorralado desde que perdió las elecciones de febrero. Ahora la estrategia de gobernar por decreto avizora el regreso anticipado del correísmo».
El propio Correa cayó en su laberinto. Primero arremetió: «Es un golpe de Estado». Luego se reubicó: «El decreto es inconstitucional. El dilema entre hacer lo bueno, anticipar elecciones, y lo correcto, respetar la Constitución». De inmediato apuntó los cañones a su regreso, para el que debe saltar vallas. No puede ser candidato, siquiera pisar su país. El próximo presidente tendrá un mandato menor a 20 meses (desde noviembre hasta el 24 de mayo de 2025).
Un presidente de su riñón tendría ese lapso para acondicionar la situación para el gran regreso. Oliva tiene la teoría de que sería un remedo de «Cámpora al gobierno, Perón al poder». Partida peligrosa «con un añadido: requiere de una constituyente para quedar limpio. No es seguro alcanzarla. Una derrota le sería fatal. Miremos Chile, si no».
Gira la rueda de candidatos. Muñoz y Pabón, nombres seductores, fueron electos en sus territorios hace escaso tiempo. Se perfila Carlos Xavier Rabascall Salazar (de Guayaquil, 63 años, periodista, ingeniero, empresario). En 2021 fue candidato a vice de Andrés Arauz (Quito, 38, economista, ex ministro de Correa). Menos correísta pero experimentado, mejor negociador para aglutinar fuerzas y más «potable» para los grupos económicos.
¿Correa se mira en el cuadro de Perón? Su desafío, un regreso histórico. Más aún porque le fue pésimo con su primer heredero, Moreno. ¿Trastabillará con una segunda piedra?

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